Me alegra profundamente incluir en el espacio obras menores de cine maldito una película de uno de mis directores favoritos de todos los tiempos: el maestro Raoul Walsh. Como buen amante del cine negro, del western y del cine de aventuras, Walsh es un referente. Sin lugar a dudas es uno de esos pioneros del séptimo arte que supieron dotar a sus criaturas de un ritmo frenético y ultra moderno, ajeno al paso del tiempo y la obsolescencia, dejando fluir la trama que se le asignaba como un torrente ante los ojos del espectador. Prolífico como pocos, su trayectoria iniciada en el cine mudo y culminada con un magnífico western titulado Una trompeta lejana, abarca más de cien títulos gran parte de ellos rodados con el inconfundible sello de la Warner Bros, hecho éste que incitó el que se le considerara durante años como un artesano sin personalidad adscrito al draconiano ritmo de trabajo de los grandes estudios. Nada más lejos de la realidad.
Alta tensión, también conocida por su título original más ajustado a la realidad Manpower, es una extraordinaria rareza en la carrera de Walsh. El director estadounidense, que de acuerdo al ritmo de rodaje de los estudios filmaba un mínimo de tres películas al año, acababa de dirigir nada más y nada menos que Los violentos años veinte y La pasión ciega y culminaría el año 1941, el mismo de Alta tensión, rodando dos de sus películas más emblemáticas: Murieron con las botas puestas y El último refugio. La cinta hace gala del estilo melodramático que plasmó en La Pasión ciega guardando claros nexos de unión con el cine de camaradería masculina llevada hasta las últimas consecuencias y aventuras en escenarios que ponen a prueba dicha amistad del gran Howard Hawks —precisamente, en mi opinión las películas con la que guarda un mayor parentesco esta Manpower son Sólo los ángeles tienen alas de Hawks y Rivales firmada al alimón por Hawks y Wyler—.
Porque lo primero que llama la atención de Alta tensión es la carencia de elementos criminales propios del cine negro en la trama, teniendo como trío protagonista a tres iconos de este género: George Raft, Edward G. Robinson y Marlene Dietrich. Si esperáis visualizar la típica historia de crímenes, asesinatos y sordidez os llevareis un chasco, ya que Alta Tensión se caracteriza por ser un drama de aventuras en el que se inserta un complejo triángulo amoroso formado por dos amigos de toda la vida cuya amistad se tambalea por la aparición de una mujer que eleva el voltaje del ambiente —en principio fatal, aunque no tarda en reformarse conforme avanza la trama— desestabilizando la fraternal confianza de los dos amigos del alma. Otro hecho destacable y típico del cine de esta época, consiste en la propuesta de centrar la historia amorosa en un ámbito relacionado con una profesión de alto riesgo laboral, en este caso operarios de líneas de alta tensión —similar a lo expuesto en películas como Hombres de presa o Bahía negra—. Ello sirve de pretexto para filmar escenas de rescate en ambientes encolerizados por el viento y la lluvia que elevan los niveles de adrenalina de la acción, algo que no puede faltar en una película de Walsh, a pesar de que en este caso sea la trama amorosa el principal rasgo que identifica el argumento.
La sinopsis podemos resumirla tal como sigue: Hank y Johnny son dos amigos que trabajan reparando cables de alta tensión para una compañía eléctrica. Hank es un hombre menudo y con un negado éxito entre el género femenino, mientras que Johnny es un guaperas, seguro de sí mismo al que no le falta compañía femenina. Tras el fallecimiento de un viejo compañero de cuadrilla en un accidente laboral, los amigos conocerán a la hija del fallecido llamada Fay, una mujer descarriada que acaba de salir de la cárcel tras robar una cartera en un tugurio. Mientras que Johnny inicialmente siente rechazo ante lo que representa Fay, Hank sentirá una atracción instantánea hacia ella que acabará en matrimonio, aun cuando Fay confiesa que no ama a Hank, sino que es por Johnny por el que siente una enfermiza atracción. Después de sufrir un accidente que le obliga a mantener reposo, Johnny pasará su tiempo de recuperación en casa de Hank, lo que suscita que Fay declare su amor a Johnny. Éste, llevado por su sentimiento de amistad inquebrantable con Hank, rechazará inicialmente el ofrecimiento de Fay, pero tras una serie de paradojas y malentendidos acabará venciéndose a su pasión interior, lo cual provocará el enfrentamiento final entre los dos amigos.
Tal como se desprende de la sinopsis, el argumento guarda una gran semejanza con la típica historia de ultraje y pasiones desaforadas al más puro estilo del noir más profundo, en la cual una mujer fatal acaba desencadenando un conflicto entre dos hombres que terminarán presos de sus instintos. En ese sentido la trama se asemeja a películas como El abrazo de la muerte o La mujer del cuadro, si bien diverge de las cintas mencionadas en la ausencia de un elemento mafioso u homicida en su argumento, siendo suplantado el factor criminal por el pulso que se establece entre dos compañeros que pone a prueba la fortaleza de su amistad forjada a prueba de traiciones.
Como buena película de Walsh, Alta tensión se beneficia de un ritmo frenético respaldado en una fotografía en la que predominan los planos medios moldeados por medio de la técnica del plano contra plano, huyendo el director americano de la usanza de escenas largas y del plano secuencia, lo cual acentúa el ritmo frenético a través del empleo de cortes precisos que empalman los acontecimientos sin que seamos conscientes de ello. Se detecta claramente el rodaje en estudio —con maravillosas escenas de noches americanas incluidas— por la extrema ausencia de planos en exterior, recurriendo igualmente a maquetas para filmar las escenas de mayor riesgo. Aunque el género en el que se encuadra el film es el drama romántico, no faltan los elementos típicos del cine de Walsh tales como el sentido del humor caricaturesco de los personajes secundarios (sobresaliendo los míticos Ward Bond y Alan Hale, dos actores de reparto habituales del western cuyos personajes bufonescos aportan la gracia necesaria para airear la atmósfera melodramática imperante) y las secuencias de acción trepidante sustentadas en las misiones de reparación de las líneas de alta tensión asignadas al grupo de operarios que protagonizan el film.
No faltan tampoco escenas de cabaret interpretadas con su habitual suficiencia por Marlene Dietrich, las peleas arrabaleras al más puro estilo Far West y el vigor escénico que siempre confería a sus personajes el gran Raoul Walsh —excepcionales son las charlas de los miembros de la cuadrilla en los bares y vestuarios, que beben de la esencia del cine de los pioneros americanos—. He de señalar que el final de la película, en el que seremos testigos de una salvaje pelea entre los dos protagonistas masculinos de la trama en una torre de alta tensión en medio de una brutal tormenta, es una de las mejores escenas de acción que he visto en el cine de los años cuarenta, de una riqueza cinematográfica al alcance de muy pocos. Los amantes del cine clásico no pueden dejar pasar la oportunidad de encontrarse con esta estupenda y no muy conocida muestra del cine de Raoul Walsh. Seguro la disfrutarán.
Todo modo de amor al cine.