El paso de los años ha relegado a un discreto segundo plano a uno de los grandes directores de la historia del cine: el alemán Robert Siodmark. No hace demasiado tiempo Siodmark era un nombre imprescindible para entender el cine americano de los años cuarenta e igualmente mantenía un reconocido prestigio crítico forjado por su retorno al cine europeo en la década de los cincuenta, regresó que sirvió para legar al cine obras tan imperecederas como Las ratas o El diablo ataca de noche. Basta echar una ojeada a la filmografía del germano para verificar que nos encontramos ante un maestro del cine negro. Suyas son algunas de mis obras favoritas del noir: Forajidos, El abrazo de la muerte, La dama desconocida, A través del espejo, El sospechoso, Pesadilla así como una de las cumbres del cine de suspense La escalera de caracol y para rematar el repaso merece la pena reseñar esa extraordinaria película que mezclaba con mucho tino la comedia con el cine de piratas que fue El temible burlón.
Siodmark fue un virtuoso que dominaba todas las facetas técnicas asociadas con el arte cinematográfico. Sus obras se revestían de una atmósfera tenebrosa y funesta dominada por el mundo de las sombras en las que una fotografía muy influenciada por el expresionismo alemán dotaba a sus films de una belleza pictórica próxima al mundo de las pinturas negras de Goya. Siodmark perteneció a la generación de europeos emigrados a EEUU que poseían una visión pesimista del mundo (el hecho de haber tenido que huir de la persecución nazi en su país, así como las inmoralidades observadas en primera persona tienen mucho que ver en ello). La hipocresía, el egoísmo, la avaricia, la imposibilidad de alcanzar el sueño americano desde la bondad así somo la general desconfianza en el ser humano y en los mecanismos de la sociedad para arreglar los problemas del mundo son temas presentes obsesivamente en sus mejores películas americanas. En ese sentido, sus obras se asemejan temática y estilísticamente a las cintas negras de los cuarenta de Fritz Lang. Resultaría complicado asignar la autoría de La mujer del cuadro, Perversidad, Forajidos o El sospechoso a Lang o Siodmark sin conocer de antemano quien fue su creador original.
El caso de Thelma Jordon es una de las películas menos visitadas de la etapa americana de Siodmark. Pertenece a la época tardía de este período ya que fue de las últimas cintas que Siodmark rodó en EEUU antes de su retorno a Europa. Sin embargo, aunque este hecho pueda hacer entender que nos encontramos con una película menor de Siodmark (es este el motivo por el que la hemos incluido en el apartado obras menores) para mí es una de sus mejores películas. Sin duda una más que agradable sorpresa que resume una forma de hacer cine que posteriormente se perdió: la del melodrama romántico de ambientación muy negra. Son muchas las referencias que podemos usar para catalogar a El caso de Thelma Jordon: desde ese gran melodrama noir cada vez más de moda que es El extraño amor de Martha Ivers (con la cual la cinta reseñada comparte femme fatal protagonista, es decir, Barbara Stanwyck), pasando por la trama enrevesada y pérfida de Perdición (otra vez la Stanwyck aparece en escena), del mismo modo podemos sentir parte de influencia de los sacrificados amores de madre de otro gran melodrama noir como es Mildred Pierce y finalmente debido a la utilización del recurso judicial en la trama podemos comparar la cinta con otras obras que usaban el mismo esquema como The Accused, El justiciero (obra menor de Elia Kazan que espero incluir en breve en esta sección) o Ellos no creen en mí.
Si bien lo comentado en el párrafo anterior puede inducir a catalogar la cinta como una historia convencional mil veces vista y realizada en los dorados años cuarenta, en mi opinión El caso de Thelma Jordon es poseedora de una personalidad propia, la cual es adquirida gracias a la impagable labor de Siodmark que consigue suministrar su estilo formal a cada secuencia y a la química que desprende la pareja protagonista: el reivindicable secundario que fue Wendell Corey (poseedor de una belleza distraída y a la vez inquietante) y la sublime Barbara Stanwyck que dibuja un personaje en principio manipulador y maquiavélico (a lo Martha Ivers) gracias a su penetrante y fría mirada, para finalmente culminar de un modo radicalmente distinto en términos morales al creado en la cinta de Lewis Milestone.
La sinopsis se resume de la siguiente manera: Cleve Marshall (Wendell Corey) es un hombre acomplejado y gris que gracias a los hilos movidos por su poderoso suegro (un aclamado juez de la ciudad) ha logrado ocupar un puesto como ayudante del Fiscal del Distrito. Su vida es anodina y monótona. No le gusta su trabajo, no ama a su mujer y le asfixia el control ejercido por su suegro que no duda en interponerse a cada instante en la relación de Cleve con su sumisa esposa Pamela. La infelicidad y aburrimiento que reina en la vida de Cleve sufre un punto de inflexión cuando éste conoce por casualidad a Thelma Jordon (Barbara Stanwyck), una joven sobrina de una adinerada anciana del lugar que acude a la oficina de un investigador para denunciar un intento de robo. Thelma confundirá a Cleve con el investigador y éste se sentirá inmediatamente atraído por la sencillez y belleza de Thelma, con la cual iniciará una instantánea relación amorosa.
Thelma se muestra como una mujer frágil que perseguida por la mala suerte se ha visto obligada a huir de una vida alocada y de un novio mafioso que la obligaba a prostituir su dignidad en casinos y locales de juego. La fascinación y pasión que Cleve siente por Thelma se irá acrecentando hasta que una fatídica noche se produce el asesinato de la rica tía de Thelma, presuntamente provocado por un ladrón que ha entrado en la mansión para robar las joyas de la anciana. Thelma acudirá a Cleve para que la ayude a enmascarar el lugar del delito, temerosa de que las pruebas la incriminen ya que sus huellas se hallan por toda la habitación. Sin embargo todos los indicios apuntan a que Thelma (la cual se convirtió en fechas próximas al asesinato en la única heredera de la fortuna de su tía) está implicada en el caso de asesinato por lo que es arrestada por el Fiscal del Distrito acusada de asesinato.
Las cosas se complican aún más cuando Cleve consigue que le asignen el caso como abogado acusador. Cleve deberá optar por elegir entre su deber como funcionario público o su profundo amor por Thelma a lo que hay que añadir su implicación como cómplice en la ocultación de pruebas del lugar del crimen. Sin embargo el avance de la investigación demostrará a Cleve que Thelma no es la mujer inocente e ingenua que parecía ser por lo que el abogado se enfrentará a una encrucijada donde solo hay dos resoluciones.
A través de este argumento tan manido, Siodmark describe con eficacia y maestría las indecencias ocultas en la clase media constructora del American Way of Life. Partiendo de un inicio muy melodramático en el que se expone con clarividencia la esclavitud que acarrea ejercer un trabajo tedioso y la ausencia de amor y vínculos afectivos en la propia familia, Siodmark elabora una cinta compleja y turbia en la que la ambigüedad y el suspense ganan claramente la partida al romance originario. El autor alemán traza una historia que recorre los sinuosos caminos de la sospecha y la mentira que arrastran a la perdición la tranquila y soporífera existencia del personaje masculino protagonista, el cual es empujado hacia la desgracia por los tejemanejes esbozados por la bella fémina que le alegra la existencia. Sin embargo, como ya habíamos comentado, lejos de la decadencia moral que acompañaba al personaje de Martha Ivers, Thelma es en realidad una mujer atrapada por su pasado que al igual que Cleve ha sucumbido a las redes del amor. Siodmark proyecta, gracias al final de la cinta, una bella metáfora sobre el poder autodestructivo y doloroso del amor, evidenciado en el acto de sacrificio que Thelma lleva a cabo para proteger al amor de su vida.
Igualmente Siodmark denuncia la falta de libertad de ese autodenominado paraíso de la libertad que fue la sociedad estadounidense de post guerra motivado por la presencia de rígidos y autoritarios convencionalismos sociales que impedían el desarrollo del espíritu libre y del libre albedrío. Una sociedad que reaccionaba en contra de toda muestra de independencia y rebeldía devorando a los insurrectos que se osaban a traspasar la línea establecida por la moralidad americana. Si todos estos ingredientes no son sufientes para hacer atractivo el visionado de la cinta, culmino la reseña resaltando la brutal escena final que pone la guinda al pastel ideado por Siodmark. De un realismo y violencia difícil de encontrar en otras cintas de la época, la secuencia del accidente automovilístico que acontece en las postrimerías del metraje es de las escenas más impactantes que recuerdo haber visto en una cinta de cine negro. Esto unido a la fotografía expresionista con gusto por los opresores espacios cerrados, la sensacional puesta en escena plena de perfección técnica y las hipnóticas interpretaciones de todo el elenco (con especial mención a la gran Barbara Stanwyck) convierten a El caso de Thelma Jordon en una cinta más que interesante de visionado imprescindible para los amantes del cine negro clásico.
Todo modo de amor al cine.