Tras un escarceo nocturno con otro hombre y su posterior regreso fugaz al hogar, Mina, la mujer de Petar, desaparece sin dejar rastro. Este, más centrado en su trabajo que en su vida marital, parece en principio no estar nada incómodo por semejante ausencia. Sin embargo, cuando pasan los días y los conocidos y familiares de la mujer preguntan por su paradero, la búsqueda de excusas se convierte en algo cada vez más complicado…
Humidity (Vlaznost), film serbio dirigido y co-escrito por Nikola Ljuca, demuestra desde sus primeras escenas una firme intención de narrar las miserias humanas que se esconden bajo la fachada de un grupo de hombres de negocios. Petar pertenece a esta esfera y la cámara le acompaña cuando acude a fiestas con sus empastillados colegas, todos ellos con el objetivo de retozar con alguna compañera femenina y salvar así su existencia terriblemente solitaria. Pero Ljuca no se limita a describir la recargada simpleza de sus vidas sino que, con la mencionada desaparición de Mina, toma el vehículo ideal para contarnos qué sucede con el protagonista y su vida de apariencias cuando no consigue encontrar lo único realmente valioso que parecía existir en su paso por este planeta.
Así, Humidity es una cinta que baja al barro emocional para retratarnos comportamientos primitivos que ni siquiera la tecnología (incluso se podría decir que motivados por ella) es capaz de camuflar. Nadie aprecia o siquiera respeta a sus propios compañeros de profesión con los que tantas horas han compartido, ni hablemos ya de aquellas mujeres que intentan llevarse al catre; todos son meros objetos que se utilizan por propio egoísmo de sentimiento a un colectivo y placer sexual respectivamente, pero no porque exista un verdadero impulso detrás de sus diminutas conciencias. Esa es la razón por la que, pasados unos minutos de película, no nos resulta tan extraño el descuidado carácter de Petar respecto de la ausencia de su mujer
Lo bueno de Humidity es que su línea estilística acompaña sin titubeos a la historia que se nos narra. A riesgo de recrearse en la propia vacuidad que parece querer retratar, Ljuca esboza un cuadro de colores turbios, de luces de discoteca que contrastan con los simples hogares en los que estos personajes se refugian. Casi parece una metáfora: están vacíos por dentro pese a que su fachada trate de dar la impresión contraria. La secuencia de sexo que abre el film pronto se denota como lo más palpable de esta agobiante atmósfera de falsedad que tan bien sabe manejar el cineasta de Belgrado. De ahí que rápidamente y sin mediar explicaciones, los que estamos al otro lado de la pantalla seamos capaces de comprender el porqué de esa escena inicial.
No es de extrañar, por tanto, que Humidity se conforme como una obra a la que muchos contemplaremos como si mirásemos tras un cristal, con todas las implicaciones que ello conlleva (actitud de superioridad principalmente). Pero la lectura de estas situaciones va más allá: es la sociedad y el entorno laboral quienes se han encargado de moldear la personalidad de estos seres. Y, por ende, para observar alguna de esas actitudes (tener un finde alcoholizado como sota-caballo-rey del tiempo libre, la constante presencia del smartphone en la mano, el ansia de ascender en la escala social a costa de lo que haga falta….) no hace falta irse a los Balcanes, lo podemos comprobar en nuestro círculo más cercano. Y por eso se echa en falta algo más por parte de la cinta de Ljuca, un impulso extra que nos hubiese invitado a tomar el film no solo como un cóctel de realidad con trama propia que se diluye en la mente nada más alcanzar los títulos de crédito.