A lo largo del último tercio del siglo XX Miloš Forman fue el abanderado del cine checoslovaco merced al descomunal éxito logrado por el checo en los Estados Unidos, fundamentalmente gracias a dos títulos legendarios: Alguien voló sobre el nido del cuco y Amadeus. Si bien su carrera en su país natal fue muy escueta. Limitada a cuatro títulos, todos ellos más que interesantes, su filmo adscrita a la nueva ola checoslovaca se ajustó a esa visión corrosiva, crítica y observadora de la realidad social de su país hincando el diente en esa juventud desencantada que trataba de sobrevivir en un contexto opresor mostrando pues los intentos de esos jóvenes e ingenuos protagonistas de sus historias (incluyo aquí también ese rotundo éxito internacional que fue ¡Al fuego bomberos! protagonizado por esos niños con arrugas anclados ya al final de su etapa laboral) por formalizar sus sueños en medio de un paisaje gris y carente de esperanza. A pesar de narrar epopeyas más bien deprimentes a Forman hay que agradecer sus intenciones ciertamente satíricas y repletas de humor negro, punto que convertía a sus películas en comedias negras pintadas con colores absurdos y trascendentes.
En este sentido reluce la extraña ópera prima del maestro. Pues Concurso emerge como una especie de falso documental vertebrado por dos mediometrajes independientes escritos por Forman en colaboración con su amigo y compañero de academia Ivan Passer, dando la sensación de que estamos contemplando un ejercicio realizado como trabajo de fin de carrera que como una obra con objetivos comerciales. Y es que el film triunfa como un experimento fílmico condimentado con ingredientes cotidianos y disparatados albergando la ilusión de establecer un fino retrato de esa mocedad condenada a caminar por un alambre de espinas y totalmente alienada por los vientos de emancipación que sonaban más allá del telón de acero. Unos jóvenes desorientados, carentes de referentes, vagos, absortos en su propio aburrimiento que desfilan sin ningún rumbo coherente por los campos y calles de una Checoslovaquia gris orgullosa de sus tradiciones pero temerosa de lo que deparará el futuro.
La cinta se divide en dos segmentos. El primero arrancará mostrando a un grupo de jóvenes moteros jugueteando con sus vehículos en la mitad de un campo en una competición caótica cuyo objetivo más bien consiste en pavonear las habilidades de los susodichos motoristas con la finalidad de llamar la atención de las chicas que observan con atención este heterodoxo ritual de apareamiento. Acto seguido la cámara desembocará en una sala donde está teniendo lugar un ensayo de orquesta dirigido por un veterano director de métodos autoritarios y directos. Se trata de una banda de música aficionada integrada por una combinación de juventud y veteranía difícil de mezclar. En paralelo Forman también ilustrará la formación de otra banda rival liderada por otro director más joven que parece dictar sus mandatos más desde un enfoque colaborativo basado en el trabajo en equipo. Haciendo gala de un montaje en paralelo muy atractivo, Forman desgranará los dos tipos de administración vertidas por los jefes de grupo: el amparado en la cultura del miedo y la severidad y el guiado por la cultura de la confianza en el buen hacer del equipo evitando en todo momento las amenazas y órdenes estrictas al estilo histrión exhibidas por el cabeza de la primera banda.
Con una puesta en escena más típica de un documental que de una película de ficción, Forman irá dando pistas poco a poco sin necesidad de recurrir a un guión lineal. Así descubriremos que en cada una de las bandas ha habido una deserción, ya que dos jóvenes trombonistas decidieron abandonar a sus compañeros en su competición de cierre de temporada prefiriendo pasar la tarde haciendo gamberradas con sus motos. Una vez descubierta la sedición los jóvenes serán despedidos por rebeldía de sus respectivas bandas acusados de vagancia y poco compromiso. Sin embargo, la incongruencia que compone la condición humana permitirá que los marcados limpien su mancha acudiendo a la llamada de la banda rival, necesitadas ambas de un especialista de trombón, por lo que el pecado será sanado gracias a otro pecado del mismo signo. La eterna condena de un ser humano sentenciado a vivir en una sociedad donde nada cambia, todo sigue igual a pesar de nuestros esfuerzos o tropelías.
El segundo vector, de mayor metraje, retratará un concurso organizado por una estrella de la farándula checoslovaca con la intención de descubrir a un nuevo talento musical entre las jóvenes de su país para firmar un contrato de cantante en un prestigioso teatro de la ciudad de Praga. Una especie de Operación Triunfo a la checoslovaca. Con la misma estructura de documental de ficción del primer episodio, Forman rastreará los sueños e ilusiones de unas jóvenes sin talento que buscan cambiar un rumbo sin perspectivas de ningún tipo, vociferando con un tono ridículo algunos de los grandes éxitos del swing. El autor de El escándalo de Larry Flynt no tendrá piedad, situando la cámara en un plano fijo, desnudando las vergüenzas y también algunas virtudes de las diferentes concursantes que pasan por el atril. Casi sin cortes y con un realismo de fábrica marca de la casa, observaremos a una multitud de candidatas cantando, tocando diversos instrumentos, desafinando, perdiendo su dignidad, conquistando la atención con su talento… Una gama de muchachas diversas: feas, guapas, despeinadas, paletas, modernas, talentosas, ridículas, miedosas… Entre ellas una bisoña adolescente que abandonará su labor en una clínica de pedicura engañando a su jefe indicando que debe presentarse como testigo en el juicio de divorcio de sus padres y una cantante de un grupo pop (interpretada por la segunda esposa del director Vera Kresadlová) que en el último instante tomará una medida drástica y sorprendente.
Toda una radiografía de esa juventud checoslovaca dibujada por Forman de forma sublime sin trampa ni cartón. Pues Concurso —que así se titula este segundo capítulo— se eleva como una película ficcionada con un guión estructurado pero empapado de improvisación, legando a las protagonistas reales que recorren el escenario del film la verdadera sustancia que moldea el espíritu anhelado por el autor de Ragtime. Un alma que absorbe la vida real sin solapas ni proclamas secundarias. Un arte popular que no populista, que apuesta por lo sencillo sin complicarse para nada la existencia.
En una entrevista sobre la película Forman indicó que se inspiró en un concurso que había tenido lugar en Praga organizado por el teatro Semafor de esta misma ciudad. El maestro quedó fascinado por la galería de personalidades que desfilaron por las candilejas. Niñas que anhelaban ser princesas, pueblerinas sin ninguna virtud para la música, adolescentes tímidas que parecían forzadas a presentarse a una quimera. Confesó en esta entrevista que se sintió muy incómodo observando este cruel desfile de indignidad y por consiguiente decidió cincelar una fábula corrosiva pero a la vez muy pegada a la realidad con el fin de dar luz a este acto de oscuridad.
Concurso presenta todas las virtudes de un trabajo casi amateur. Su perfil documental empapado por la improvisación y la captación de escenas cotidianas sin guión alguno, la naturalidad que desprenden los actores no profesionales, la verdad inherente a un marco sin cerrojos que detalla una sinuosa metáfora alrededor de la asfixia que atrapa a una juventud que desea limar las rejas de una cárcel invisible vigilada por la tradición y por esos mayores temerosos de los cambios. El rodaje estuvo caracterizado por la escasez de medios, casi sin instrumentos típicos de un rodaje profesional. Las complicaciones que surgieron por este motivo incitaron a la genialidad de unos técnicos que hicieron auténticos juegos de malabares para poder sacar adelante el proyecto con un resultado más que bueno. Sin duda el ambiente de compañerismo, de buen rollo y de ilusión que se siente en cada fotograma consiguen encumbrar una ópera prima que a pesar de sus ciertas penurias consiguió cosechar la maestría de dos pipiolos alumnos de la escuela de cine checoslovaca llamados Miloš Forman e Ivan Passer que se lo pasaron en grande, y con ello nos lo hicieron pasar a nosotros, con este uno de sus primeros pellizcos dentro del panorama cinematográfico.
Todo modo de amor al cine.