Es una evidencia que desde el terreno del análisis cinematográfico siempre se tiende a valorar mejor a aquellas películas que prefieren desarrollar su idea desde lo sugerente y no desde lo explícito. Llevada al extremo, tal corriente de pensamiento quizá haya podido dar pie a terminar valorando ciertas obras por encima de lo que en realidad merecían o subvalorar otras tantas en base al poco riesgo empleado en materia de dirección. Sin embargo, servidor no se atreve a restar un ápice de veracidad a semejante planteamiento, ya que el poder de sugestión, de hechizo, que poseen ciertas películas sin que aparentemente haya sucedido nada que motive esos sentimientos es lo que hace grande a este arte. Algo así es lo que sucede al contemplar la primera secuencia de It Follows, donde una chica sale corriendo de su casa como temiendo que algo o alguien la esté persiguiendo. Nadie, ni el espectador mismo, consigue ver el motivo de tal temor, pero la intriga crece al ver cómo la chica huye despavorida hasta acabar en una playa donde esperará atemorizada su momento para abandonar este mundo. Una situación que contada así puede parecer tonta y absurda, se torna a través de la fuerza de imágenes y sonido en un inicio que activa el piloto rojo de la tensión como sólo una buena cinta de terror o suspense consigue lograr, motivando al espectador para que parpadee lo menos posible a partir de entonces.
Por cierto, contar más cosas del argumento a partir de la mencionada escena sería empezar a arruinar la experiencia de ver It Follows. Porque la obra que ha creado David Robert Mitchell está hecha a propósito para jugar con el espectador, cómo a partir de un argumento no muy lejano del absurdo y cuyos orígenes se explican poco o nada (lo cual es de agradecer) el estadounidense construye un relato que de principio a fin no baja un ápice el ritmo y a través del cual se desgranan una pléyade de detalles que a muchos ojos pasarán desapercibidos pero que dan pie a segundas lecturas que probablemente nada tenían que ver con la idea principal de Mitchell; por la red se pueden leer teorías acerca de que es un alegato a la libertad sexual hasta la idea contraria, que precisamente la cinta critica con dureza el sexo desbocado y esto se penaliza en forma de maldición. Conjeturas que, en cualquier caso, acabarán importando poco.
Lo curioso es que, más allá de la mencionada primera secuencia, It Follows parte del escenario de terror para adolescentes que tantas veces hemos visto en el género durante las dos últimas dos décadas. Los protagonistas son una pandilla de jóvenes que representan la idea básica que se tiene sobre la gente de su edad hoy en día (con excepción de la chica de apariencia nerd que lee El idiota de Dostoievski a través de un llamativo e-reader en forma de concha), que básicamente se reduce a un interés especial por las relaciones sexuales tal y como refleja en primera instancia la protagonista. Ahora bien, Mitchell utiliza esta baza en beneficio propio y no como único vehículo para transmitir el miedo; es decir, el retrato de los personajes queda al servicio de desarrollo de la cinta y no al revés (error en el que han caído multitud de obras, como por ejemplo la saga Sé lo que hicisteis el último verano). Es un filme de terror con adolescentes, no para adolescentes (o, al menos, no dirigido primordialmente a este target).
Algo similar ocurre con el uso de la música. Sobran los ejemplos de películas que suplen sus carencias a la hora de construir una atmósfera de angustia con una utilización exacerbada de estridentes sonidos para dar sustos al espectador. Mitchell recurre a la música en todo momento, pero desde la perspectiva de acentuar lo que se está viendo en pantalla y nunca como único elemento sobre el que transmitir el miedo. Todo esto sin intentar restar un ápice de mérito al excelente trabajo de Disasterpeace a la hora de componer esta BSO, por cierto.
La única opción para no recomendar It Follows a alguien es que esa persona padezca problemas de nervios o que posea una frialdad fuera de lo normal. A partir de ahí, tanto los amantes del terror como los más escépticos con el género están plenamente capacitados para disfrutar con ella. Otros realizadores elaboran una premisa interesante para acabar haciendo películas absurdas. En cambio, Mitchell prefiere partir desde lo absurdo para acabar resultando más que interesante: It Follows es un cóctel de imágenes y sonido que supera sus propias limitaciones argumentales para ofrecer una obra tan entretenida como inteligente. Repite esquemas tanto masculinos (el chulito ante el introvertido) como femeninos (la sensata frente a la más emocional) pero sin que estas caracterizaciones acaben predominando sobre idea principal de la obra, utiliza la música de manera sabia y elegante, el aspecto técnico está cuidado al límite (muy notable el trabajo de fotografía), los 100 minutos de metraje están perfectamente medidos y, por el camino, el director se permite homenajear a algún que otro clásico de Serie B. ¿Se puede pedir más? Sí, quizá varias actitudes de los personajes que no concuerdan en absoluto con el mínimo de astucia que se le presupone a todo ser humano (véase la escena de la cabaña), lo que supone el único vestigio de ese terror mediocre que hemos ido mencionando. Algo fácilmente perdonable a una película que a partir de su primer cuarto de hora no concede un solo minuto de respiro al espectador en la atmósfera agobiante que sabe crear… y mantener.