«Si pasas la mayor parte de tu vida recibiendo órdenes o besando culos, si te acostumbras a la jerarquía», critica Bob Black (abogado y anarquista estadounidense), «te convertirás en un pasivo-agresivo, sado-masoquista, servil y estúpido, y llevarás ese peso a todos los aspectos del resto de tu vida». Si hay una estructura jerárquica en la sociedad esa es, sin lugar a dudas, el ejército. El nuevo largometraje de David Zonana es una crítica rauda pero inteligente a la violencia sistemática que sufren miles de jóvenes en el estratificado ejército mexicano.
La trama se articula mediante la historia de Luis, un joven de los pueblos ancestrales originarios de América que entra al Colegio Militar para conseguir un mejor futuro. Durante toda la obra, Zonana pretende capturar la terrible sumisión a la que se ven sometidos, un sistema jerárquico en el que los mayores humillan constantemente a los “potros” recién llegados. Zonana no se limita a ilustrar un caso particular sino que, con profundidad cinematográfica, arroja luz sobre la forma de ser inherente a la estructura militar mexicana. La película se erige como un espejo reflejando la sumisión asfixiante a la que los “potros” recién llegados se ven sometidos, una realidad grotesca donde los superiores humillan a sus subordinados en un acto de poder enfermizo.
Para abordar este tema, lo común hubiese sido hacer un ensayo y publicarlo en forma de libro. Sin embargo, hay fronteras que el pensamiento o la razón pura no pueden atravesar, son las fronteras de lo sensible. Zonana, con esta obra, consigue exponer y poner a la vista aquello que de otra manera pasaría totalmente desapercibido, aquello que, en definitiva, perdemos de vista. Es la realidad en su radical inaccesibilidad. Lo que trata de mostrar es la humillación que sufren constantemente los más jóvenes por una enfermedad de poder, de dominio de los que supuestamente están arriba.
Michel Foucault, en su obra Vigilar y castigar, ofrece un amplio estudio de esta forma de ser de los ejércitos. Desde la modernidad, se ha creado el «ejército perfecto, de la masa disciplinada, de la tropa dócil y útil, del regimiento en el campo y en los campos, en la maniobra y en el ejercicio» (Vigilar y castigar, p. 156). Foucault hace una crítica a las raíces mismas de la estructura militar. La única forma de soportar el aparato jerárquico que se ha formado y permitir que el mismo exista es mediante la disciplina militar fundada en el castigo. Pero advierte Foucault:
«Ahora bien, el castigo, en la medida en que debe hacer que se manifieste a los ojos de cada cual el crimen en toda su severidad, debe asumir esta misma atrocidad, debe sacarla a la luz por medio de las confesiones, de los discursos, de los carteles que la hacen pública; debe reproducirla en las ceremonias que la aplican al cuerpo del culpable bajo la forma de la humillación y del sufrimiento.» (Vigilar y castigar, p.53)
Se humilla mediante castigos durísimos a los “potros” desobedientes o simplemente a algunos escogidos de forma más o menos aleatoria para enmudecer a los demás, que no se atrevan a hablar. Y desde el silencio, surge Heroico, un ejercicio raudo, pero muy bien pensado para hacer ver lo que de otro modo quedaría en silencio. Con planos evocadores y personajes casi planos, la obra señala con maestría las injusticias arraigadas en una estructura militar anacrónica. Como un dedo acusador, la película de Zonana desafía el ‹statu quo› y revela la verdad incómoda que yace en la penumbra de la jerarquía militar. Esto es, sin duda, algo “heroico”.