Introduction, nuevo largometraje de Hong Sang-soo que se llevó el Oso de Plata a Mejor guión en la Berlinale, arranca con un gesto extraño en el cine del coreano, una suerte de autoconfesión realizada por el padre del protagonista durante un mini-prólogo anterior al inicio propiamente del relato; un gesto extraño, en efecto, puesto que aunque el autor de films como Hill of Freedom encuentra en el artefacto cinematográfico una ventana desde la que impeler ciertas reflexiones y (re)considerarlas desde un prisma determinado, no es usual verle verbalizando ciertos motivos de su obra, y aunque es evidente que esa verbalización no se produce de una forma obvia en esta Introduction, sí suscita una mirada desacostumbrada en el cineasta asiático. Tanto que incluso parece forzoso conectar esa pequeña secuencia con lo que sucederá a continuación en el film, cuando nos introduzcamos en la consulta del propio padre del protagonista, donde este, en una visita tardía a su progenitor, conocerá a un reputado actor sobre el que dirimir un futuro desde el que afrontar algo más que lo material/laboral, también lo emocional.
Así, Hong Sang-soo enlaza precisamente aquello que podría ser comprendido como una trayectoria con lo afectivo, un nexo que queda expuesto a las claras en el tercer y último episodio de los que componen esta Introduction, y que queda zanjado ante el prisma del protagonista, Youngho, por más que aquellos personajes que simbolizan una mirada adulta y presuntamente madura se opongan a una conclusión tan propia como determinante. En ese contexto, el coreano conecta de nuevo el terreno cinematográfico y sus aristas con un vaivén de correspondencias que no hacen sino señalar la significación de un vínculo desde el que no sólo comprender los lazos propios, también dotarlos de una concepción distinta y muy particular. Es quizá ese el motivo por el que el autor de Un cuento de cine comprenda la mirada de su relato en todo momento desde dos personajes en etapa adolescente: el hecho de volver sobre figuras que se alzan como referencia o guía, otorga a la relación entre ambos cierta desnudez que arroja una leve idea acerca de la crudeza —dentro de sus parámetros, es una obra cuya extraña aspereza recuerda al Hong Sang-soo de otros títulos como The Day After— con que el coreano afronta este nuevo episodio en su obra, una variación desde la que continuar explorando temáticas colindantes a su cine, desplegadas sin embargo desde una madurez que pone el foco sobre un arco, si bien semejante en apariencia, distinto en el fondo.
Introduction nos devuelve ese blanco y negro sobre el cual el cineasta ha continuado explorando nuevas vías estos últimos tiempos —aunque sus inicios acudieran también a ese rasgo estilístico, hasta The Day He Arrives (2011), poco más de una década después, Sang-soo no regresaría al mismo—, a ese empleo tan meticuloso de las elipsis, al minimalismo marca de la casa capaz de condensar en apenas un gesto lo relevante de un personal enfoque discursivo, y a esas austeras composiciones que dicen tanto con tan poco. En efecto, más de uno podría pensar en el sempiterno ejercicio del coreano ante el que se perciben ligeras digresiones, pero Introduction es capaz de transformar esa ligereza en una gravedad casi desacostumbrada en su obra sin que, ante ello, advirtamos una incomodidad que no se llega a producir en ningún momento: porque al fin y al cabo la concepción de un universo tan personal no se termina concretando en las expresiones y posturas más efusivas, sino en la percepción de un sentimiento que sólo Hong Sang-soo puede describir con una nota o un tono sin aparente relevancia a pie de página, cuya candidez resuena sin embargo como lo que es.
Larga vida a la nueva carne.