«Todo hombre ha de enfrentarse a aquello que desea evitar»
Holy Spider (Ali Abbasi, 2022)
Aunque sea un tópico, este largometraje me ha dejado sin palabras. A través de una historia basada en hechos reales, Ali Abbasi, en una coproducción internacional, muestra un episodio crudo de la sociedad iraní de principios de siglo. En la ciudad santa de Mashhad, una periodista tratará de investigar los feminicidios que, como un fantasma, asolan la ciudad.
La obra de Abbasi es un claro ejemplo de una sociedad corrompida por unos valores dogmáticos. La periodista pronto se dará cuenta que las autoridades del municipio prestan poca importancia a los asesinatos en serie. Es una película durísima, donde los feminicidios son filmados con una ferocidad no apta para todos los públicos. En términos formales, la película se reproduce sobre todo por la noche, cuando el asesino empieza su jornada. Como algunos críticos también han comentado, tiene ecos a un cine sucio y políticamente marcado.
Para mí, la película trata de hacer visibles los contrastes. Un solo hombre es el culpable del asesinato en serie de tantas prostitutas que merodean el centro de la ciudad sagrada de Mashhad. Él se excusa alegando al carácter religioso del lugar y la suciedad que atribuye a las prostitutas. Como él mismo dirá al juzgado: «Estoy loco por Dios». Parece que su juicio está nublado por unos valores que tampoco llega a entender, al igual que una buena parte de la sociedad, la cual abraza su causa al ser condenado. El largometraje deja mal sabor de boca, nos deja heridos. Vemos la crudeza real del discurso social, ignorante del sufrimiento de las mujeres asesinadas. Es ejemplar el momento de la noche donde una mujer, antes de ser asesinada, grita y la respuesta del público durmiente es: «Dejad de hacer ruido, que son las tantas». ¿Es tolerable admitir esto ante gritos de socorro? Para más inri, de lo único que se avergüenza el hombre es de no haber asesinado jamás, y la sociedad lo respalda.
A mi parecer, este tipo de historias son fundamentales para recordar y tender puentes con el pasado del cual formamos parte, en cierta medida. El discurso mítico del progreso “esto es el siglo XXI” solo nos sirve para cegarnos ante una realidad que destruye vidas y convierte ciudades y paraísos en ruinas, como se advierte en La filosofía de la historia de Walter Benjamin. La mirada hacia nuestras sombras es amarga y esconde un dolor inmenso, mas es necesaria para saber situarnos en nuestro presente.
Necesitamos la historia de forma análoga a como la entendía Nietzsche: no nos interesa la historia de salón, ya que sus respuestas sirven al poder que ha ido perpetuándose a través de los ciclos históricos (tal y como se puede atisbar en el discurso fácil de las masas, glorificando al asesino); pero es crucial aprehender la historia para entender sus mecánicas y poder transformar el presente. Como narra Goethe, quien no conozca su historia desde hace 2500 años, está condenado a vivir en las tinieblas y sólo vivir de día. En la misma línea, es un síntoma claro que el hombre moderno, al perder el contacto con el pasado, se ha vuelto incapaz de encontrar su lugar en la historia.
El durísimo thriller de Ali Abbasi es una muestra clara de lo difícil que puede ser volver la vista hacia el pasado. Sus hazañas sangrientas nos hacen pensar que estaban locos o, al menos, poco cuerdos. Si llegamos a entender, de una forma completa, las mecánicas que rigieron los sucesos, de las cuales somos herederos, tal vez podremos evitar futuras masacres en nombre de cualquier ente abstracto: ya sea este el bien, la libertad o la divinidad.