«I’m giving it up so plain
I’m living my life in vain»
Life in Vain, Daniel Johnston
Szabolcs Hajdu es un cineasta húngaro con tres interesantísimos largometrajes anteriores a su It’s not the Time of My Life. Obras que en la mayoría de los casos han destacado en algunos festivales aunque sin llevarse ningún premio importante, por lo que es de agradecer que su nombre empiece a sonar en la cinefilia europea tras ganar el galardón más importante en el Festival de Karlovy Vary, el certamen de mayor trayectoria en la Europa del Este.
Su nueva cinta no deja de ser una obra llevada a cabo en el marco de las prácticas cinematográficas de la escuela de cine de Budapest, donde imparte clases desde hace años. Así, entre el equipo técnico podemos encontrar a alumnos en sus últimos años de carrera, mientras que él, para mayor gloria, se encarga del guion, de la dirección y de la actuación principal, donde el resto del reparto son su propia mujer e hijo pequeño y una familia amiga.
It’s not the Time of My Life nos introduce en el piso de una familia aparentemente feliz y bien situada, donde una noche, de imprevisto, aparece en el portal la hermana de la mujer de Szabolcs junto con su marido e hija y piden alojamiento, por un tiempo indeterminado. Estos ‘intrusos’ vienen del enésimo fracaso laboral y tras una estancia de un año en Escocia, y regresan a su país con la sensación de haber desperdiciado otra oportunidad. Por tanto, el contraste entre ambas familias está servido desde el inicio, en un terremoto de emociones, de acercamientos y distanciamiento entre los distintos personajes, por lo que mucha gente se ha apresurado a comprar la obra con la cinta de Roman Polanski, Un dios salvaje.
En la hora que dura la película no vamos a abandonar el inmueble en ningún momento. Por supuesto, el propio piso corresponde al hogar de Szabolcs y su familia, siguiendo la coherencia austera que tiene toda la película. El relato discurre entre el drama íntimo con momentos puntuales de comedia, mientras los dos matrimonios naufragan en la intimidad y se enfrentan abiertamente entre ellos.
Los personajes van y vienen de esa casa, dividiéndose el filme en bien diferenciados momentos, correspondientes a quien esté presente en ese momento en la vivienda. La relación entre ellos dista de ser idílica, como queda claro en el transcurso de la obra. La envidia que Albert y Ernella, los recién llegados, sienten ante sus anfitriones queda patente en sus acciones y comentarios. La situación por momentos se vuelve insoportable, como cuando desaparece un dinero de la casa y las acusaciones vuelan en todas direcciones.
Todos llevan puestas sus máscaras para protegerse de los demás. Nada es lo que parece. el matrimonio de los anfitriones, Ezster y Farkas, naufraga ante la nueva situación de padres a la que se enfrentan. Farkas se ve como un esclavo de la paternidad y el amor que siente por su mujer se enfría con cada día que pasa. A sus invitados no les va mucho mejor, como se va descubriendo con el transcurso de la película.
Se ha acusado, no sin razón, que la obra de Szabolcs no deja de ser un retrato amable donde hay muchas ideas apuntadas pero que no acaba por destacar ninguna. Divida en bloques, la cinta habla de la paternidad, la infidelidad, la hipocresía, la familia, el machismo o la amistad, resultando un baile de máscaras, con momentos donde se habla sinceramente y otros donde se actúa sólo para conseguir un objetivo.
Los personajes se moverán por todo el inmueble y nosotros conoceremos todos los rincones del lugar. De igual manera, irán yendo y viniendo de la casa, teniendo cada personaje la oportunidad de desnudarse emocionalmente ante el espectador mientras conspira, critica o se sincera con algún otro aprovechando que los demás no están. Esto funciona de manera eficaz y, aunque obviamente es así, no transmite la sensación que los personajes van y vienen según los deseos de su guionista.
It’s not the Time of My Life funciona a la perfección por los personajes elegidos, por como se lleva la acción. No podrá desligarse de las comparaciones de la obra de Roman Polanski, por mucho que los caminos que toman ambas obras están bien diferenciados: al cineasta húngaro le interesa mucho más el momento generacional de sus personajes y la obra puede entenderse como la visualización de una crisis que acaba de explotar, por mucho que desde fuera todo pareciera armonioso.
De la película me interesa sobre todo la idea de un puzzle, que unido, sólo puede entender el espectador. Me refiero a que las revelaciones que se hacen entre ellos a solas acaba por descubrirnos un mundo lleno de matices, donde nosotros acabamos por tener toda la información de lo que acontece, de las preocupaciones y anhelos de todos ellos.
La película acaba en una tregua. Volvemos al inicio. Es imposible saber si han acabado por quitarse sus máscaras o simplemente siguen representando su papel lo mejor que pueden.