No está siendo un mal momento para el cineasta Ventura Pons, que tras estrenar para televisión Un berenar a Ginebra (Una merienda en Ginebra) ahora nos trae el documental Ignasi M., creando un ritmo de trabajo envidiable, casi a proyecto por año, aunque de una calidad poco constante. Tal vez sea en el documental donde el director catalán ha conseguido mayor prestigio (su opera prima es la muy recomendable Ocaña, retrato intermitente, 1978) y por eso había curiosidad por conocer su nuevo proyecto.
Ignasi es un hombre de mediana edad que tiene que hacer frente a una larga lista de crisis que lo rodean, desde la identidad sexual (ya superada, eso sí) hasta la económica, pasando por la afectiva o su batalla diaria contra el SIDA. Sin embargo, lejos de desmoralizarse, nuestro protagonista aplica al mundo que lo rodea cierta vitalidad llena de ironía.
En el documental lo vemos manteniendo conversaciones con todas las personas que lo rodean en su día a día. Los encuentros más interesantes son aquellos que mantiene con los diferentes miembros de su familia, desde un padre que ha intentado suicidarse, un hijo okupa, otro cristiano que no acepta la sexualidad de su padre o esa ex-mujer en silla de ruedas que acaba de salir del armario. Una familia disfuncional pero llena de amor.
Lo cierto es que el protagonista consigue mantener el interés durante toda la proyección y se nos descubre como alguien ingenioso, irónico y que no da la vida por perdida. Alguien tan orgulloso de su identidad sexual como de su identidad “nacional” y que conversa con su gente sobre de la homosexualidad, la enfermedad a la que tiene que hacer frente todos los días, la creatividad, el trabajo o el independentismo catalán.
Sin embargo, aunque como decía nunca se pierde el interés fascinado por Ignasi y su vida, si que es verdad que uno acaba preguntándose sobre que va el documental o cual es su intención. La figura del protagonista sin duda es atrapante, aunque peque en más de una ocasión de decir siempre la última palabra sobre todos los temas tratados, pero no está tan clara la mirada que transmite Pons. Acaba siendo, en resumen, algo vacía, que aborda muchos temas y no parece quedarse con ninguno. Pudiera decirse que trata sobre la crisis en todos sus significados, pero no está tan claro. O dicho de otro modo, el cineasta aborda un sujeto único y rico en lecturas desde un posicionamiento algo irregular.
No es que sea un mal documental, es que el documento (Ignasi) acaba siendo más interesante que el propio documental.
Sus mejores momentos se centran en su familia, en la creatividad que emana en cada uno de ellos y en observar como una familia disfuncional “funciona” gracias al amor que se profesan, cuando tiene todos los ingredientes para acabar en drama. Por contra, la parte laboral y las amistades de Ignasi quedan en segundo plano.
En resumen, interesante documental sobre un personaje rico en matices que acaba impregnando todo el material con su presencia.
Puede ser una familia “poco habitual”, separada por kilómetros de distancia y con sus dramas diarios, pero una familia más unida y amada que otras muchas de “las normales”.