1. Declive, ¿Obra menor?
Lo primero que se evidencia tras la visión de Declive (Downhill, 1927), quinta película realizada por Alfred Hitchcock, es que Don Alfredo tenía muy claro ya por aquel entonces de que manera quería contar las cosas; también aquellos temas que le preocupaban, inquietaban y obsesionaban. Tanto en el plano narrativo-visual como en los asuntos que se tratan, Declive (también conocida como Cuando los niños/chicos salen de casa”) es una obra cien por cien «hitchcokiana», pese a que argumentalmente parezca justo todo lo contrario: no se trata de un film de suspense, no aparecen asesinatos o crímenes ni huidas interminables a ninguna parte, sino que se trata más de la crónica de la autodestrucción y decadencia de un joven (Ivor Novello) narrada en cuatro actos.
De hecho, el guión es una adaptación de un drama teatral firmado por el propio Novello, protagonista estelar del film, y por Constanza Collier —bajo el alias combinado “David L’Estrange”— que había disfrutado de un éxito moderado en el Reino Unido durante el 1926 , en parte debido a la gran cantidad de fans feméninas que seguían a Novello; todo un sex-symbol de la época. El joven actor y Collier habían colaborado previamente en la obra de teatro de éxito The Rat, una versión de la película que fue dirigida por Graham Cutts para Gainsboroug Pictures, productora británica para la que Hitchcock realizó Declive. Aunque Hitchcock había anunciado que se iba de Gainsborough Pictures y había firmado un contrato de tres años con British National (que pronto se convertiría en British International Pictures ), todavía le quedaban un par de meses restantes en su contrato de Gainsboroughpor lo que aceptó dirigir a Ivor Novello, una vez más. Su anterior film The Lodger (A Story of the London Fog, 1927) —conocido en España como El enemigo de las rubias— había sido todo un éxito en Gran Bretaña por lo que Don Alfredo decidió volver a intentarlo, aunque el drama teatral original no tuviera nada que ver con el film anterior (éste sí más cercano al suspense o al misterio y a los gustos del realizador). Sin embargo, es evidente que Hitchcock no quiso realizar una obra teatral filmada sino una película, basada más en lo visual y en el montaje cinematográfico que en el texto, por lo que es difícil adivinar como sería el original literario. De hecho, aunque se trata de una film mudo, apenas se utilizar rótulos para contar o hacer avanzar la historia.
Por eso, lo más valorable de del quinto film de Hitchcock sea precisamente como supo aportar su toque especial a una trama tan alejada, en principio, de sus señas de identidad. Sin embargo, como ya señalé al comienzo de la reseña, en Declive podemos apreciar temáticas y soluciones visuales que aparecerán en sus films posteriores y más importantes.
2. Temas «hitchcokianos» I: El falso culpable
Con respecto, en primer lugar, a las típicas obsesiones hitchcockianas se obsevan dos muy claras; por un lado, el tema de la culpabilidad o del falso culpable (esencial en gran parte de su filmografía) y por otro, el tratamiento de las mujeres. No olvidemos tampoco su interés por temas escabrosos o sexualmente muy elevados para el público de la época.
El planteamiento inicial de la historia no puede ser más claro: Roddy, un joven estudiante de éxito y muy bien considerado por todos (rector, sus compañeros, su padre) carga con las culpas de un amigo por protegerlo de las terribles acusaciones de una lianta, con la que ambos mantienen una relación a tres. En este caso, el falso culpable lo es por decisión propia aunque semejante decisión provoqué que su vida cambie por completo: es expulsado del «college», se marcha de su aristocrático hogar familiar e inicia un descenso a los infiernos que provocará su autodestrucción.
Aunque la culpabilidad, tanto falsa como real, forma parte en mayor o menor medida de los mejores titulos de su filmografía, dos son los films con los que podemos conectar más directamente al personaje de Roddy: por un lado, con el sacerdote interpretado por Montgomery Clift en Yo, confieso (I Confess, 1953), que asume una culpa que no le corresponde, y con el Falso culpable (The Wrong Man, 1956), protagonizado por Henry Fonda, ya que una falsa acusación provoca el desastre en su vida y, sobre todo, el desequilibrio mental de su mujer (Vera Miles). En contraste con las dos excelentes creaciones de estos dos monstruos del cine clásico, la intepretación de Novello se nos antoja un tanto limitada e inexpresiva, en ocasiones cercana al cine de Bresson, y que resulta más eficaz debido al apoyo visual o los aciertos de montaje, que potencian magistralmente sus momentos de angustía o sus conflictos interiores.
3. Temas «hitchcokianos» II: La presunta misogina
Algunos críticos tachan de misogina al creador de Marnie, la ladrona (Marnie, 1964); acusación un tanto injusta, desde mi punto de vista, ya que su actitud en este film al menos tiene más que ver con el miedo hacia el otro sexo que al odio: en esta película las mujeres son casi todas muy malas y aparecen en todas sus facetas (camarera lianta y embustera, madre comprensiva y cariñosa, «femme fatale» caprichosa y manipuladora, «madame» dominante y castradora, etc.). No es aborrecimiento lo que el realizador muestra hacia la mujer, sino un miedo atroz hacia ellas, un temor que las presenta como peligrosas. La caracterización de la mayor parte de estas mujeres resulta cercana al expresionismo o al cine de terror; incluso cuando son atractivas se nos antojan unas brujas diábolicas de las cuáles es mejor alejarse lo más rápido posible.
4. Temas «hitchcokianos» III: Escabrosidad y sexualidad
Relacionado con los aspectos anteriores, encontramos también en Declive, el gusto por parte de Don Alfredo por temas especialmente escabrosos —o considerados así en su momento—, presentes en la odisea personal de Roddy. A partir del momento en el que éste desciende por las escaleras del metro, el joven se convierte en amante y admirador de una actriz de vodevil, relación admitida y tolerada por un actor maduro, verdadera pareja de la dama. ¿Cómo se simboliza esta turbia relación a tres bandas?: cuando el joven Novello entra en el camerino de la actriz, el “marido” permanece sentado en un sillón con orejeras de espaldas a la pareja, mientras ambos filtrean descaradamente.
Otro punto sexualmente muy atrevido para la época en la que el film fue realizado sucede en el tercer acto de la historia, cuyo inicio está simbolizado, por un ascensor en el que baja un Roddy derrotado y desilusionado, tras su trágica peripecia romántica con la actriz, hacia un sótano incierto. En esta ocasión, el joven ejerce de «gigolo» en un sordido aunque elegante local de alterne. El que considero como uno de los momentos más patéticos e inquietantes del film tiene lugar durante a conversación que Roddy mantiene con una mujer triste y fea hasta la repugnancia; la anciana no deja de mirarlo con ojos de deseo, y éste le responde con “bonitas” frases amorosas —justo las que ella quiere escuchar—, repetidas mil veces de manera mecánica, y que suenan tan falsas como faltas de autenticidad (teniendo en cuenta que el film es mudo); la escena transcurre siempre ante la mirada vigilante y amenazadora de la gruesa y monstruosa «madame» del local.
5. Hallazgos visuales y narrativos
Los hallazgos visuales o narrativos que aparecen en Declive son innumerables y asombrosos. Muchos de ellos, aparecerán a lo largo de su extensa filmografía, incluso en sus últimas películas; enumerarlos todas resultaría una tarea tan aburrida como inútil, más propia de una tesis que de una breve reseña de Cine maldito. Señalar simplemente que la mayoría de ellas tienen que ver con aquellos momentos o situaciones en las que se intenta expresar la angustía, la soledad, la amenaza, el desamparo o la tristeza de los personajes, sentimientos complejos expresados de manera magistral cuando la cámara adopta el punto de vista del sujeto, como un texto narrado en primera persona, o a través del montaje “tramposo” de secuencias en las que, con frecuencia, se oculta algún elemento al personaje en cuestión pero no al espectador. A destacar en ese sentido, el último tramo del film que transcurre en el interior de un barco y en el que Roddy sufre mareos y alucinaciones terribles; entonces es cuando la historia alcanza su cenit y sus momentos más súblimes sobre todo en el plano de diseño, realización y montaje.
Escenas estupendamente resueltas que nos evocan momentos clave de films tan reputados como El proceso Paradine (The Paradine Case, 1947) —cuando el abogado interpretado por Gregory Peck descubre el engaño del que ha sido objeto y la cámara sube hacia arriba mostrando lo pequeño y ridículo que se siente en la sala de juicio— o Vértigo (De entre los muertos) (Vertigo, 1958) -los sueños alucinados del detective Scottie/James Stewart-, por citar los dos ejemplos más evidentes.
Muy interesante artículo; por si os interesa, Alfred Hitchcock es uno de los protagonistas de la novela gráfica «Divitos y coleando»; está en fase de captación de mecenas, pero podéis descargaros libremente el capítulo dedicado al genio inglés y si os gusta apoyar el proyecto en este enlace: http://libros.com/crowdfunding/divitos-y-coleando/