La enorme calidad fílmica de la obra de Stanley Kubrick, que ha dejado un puñado de obras para la posteridad, ha hecho que uno de sus primeros trabajos pasase a un inmerecido olvido. El beso del asesino supuso el segundo film del director después de su reconocida insatisfacción con su ópera prima, esa Fear and Desire que siendo su primera incursión en el cine bélico fue tal el descontento que le produjo al propio Stanley que él mismo se encargó de que la mayoría de las copias del film desapareciesen. Por lo tanto, no es descabellado considerar a El beso del asesino la primera película auto-reconocida de Kubrick, en lo que además fueron sus pasos iniciales en el ‹noir› justo un año antes de rodar una obra maestra absoluta del género, la majestuosa Atraco Perfecto.
Para la realización de El beso del asesino Kubrick se auto-impuso la condición de hombre orquesta encargándose de diversos apartados del film, algo que a lo largo de los años se asentaría como una tremenda ‹rara avis› en su obra. Además de la dirección, el director de La Naranja Mecánica llevó a cabo las labores de producción, fotografía, montaje y guión, como mandan los cánones del bajo presupuesto y saliendo bastante bien parado en la mayoría de esas funciones. La narración nos traslada a la etapa crepuscular de un boxeador a punto del retiro (un Frank Silvera que ya venía de trabajar con el director en la anteriormente citada Fear and Desire) que desde su apartamento ve como su flamante vecina es atacada por un hombre que luego resultará ser su jefe. El hecho unirá las vidas de la pareja protagonista, estando su relación hasta ese momento establecida como un devenir de miradas y leves insinuaciones además de hacer entrar al acabado boxeador en una espiral de hechos que pondrán incluso en peligro su vida.
La película avanza a través de ciertas constantes del ‹noir› sobre todo en lo que a aspectos formales se refiere, no siendo así algo tan palpable en su desarrollo estético y narrativo. Y es que un guión algo insulso y plano es sustituido por un inmenso torbellino visual con el especial cuidado que Kubrick le da a la composición del plano, la fotografía, la iluminación y puesta en escena. La película hace residir su encanto en la originalidad del planteamiento de ciertas secuencias (con un mimo enorme por cosas habitualmente desaprovechadas como el fondo de escena y la ambientación del mismo) que además de elevar la condición ‹noir› del film dejan auténticos derroches de calidad tanto en la recreación de algunas de las secuencias de acción, así como los pequeños trucos de cámara (excelente utilización de espejos, del sufrimiento latente en los rostros de los protagonistas y de la utilización un plano general que pasa a componer una de las escenas visualmente más bonitas de la cinta) que llegan hasta proponer una claustrofobia dentro de ese grupo de viviendas donde se desarrolla la acción.
A pesar de su endeble guión (siendo claramente el punto más flojo de la propuesta, con una fallida celeridad en el diálogo y unos estereotipos malamente disimulados) la película conquista por su enorme atractivo visual, además de algunos recursos narrativos (dentro del ‹flashback› inicial, en uno de los puntos de la historia se vuelve a recurrir a esa táctica de forma gratificante y enriquecedora) que perfeccionan su decorativa estampa. El rodaje por las calles de Nueva York (sin permiso, cabe añadir) también ofrece la caricatura ‹noir› de la ciudad que nunca duerme que complementa enormemente su particular ‹look›. El beso del asesino posiblemente sea una película que, sin venir firmada por quien viene, es fácil que estuviese destinada a caer en el más profundo de los olvidos. Hoy en día, a pesar de ser considerada por una amplia mayoría como una película muy menor dentro de una obra plagada de auténticas joyas del séptimo arte, la cinta se emerge como las primeras y originales pinceladas de la inquietud cinematográfica y la potencia narrativa y visual de una de las figuras más representativas del cine, un Stanley Kubrick que al año siguiente comenzaría escribiendo su leyenda con una obra maestra como Atraco Perfecto dentro de unos terrenos primeramente explorados en esta enriquecedora experiencia visual llamada El beso del asesino.