Si una cosa queda meridianamente clara en Un crimen en el paraíso es la mano de su director, Jean Becker. ¿Cine de autor? Pues no exactamente. Sí, la presencia del director francés se hace palpable en cada fotograma, en el devenir de la historia, el tratamiento, el tono. Esto, que a menudo lleva el halo positivo de la firma reconocible queda, en el caso que nos ocupa, como un handicap. Y es que Un crimen en el paraíso apuntaba a ser otra clase de película, o al menos se intuye otra cosa detrás, de la que finalmente nos ofrece el realizador francés.
Aparentemente estamos en el terreno de la comedia negra, de un ámbito donde la pulla, el desagravio y la mala baba deberían correr por doquier. Y más si tenemos en cuenta el ambiente rural donde transcurre la acción. Un lugar que apunta casi a la atmósfera de terror paleto-rural-degenerado que tan bien supieron explotar a un lado y a otro de la frontera franco-belga. Pero no. En su lugar, Becker opta por dejar atrás todo tipo de malsanidad argumental o visual y opta por irse hacia terrenos más amables.
Para ello no duda en ofrecer una definición absolutamente monocroma de los personajes. Mujer malvada en extremo, pobre marido puteado hasta decir basta, simpáticos habitantes del pueblo solidarios hasta niveles Disney y un abogado algo crápula pero al final simpático en su desfachatez. Todo ello, que ya de por sí resulta un tanto superficial, acaba por crear una disfunción entre hechos y motivaciones. O sea, que al final uno no entiende muy bien cuales son las motivaciones que impulsan a cada uno de los personajes a hacer lo que hacen. Aunque eso sí, ello no es óbice para reconocer que en cuestiones rítmicas Becker consigue que todo fluya perfectamente, dando una cierta sensación de cortina de humo, de no tener tiempo a reflexionar mucho sobre lo que estamos viendo.
En todo caso nada de ello debería extrañarnos; de sobra es conocida la filmografía del director francés y su debilidad por ofrecer el lado más amable de la condición humana exceptuando quizás la maravillosa Dejad de quererme. Que ofrece entonces Un crimen en el paraíso? Pues ante todo buenas interpretaciones, un entretenimiento moderado, algun gag más proclive a crear sonrisas que carcajadas y poca cosa más en lo positivo. Lo malo, su incapacidad de crear capas argumentales, el nulo tratamiento psicológico de los personajes y fundamentalmente una planicie visual que arroja bucolismo más que la negrura pesadillesca (a ratos tan solo insinuada esencialmente en los pasajes oníricos) esperada para el argumento mostrado. Una película pues que podríamos considerar amable, visible y a ratos hasta disfrutable y por ello mismo completamente fallida.