Il boemo es una co-producción entre República Checa, Italia y Eslovaquia que abarca buena parte de la biografía de un músico de vital importancia, pero al que la historia quizá no haya dado el protagonismo merecido. El checo Josef Mysliveček fomentó una estupenda labor en el medio que le llevó de su Praga natal hasta saborear las mieles del éxito en Venecia, donde era popularmente conocido como “El divino bohemio”, alias con el que se le conocía en la exitosa trascendencia que tenían sus obras en todo tipo de fronteras europeas. Con su legado ensombrecido a la sombra del coetáneo Wolfgang Amadeus Mozart (llegaron incluso a conocerse), su historia es la del auge y caída de la figura exitosa bajada a los infiernos, muriendo en Roma víctima de sífilis y con su rostro cruelmente desfigurado. El cineasta, también checo, Petr Václav (Marian, Nunca estamos solos), se separa de su registro habitual para alzarse a las aristas de la gran producción con el repaso a la vida de Mysliveček, obteniendo unos resultados más que notables a diversos niveles.
Habituado el espectador del séptimo arte a los tropos habituales de los repasos musicales bajo una estructura en la que rápidamente se puede diferenciar las distintas etapas de germen, ascenso, éxito y caída o redención, Václav muestra aquí cierto respeto a estas constantes pero bajo un esquematizado revisionismo de algunas de las fases más relevantes de la figura del músico checo. Por ello traza sobre el guion una concepción de diversas escenas fomentadas en el diálogo y la recreación de su época que intentan con mucho rigor aglutinar el contexto socio-musical del momento, en el que podemos disfrutar de una profunda inmersión de la sociedad europea con la que el protagonista tuvo que lidiar. A nivel de guion la película se distancia del hecho de seguir un esquema que pudiera sentirse acostumbrado o usual para el espectador, dotando de entidad a cada uno de los aspectos del músico. En esta coyuntura Il boemo se degusta como una pieza profundamente clásica y sentida para el audiovisual, planteando cada una de sus herramientas escénicas y estructurales como si una misma ópera se tratase; esto no sólo conecta con uno de los aspectos que el producto pretende reivindicar, como es el ímpetu creativo de Mysliveček, sino que aporta la sensación generalizada de que la película pretende por momentos separarse de sus entrañas cinematográficas par emparentarse hacia las estructuras de lo teatral, realzando de paso el componente tragicómico del personaje a tratar.
Para todas estas peculiaridades que otorgan a Il boemo un espacio único y diferenciador dentro el ‹biopic› musical (quizá, por motivos obvios, se pudiera emparentar con el Amadeus de Milos Forman), sus ambivalencias de producción poderosa y de vastos medios sirven para lograr una recreación fidedigna de aquellos tiempos: espacio, personalidades, dialéctica y musicalidades se fusionan en un marco de alta creación, que se degusta como un delirio musical para los oídos y una quimera visual para los ojos. Respecto a su imaginería, cabe añadir la acertada proposición escénica de dotar de una exclusiva imagen natural a cada uno de los planos, que más allá de las cotas preciosistas de la escena, acentúa tanto su hálito teatral como sus intenciones realistas en una historia que, aún con vigorosidad dramática, se siente tan veraz como atemporal.
Al gusto con el que Václav mueve su batuta narrativa, que con tempo sosegado y directo nos permite disfrutar del auge y caída de su protagonista, y reincidiendo en las cualidades técnicas de la propuesta, sería imperdonable no mencionar el excelente trabajo actoral, uno de los principales culpables de que esta traslación a siglos atrás goce de un calado extraordinario. Como no podía ser de otra manera, el actor protagonista Vojtěch Dyk capta y escenifica con mucho atino las capas de Mysliveček, repletas de emotividad, tragedia, comedia y hasta cierto oscurantismo. Empeño interpretativo que subraya las cualidades de una película que no sólo logra una dimensión ampliada de las capacidades del ‹biopic› musical, sino que aprovecha este conducto para labrar unas maneras que se sienten como un intento de trascender lo puramente cinematográfico.