Holy Emy (Araceli Lemos)

Ante un tema tan manido como el despertar en el mundo de los adultos, las consabidas ‹coming of age› donde todo director novel tiene algo que opinar, la griega Araceli Lemos ha querido dar un punto de vista algo diferente pero igualmente conciliador con otras muchas cineastas contemporáneas. En su Holy Emy busca una voz que no parte necesariamente de sus propias vivencias adolescentes aunque sí sepa aplicar todos tipo de temas recurrentes que se puedan asociar a los cuerpos cambiantes femeninos.

Partimos del singular mundo de Emy, quien da título al film, una joven filipina afincada en alguna zona costera de Grecia que se enfrenta a dos mundos que parecen no casar: la conservadora y religiosa comunidad filipina que cuida tanto de ella como de su hermana mayor y la aprovechada y moderna comunidad griega que supone una tentación para la familia. Algo que podría relatar un estudio social sobre estilos de vida enfrentados se reduce a la mínima expresión debido al pequeño entorno que abarca Emy, donde solo unas pocas personas interaccionan con ella. Los tintes de terror no se hacen esperar en una historia donde el ‹holy› tiene un sentido literal: dispuesta a aprovechar el tirón del costumbrismo y el exotismo, la directora otorga a Emy una evolución física que vampiriza su carácter. La joven llora sangre y reacciona ante los tejidos muertos devolviéndoles momentáneamente su fulgor. Con todos estos estímulos entremezclados, Holy Emy traza paralelismos entre la emancipación física y la aceptación cultural en lugares extraños, funcionando mejor sobre el papel que en pantalla.

Emy se muestra como una persona reservada y enfadada con todo su entorno al no encajar en un lugar concreto, mientras su hermana se presta a abrazar ambos mundos para seguir adelante, arrastrándola para que sea una más. En ese sentido nos encontramos con largas escenas donde el silencio de Emy frente al ahora es una constante, adjuntando a pequeñas pinceladas momentos sórdidos que reclaman nuestra atención, pero que no siempre consiguen su objetivo. Aún así, se percibe un atrevido ciclón de acontecimientos donde contrastar la espiritualidad eclesiástica y la ancestral, con esa alerta que provoca el traslado de creencias fuera de su propio hogar, radicalizadas y mal entendidas sin un contexto. También se explota, por otro lado, todo lo relacionado con la maternidad y la sexualidad, en la mirada de Emy y en el cuerpo de Teresa, buscando fusionar varios puntos de vista entre las dos hermanas para explorar ese paralelismo entre la naturaleza y las creencias, rompiendo algunas barreras para provocar un discurso místico dentro del despertar femenino.

Holy Emy dispara en muchas direcciones y convive con la rabia interna de Emy, que se encuentra fuera de lugar frente a quienes reniegan de sus cualidades curativas como si fuese una herramienta del mal, y a quienes desean aprovecharse monetariamente de las mismas, mientras el caos crece a cada paso que da para reafirmar su propia identidad. Araceli Lemos quiere en realidad crear un thriller de terror a partir de una persona que intenta encontrar su camino una vez rompe los lazos con la niñez, generando una respuesta sintomática, física y proverbial que en otras ‹coming of age› se trazaría de un modo más íntimo, menos visual. Nos encontramos a una poderosa Emy capaz de manipular la vida y la muerte en un momento de desconexión con todo aquello que la rodea, pasando de la joven que no encaja en ese pequeño panorama de grupúsculos hostiles a la mujer que domina los sentimientos y la naturaleza al aceptar el sentido de sus propias raíces como algo imprescindible. A falta de un pequeño empujón para que todo empaste con más soltura, Holy Emy es un grito generacional diferenciado en un momento de abuso alrededor de un mismo tema común entre debutantes.

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