El chorlitejo patinegro vs. procesos de construcción en tu zona local.
Holy Shit! nace de un ‹revival› cinematográfico, lleno de guiños a películas divertidas, exageradas, escatológicas e incluso fantásticas que consigue que se le pegue un poco de la energía que desprenden todas sus antecesoras. Eso es más que un logro cuando la repetición burlona aparece a través de discretas semejanzas que, a fin de cuentas, te hacen reír. Lukas Rinker ha ido de lleno con su debut en el largometraje a lo mollar: al Saw que debe reconstruir sus recuerdos sobre la marcha a través de pistas para sobrevivir y al Burial de espacio reducido al máximo para sofocar su minimalismo (y también sobrevivir), empujando desde lo más profundo de una fosa séptica algo de humor entre rancio y ácido que marida perfectamente con la situación del protagonista. Porque la gracia de Holy Shit! es encontrarnos encerrados junto a Frank, arquitecto de profesión, dentro de un ‹policlean› —baño portátil, para entendernos— perdido sin saber el dónde ni el porqué. La película se sucede en el interior de un cubículo en el que nos movemos estratégicamente alrededor de Frank, que está inmovilizado y herido —básicamente ensartado en una barra de hierro cual pinchito de carne— y que parte de la absoluta incomprensión de su propia situación. El espacio crece y decrece a su antojo para poder maniobrar un plan de escape de tan minúscula cárcel añadiendo poco a poco nuevas dificultades como una cuenta atrás, inhibidores de señales telefónicas y explosiones, dándolo todo para ensanchar el espectáculo.
La idea podría parecer manida, pero Lukas Rinker sabe dominar la situación remando siempre a favor de la comedia. Para ello recurre a pequeños ‹flashbacks› que alimentan la historia sin salirse ni un momento de la situación, solo por dar forma a los recuerdos de Frank, del mismo modo que disfruta de algunas alocadas visiones y ensoñaciones para decorar el turbio asunto que allí le mantiene, solo por dar ritmo e imaginería a algo que podría haber derivado en asfixia y que sin embargo es una absoluta locura. Holy Shit! se basa en ambiciones ajenas, problemas políticos y medioambientales, rencillas laborales y mucho morro para conseguir que todo resulte dinámico. Aunque he hablado de las referencias a films sobre encierros, son muchos los guiños al cine en general, desde el Wilson de Náufrago en forma de tapa de WC hasta el propio Harry Potter reencarnado en una activista con animal fantástico incluido, pasando por los viajes a través de los infiernos fecales de Trainspotting; son esos pequeños detalles que gustan por la simple reinterpretación del concepto ‹pop›.
Nos mimetizamos en esta absurda cuenta atrás viendo peligrar la vida de un arquitecto enfrentado a su posible extinción por el mero hecho de haber necesitado pasar por el baño antes de un gran acontecimiento. La película se mantiene mezclando la hilaridad con una pizca de imposibilidad bien llevada, que convierte a un simple mortal en una especie de McGyver improvisado, teniendo en cuenta, además, que no es todo mérito de un imaginativo guion, también hay gran pericia estructural consiguiendo que un pequeño cubículo esté lleno de rincones en los que explorar nuevas ideas, mientras el exterior, a modo de eco, interpela la acción principal para sacarle todavía más jugo a la situación. Con Holy Shit! podemos esperar cualquier cosa, y aún así seremos bendecidos con una película desacomplejada, emocionante y alocada a partir de la mínima expresión. No defraudará al que se atreva a acercarse a ella.
Podéis ver Holy Shit! en Filmin:
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