La enigmática figura de Mario de Marcella, un ermitaño que vivió durante más de 60 años en una cueva situada en un bosque a las afueras de Roma, es el eje central de Il Solengo. Codirigido por los italianos Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis en su tercera colaboración, este documental, proyectado dentro de la Sección Oficial del VI Festival Márgenes y galardonado con el premio de la crítica, es el primer largometraje de ambos y está estructurado como una sucesión de entrevistas a un grupo de ancianos cazadores reunidos en una cabaña para hablar de Mario y de sus experiencias directas o indirectas con él.
Una puesta en escena austera, que transmite un ambiente intimista muy logrado, y una narración estrictamente enfocada en los testimonios de los entrevistados son las dos principales características en la ejecución de este documental que ofrece una perspectiva única de la vida y las convenciones sociales en un entorno rural, de la mano de un personaje que vivió desafiándolas, enfrentándose a la sociedad y refugiándose en una existencia solitaria. Los ancianos que nos descubren su historia carecen obviamente de su perspectiva; por ello lo describen como una figura alejada de su comprensión, pero al mismo tiempo, con un respeto y una emoción nostálgica que quedan fuera de toda duda.
En realidad, bien podría decirse que Il Solengo no pretende en ningún momento resolver el misterio de Mario de Marcella. Aún más, que esto no es más que la excusa, la base narrativa a través de la cual surge la verdadera intención de la película: hablar de la memoria colectiva, de cómo se percibió la existencia de una persona desde el punto de vista de unos terceros. El hecho de confiar en sus versiones, de hecho, mata cualquier posible intención de verosimilitud del relato. Si tratamos de hilar una narración concreta a través de la información proporcionada por los entrevistados, nos encontraremos con versiones que se contradicen, sucesos inventados que se mezclan con otros que parecen plausibles; en resumen, una mezcla heterogénea de realidad y fantasía en la que apenas podemos saber qué hay de cierto y qué no, generando un puzzle en el que las piezas no encajan de ninguna manera. No disponemos de más pistas, no sabemos de quién fiarnos y de quién no, ya que el documental prescinde de cualquier tipo de registro objetivo de los hechos.
Il Solengo parte pues de una premisa bastante llamativa para una obra documental: la veracidad en el relato es completamente prescindible. Los directores no buscan contrastar la información que obtienen, se limitan a recopilarla y mostrarla tal cual, sin preocuparse siquiera por seguir un orden concreto o esclarecer una línea narrativa. A pesar de girar en torno a la figura del ermitaño y de dedicarse por completo a indagar sobre ella, en ningún momento pretende ser una labor de investigación exhaustiva que nos resuelva la duda planteada al inicio. Cuando termina el filme, de hecho, la duda sigue ahí, acompañada de un puñado de datos subjetivos y difíciles de interpretar en conjunto, para tratar de construir una respuesta satisfactoria poco menos que inalcanzable.
Al fin y al cabo, la propuesta de Righi y Zoppis no es sino una labor puramente introspectiva disfrazada de reconstrucción de un evento histórico, que a través de los recuerdos verbalizados por los entrevistados incide en sus propios valores y códigos, regodeándose en su subjetividad y dando importancia no al hecho en sí sino a la perspectiva, en un relato que resulta tan ambiguo y lleno de equívocos como en cierto modo fascinante, que te invita a entrar en su juego plagado de un lirismo nostálgico y contagiado del mismo halo de misterio que plantea a lo largo de su narración, para ofrecer un resultado como poco cautivador en el que la falta de respuestas claras se compensa con una representación muy emotiva y elocuente de la huella que dejó esta historia en aquellos que la vivieron.