En la religión musulmana, Israfil es el arcángel que hace sonar la trompeta en el día de la resurrección. Israfil también es el título del tercer largometraje de la directora iraní Ida Panahandeh, cuyo nombre empezó a sonar en la escena internacional tras su anterior film, Nahid (2015), presentado en la sección Un certain regard de Cannes y en la Seminci de Valladolid.
Israfil es una película prácticamente dividida en dos mitades. La primera se centra en el duelo de Mahi, cuyo hijo acaba de morir en un accidente de tráfico. Divorciada y con depresión, Mahi ve como su pasado vuelve para atormentarla en la figura de Behrouz, un antiguo amor de juventud. La otra mitad gira en torno de Sara, la novia de Behrouz, una joven cosmopolita que quiere huir de un entorno familiar tóxico.
Panahandeh se sirve de esta estructura escindida para colocar a las dos mujeres una frente a la otra, resaltando así una serie de contrastes (entre vida rural y urbana, entre juventud y madurez, entre tradición y contemporaneidad) que permiten a la directora ofrecer un retrato poliédrico de la condición femenina en el Irán actual.
Israfil contiene algunos de los conflictos por los que pasa la mujer en un país institucionalmente machista; la dificultad de ser independiente, la falta de libertades y la sensación de no tener una voz propia. Un machismo que derrotó a Mahi, incapaz de casarse con Behrouz por culpa de su tío; un machismo que amenaza el futuro de Sara, al tener que renunciar en favor de su hermano a cualquier poder de decisión sobre su madre.
Lejos de maniqueísmos, la directora compone a dos personajes oprimidos pero imperfectos. Mahi, incapaz de empezar de nuevo, rodeada de imágenes de su hijo muerto, perseguida por un pasado que nunca parece irse del todo. Sara, una mujer valiente pero egoísta, que se agarra a cualquier esperanza por salir de un ambiente familiar problemático. Ambas mujeres cargan sobre sus espaldas con un peso enorme, que amenaza con hundirlas si no lo dejan atrás.
Es imposible no comparar el estilo de Ida Panahandeh al de Asghar Farhadi, un director que tan bien retrata las contradicciones del Irán moderno. Ambos parten de lo pequeño para abordar lo general, pero con una pequeña diferencia. Mientras que en las películas de Farhadi los personajes son arrastrados por una espiral que no pueden controlar, en el caso de Israfil el conflicto parece haber ya pasado, y es su resaca la que determina el devenir de los personajes.
Israfil cuenta con unos personajes bien construidos y bien interpretados, captados con elegancia por la cámara de Panahandeh. La directora usa con precisión los elementos con los que cuenta sin querer lucirse en exceso: un fuera de campo ahí o un travelling aquí para provocar la emoción o reflexión justa.
Más allá de algunas metáforas y alegorías visuales algo obvias, la película se ve lastrada en su parte final por una cierta falta de incisión, que le lleva a no resolver demasiado bien los conflictos, especialmente el de Mahi. Aun así, se trata de un film sin estridencias, cuya aparente sencillez esconde un trasfondo complejo y caleidoscópico, tanto como lo es la sociedad iraní actual.