En los últimos meses se ha hecho popular la cuenta de Instagram de la artista de música electrónica Jula.Jeli, @soundwavesoffwax, en la que comparte sus sesiones de escucha de la amplia colección de vinilos (de alrededor de 10000 discos) que recibió de su padre tras su muerte. Ella misma ha reconocido que para ella supone una forma de procesar su pérdida y, por el camino, ha creado una gran comunidad de seguidores que sigue sus reacciones y comentarios sobre cada álbum. Lo que en principio era una experiencia íntima se ha transformado en una colectiva a través del arte, amplificando su sentido. La actriz Callie Hernandez también perdió a su padre —en su caso por COVID-19 en los momentos más críticos de la pandemia—. Ella y su hermana encontraron una extraña serie de dispositivos médicos entre sus pertenencias, además de una colección de cintas VHS en las que se habían registrado sus apariciones en programas de televisión y conferencias. Esta fue la base de la idea para Invention (2024), en la que la directora de cine experimental y documental Courtney Stephens colabora con la actriz en el guion, que también interpreta en ella una versión ficcionada de sí misma llamada Carrie.
Surge así esta idea de catarsis emocional, de exposición pública del duelo a través del proceso creativo, del tipo que sea. En el largometraje, la protagonista encuentra el prototipo de una extraña máquina creada por su padre recién fallecido y descubre que entre su legado está la patente de este invento revolucionario, al que se le asumen unas capacidades de curación potencialmente milagrosas. Rodada en Super 16 mm, la película construye una atmósfera de misterio a través de una narrativa pausada, repleta de elipsis y silencios, que deambula entre el drama psicológico, la no ficción y la ciencia ficción ‹lo-fi›. Carrie explora el pasado de su padre, habita los espacios de su casa, habla con sus amigos, conocidos y socios de negocios, mientras descubre sus excentricidades como promotor de terapias alternativas que no tienen cabida en la instituciones oficiales. Todo forma de un proceso de reconexión con su legado y su progenitor, un hombre de creencias peculiares, en los márgenes de la sociedad. En el metraje se incluyen las auténticas grabaciones del padre de la actriz, pero todo el dispositivo formal se revela a sí mismo en diversas ocasiones, con la intervención de la propia directora y discusiones con el reparto antes de la repetición de ciertas tomas.
Este empeño de subrayar que se trata de una obra de ficción, de una construcción sobre la realidad, provoca un curioso efecto de distanciamiento que la podría vincular a los recursos de metaficción que utiliza Jonás Trueba en Volveréis (2024), en la que también la “realidad” del filme se desvela como parte del proceso de producción de la película, o viceversa. Por el camino, Callie Hernandez y Courtney Stephens exponen la alienación de la protagonista en su exploración del trauma y la búsqueda de significado de la muerte en el orden cósmico. También en ese contacto continuo con el mundo real hay una apuesta por la crítica a las grandes multinacionales farmacéuticas y a la mercantilización de la sanidad y la salud de los ciudadanos. Puede que el padre fuera un seguidor de las teorías de la conspiración, que su posición antivacunas fuera la que le llevara a su muerte durante la pandemia, pero todo se muestra como consecuencia y producto del mismo sistema capitalista que ataca cualquier posibilidad de democratizar el acceso a la sanidad en Estados Unidos. Todas estas nuevas informaciones, sus conversaciones con quienes estuvieron vinculados a su padre hasta su fallecimiento o las posibilidades disparatadas de su patente son tratadas con la suficiente y lúdica ambivalencia para sembrar la duda, desafiando el sistema de creencias de Carrie y también, a través del coqueteo con el elemento fantástico, el de los espectadores.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.