De un tiempo a esta parte, el thriller coreano ha diluido parte de sus virtudes en pos de la reiteración de una serie de estilemas y rasgos desde los que incurrir en la cada vez más patente devaluación de su carácter; así, y lejos de los nombres reconocibles en un panorama cada vez más sobresaturado, aquello que en sus inicios podía devenir como un sorprendente y admirable sello característico, ya no necesariamente desde la consecución de sus relatos o la búsqueda de un impacto en la, en ocasiones, aspereza de sus formas, sino recurriendo a unas ‹set pieces› en cierto modo renovadoras, de una personalidad arrolladora, lleva años subsistiendo como una suerte de estéril ‹déjà vu› que rara vez rompe con ese conformismo en el que parece haberse instaurado el género.
En ese sentido, volver sobre lo histórico, invocando así los escenarios de un revisionismo que ha arrojado las veces resultados de lo más estimulantes, y apelando igualmente a un marco muy determinado como es el del cine de espionaje, parecía una decisión pertinente desde la que intentar acometer el género mediante una perspectiva, si bien conocida, cuanto menos sugestiva dentro de los parámetros de un contexto socio-político mucho más enriquecedor que Lee Jung-jae ya expone desde sus primeros minutos.
No obstante, y aunque Hunt. Caza al espía consigue plasmar en ese terreno un cierto desencanto que irá tomando relieve con el avance del film —y que, dicho sea de paso, se antoja indisociable dentro del género, ya en obras indispensables como El topo o El espía que surgió del frío; aunque su reflejo suele encontrar formas más atenuadas en el thriller coreano—, no logra obtener una progresión que dote de la cohesión necesaria al film.
Es obvio, pues, que con el debut de Jung-jae estamos ante una de esas piezas donde priorizar un espectáculo que encuentra su punto álgido en un tercer acto desmedido y sin concesiones, pero tan manifiesto como que en ningún momento descuida unos cimientos, los sugeridos por ese marco histórico, desde los que abordar motivos mucho más interesantes que son los que dotan de cierta corporeidad a la cinta, evitando así una planicie que, pese a deducirse de una propensión en torno a lo artificioso de las tramas adheridas a su envoltura como película de espionaje, cuanto menos es capaz de matizar ciertos aspectos relativos al devenir de sus personajes centrales.
Y aunque en alguna ocasión resulte evidente que no son más que el ensamblaje con el que desarrollar su faceta genérica, un tanto anquilosada por un aparato narrativo excesivamente caprichoso e interesado, al menos poseen la fuerza necesaria como para dotar de un tono, puede que no siempre concreto y presente, pero como mínimo definidor de unas intenciones que, de algún modo, huyen de la estridencia que sí recogen determinadas imágenes e instantes del trabajo del cineasta coreano.
Hunt. Caza al espía termina siendo una propuesta en cierto modo desequilibrada por su ambición y por una exposición un tanto caprichosa, que pese a todo sostiene el interés en la consecución de un ritmo bien modulado; así, y si bien no adolece de manera tan manifiesta los males que vienen asolando estos últimos años al thriller coreano, se siente al menos presa de un aparato empeñado en constatar continuamente que estamos, en realidad, ante un film de acción que debe pervivir a través de la forma por más que esta engulla el fondo: una problemática acusada durante estos últimos años que puede que no reste efervescencia a piezas como la que nos ocupa, pero sin lugar a dudas tampoco la sostiene más allá del mero pasatiempos.
Larga vida a la nueva carne.