Se estrena comercialmente esta semana en cines españoles el largometraje debut del realizador japonés Hiroshi Okuyama, obra que precisamente había tenido su estreno mundial en el Festival de Cine de San Sebastián hace casi un año atrás, donde compitió en la sección “Nuevos directores”, llevándose el premio a Mejor película en dicho apartado.
Cuando su compatriota Yoichiro Takahashi se convirtió en el primer (y hasta el año pasado único) japonés en ganar este premio, en el año 1998 por Mizu no naka no hachigatsu (Peces en agosto), Okuyama contaba con únicamente dos años de nacido, veinte años después se convertiría en el más joven director en llevarse este galardón.
Y es que además de estos detalles, Boku Wa Iesu-Sama Ga Kirai, que será distribuida con el título Jesus, no deja de tener más particularidades. La obra en cuestión tiene un argumento bastante sencillo, Yura (Yura Sato) es el protagonista, un niño en edad escolar que se traslada junto a su familia desde Tokio a una zona rural, donde comenzará a asistir a un colegio católico, del cual no pareciera entender mayor cosa.
Como es de prever la situación del niño es en un inicio complicada, un contexto geográfico e ideológico que le es completamente ajeno, la falta de interacción con los compañeros y el sentimiento de no encajar le está rondando. Hay una situación familiar que precisamente es lo que produce el traslado de hogar, pero este pareciera ser un problema de “grandes” que no afecta el desenvolvimiento de Yura, quién tiene en este nuevo lugar sus propios problemas.
Se parte de una historia relativamente sencilla, pero donde despierta la chispa de genialidad de Okuyama es en el giro narrativo que logra consolidar, donde se produce un juego de fantasía con el aspecto religioso de mucho interés. ¿Cómo se sentiría un ferviente católico con la aparición de ese “pequeño Jesús” en pantalla? ¿Cuál será la medida de fe que se le otorgue a este? ¿O será una simple burla?
Lo que es cierto es que este es un recurso que está sutilmente bien utilizado, que sin ir muy a fondo es evidente que es propio de la imaginación de Yura, y que a su vez se sirve de casualidades tan propias de la ficción para ir consolidando su imagen y su sentido dentro de la propuesta argumental, cumpliendo con creces y jugando con un humor fino que va de la mano con lo que vemos en pantalla, sin dejar de lado el aspecto trágico, especialmente sobre el cierre.
Hay ciertas referencias en este argumento que refieren directamente a la vida del director, incluido esa hermosa dedicatoria al final de la película. Podemos ver a este realizador con un potencial bastante bueno, además de su corta edad y de ser director, también funge como guionista, montajista y director de fotografía, de hecho en el Festival Internacional de Dublín en marzo de este año se llevó el reconocimiento en este último apartado.
Tampoco hay que olvidar que Jesus es su tesis de graduación de la Universidad Aoyama Gakuin de Tokio, que el largometraje lo realizó a inicios del 2018 y pudo tenerlo listo para el festival de San Sebastián en setiembre, tras la enorme recepción de su filme en la Donostia el año anterior, no tuvo más que palabras de agradecimiento. Una pequeña joya.