El cineasta Danis Tanović se hizo mundialmente conocido hace 15 años por No Man’s Land (En tierra de nadie), ganadora del Oscar a mejor película extranjera en el 2001. A partir de entonces ha mantenido una carrera donde ha compaginado trabajos en Bosnia, su país de origen, con otras producciones foráneas.
Ahora regresa a la cartelera española para ofrecernos Hotel Europa, una adaptación libre de la obra teatral Bernard-Henri Levy, pero con su particular mirada, al igual que hizo con el libro de Ivica Đikić en Cirkus Columbia (2010).
Antes de entrar a hablar de la película, es curioso el revulsivo cinematógrafo que ha supuesto el centenario del atentado del archiduque Francisco Fernando a manos de Gavrilo Princip y que marca, de manera simple y sin matizar nada, el estallido de la Gran Guerra, luego conocida como la I Guerra Mundial. Sin ir más lejos, hace año y medio pudimos disfrutar en el Festival de Cine de Sarajevo de la nueva obra de Jasmila Žbanić, titulada One Day in Sarajevo, que adquiere junto con la película de Tanović una visión más profunda sobre sobre el significado hoy en día del atentado, con un circo mediático por la conmemoración, donde, 100 años después, se sigue debatiendo sobre si Gavrilo Princip fue un héroe o un asesino dependiendo de donde se posicione cada uno, mientras la Unión Europea se pasea con su vacías proclamas bonitas sobre prosperidad o fraternidad que ya nadie cree.
Ambas películas, desde tratamientos bien diferenciados en lo formal y las fórmulas, comparten algunas ideas y planteamientos.
La película de Tanović nos sitúa en un hotel de Sarajevo que sigue aferrándose al recuerdo de los Juegos Olímpicos de invierno de 1984, momento añorado siempre en la población de la ciudad. Pero lo cierto es que ese hermoso recuerdo ya es sólo eso, un recuerdo. Nos encontramos en el día de la conmemoración del atentado de 1914, y al hotel van a llegar representantes de la Unión Europea para sus discursos vacíos y bonitos. En el hotel encontramos cuatro historias bien diferenciadas, cada una en una planta del inmueble.
En el sótano están instalados unos mafiosos (auténtico poder en la sombra), mientras que en la planta baja y la recepción, los trabajadores del hotel piensan realizar una huelga porque llevan dos meses sin cobrar. A una de las suite llega un ilustre personaje que comienza dar un discurso delante del espejo sobre lo que significa la conmemoración mientras es espiado en secreto por la seguridad del hotel, y en la azotea una presentadora de televisión (Vedrana Seksan, actriz que siempre asocio al Festival de Cine de Sarajevo, donde presentaba las películas y tuvo que “sufrir” a Cristi Puiu) realiza una serie de entrevistas, entre las que destaca la de un joven serbio que lleva con orgullo el mismo nombre y apellido que el asesino del archiduque del imperio austro-húngaro.
Con estas historias y los problemas a los que se enfrentan los personajes, la película acaba siendo una patética representación de la realidad actual europea. Un edificio aparentemente majestuoso, pero que apenas sobrevive y donde en su interior los problemas están a punto de estallar.
Danis Tanović se vale de planos secuencia siguiendo los entresijos de los personajes que deambulan por el edificio. Tanto en la suite del huésped extranjero como en la azotea, lo que encontramos es un relato más discursivo, que puede echar para atrás a algunos espectadores. Se dan datos bien mascados, pero resulta interesante esa confrontación en la azotea entre dos mundos. Ella, la bosnia abierta y él, el odio que sigue presente en la sociedad y que cada 50 años acaba destruyendo todo lo que encuentre a su paso. Mientras, la historia que se desarrolla entre los trabajadores del hotel, destaca por huir de ese relato discursivo y se nos presente un drama diario, víctimas de una vieja Europa que muere. Y que muere siempre en Sarajevo, como nos recuerda el afamado huésped de la suite en ese monólogo interminable en francés, que la seguridad del hotel no entiende por las barreras de la lengua y porque bastante problemas tienen ellos en casa.
La cinta se sigue con interés en todo momento, y Tanović construye en la trama de los trabajadores en huelga y la contra-ofensiva del director del hotel a sus personajes más interesantes, más humanos. Tal vez la lección «moral» que la recepcionista aprende al final de la cinta sea demasiado obvia, pero tiene suficiente espacio para desarrollarla como para que no deje indiferente. También se encuentra en el personaje de dicha recepcionista los momentos dramáticos mejor llevados.
Hotel Europa, Smrt u Sarajevu en su título original (Muerte en Sarajevo), cumple a la perfección la visión que su cineasta tiene de su país y de Europa, donde el odio al otro parece resurgir cada 50 años como un reloj que marca la hora. Donde nunca se aprende nada. No se evitó los campos de exterminio y la lección no sirvió para evitar Srebrenica, o la guerra en el Este de Ucrania. Hablando de Bosnia, por boca de la presentadora de televisión (que bien podría ser la representación de las opiniones del propio Tanović) ella muestra su hartazgo por la eterna doble mirada con que la historia se observa desde el país balcánico.
Todo acaba de manera precipitada, tal vez en una resolución que no termina de estar a la altura de todo lo anterior visto, pero el conjunto tiene suficiente poso para salir del cine con la cabeza baja mientras se reflexiona sobre lo expuesto por su cineasta.
Y decía Tanović en una entrevista La Vanguardia que él se sentía optimista.