Aunque cronólogicamente no sea así, ya que I am a ghost es anterior a Haunter de Vicenzo Natali, no está de más establecer una comparativa, ni que sea porque el argumento de base es el mismo, es decir, una peli de fantasmas (o espíritus o como se les quiera llamar) vista desde el punto de vista del ente. Y hasta aquí las similitudes porque donde Natali se estrella en un círculo vicioso de tópicos que consisten en hacer pasar al espíritu por lo mismo que a los seres humanos (sustos fáciles de sonido, giros de guión fraudulentos), H.P. Mendoza, director de I am a ghost, decide con buen criterio que una perspectiva diferente necesita de un enfoque distinto.
Mendoza, arma la película desde una puesta en escena convenientemente artificiosa, teatral, casi autoreferencial, muy en el estilo del teatrillo ficcional del Moulin Rouge de Luhrmann. No obstante el artificio no pasa de aquí ya que no entraremos en anacronimos postmodernos, ni giros esteticistas de cámara. De lo que se trata es de lo contrario, de plasmar el silencio y la congelación del instante por el que deambula el fantasma del título. Un escenario conveniente acogedor en apariencia que se torna frío en cada recoveco, con una sensación de extrañamiento traslúcido. Sí, estamos ante un escenario de irrealidad ficcional, porque no estamos en el plano de lo real, sino en un espacio espiritual o metafísico.
Es precisamente el contexto, la casa, la que “obliga” a tomar consciencia a nuestro fantasma de su (ir)realidad. Los sonidos apagados, los bucles temporales, la repetición «sine die» de la cotidianidad y la sensación de que algo no va bien se van desarrollando suavemente, con un increscendo de sonido que nada tiene que ver con los estallidos del fácil susto sonoro. Más bien aparecen como una lejana canción de cuna distorsionada que toma forma hasta cuajar en lo que más parece una dulce forma de despertar que en una asunción traumática del propio estado.
A partir de aquí la trama se desarrolla con aires detectivescos sobre los comos y los porques, aunque la resolución de su entramado es lo de menos. Lo importante es como Mendoza juega con los códigos de las cintas de casas encantadas sin subvertirlas del todo. Sencillamente dándole un ligero toque de ironía consigue que los lugares comunes del género sean identificables sin caer en el déjà vu del tópico recurrente. Sí, aunque la identifiquemos con una película de terror I am a ghost es voluntariamente divertida gracias sus silencios cómplices y a sus sutiles guiños genéricos.
Está claro que los sustos y el terror acaban por tomar el control de la película, pero sabiamente dosificados, preparando el terreno hasta un clímax final destacable tanto por la dosis de mala leche que muestra como por su cocción previa. Sí, podriamos hablar de muchas películas a las que nos recuerda I am a ghost, y aún así, y este es sin duda su gran mérito, sigue resultando única en su especie. Original, divertida y terrorífica a partes iguales, el debut de H.P. Mendoza demuestra que se puede hacer cine a la contra, sin elitismos ni poses(siones). Un brillante debut de un director al que seguro seguiremos la pista.