Heretic – Hereje (Scott Beck, Bryan Woods)

Heretic se basa únicamente en una cuestión de fe. De principio a fin. Debes creer para convencerte de todo lo que ocurre, al mismo tiempo que esa creencia es juzgada constantemente. Es cierto que Scott Beck y Bryan Woods se saben manejar en espacios cerrados, con Haunt (2019) llevaron al sadismo el ideal de casa del terror, que siempre da mucho juego, mientras manipulaban los traumas de los allí presentes. Ahora adoptan una pose más seria y solemne sin dejar de lado ese interés por juguetear con el espectador en esta nueva película desde el momento en que eligen a Hugh Grant, el galán imperfecto de decenas de comedias románticas, como el tipo raruno.

Entre esas ansias por jugar, nos plantamos en un principio frente a dos chicas jóvenes y monas que pasan de sus polémicas declaraciones sobre sexo y genitales masculinos al buenismo más propio de aquellos obligados (teológicamente) a poner la otra mejilla. Dos chicas aparentemente normales, anodinas, que cuelgan sus nombres en sendas identificaciones como misioneras mormonas, y que tienen como objetivo diario el compartir la palabra de “su” fe. Una diurna visión de dos de sus protagonistas que nos acerca a cierta candidez y despreocupación para evadirnos de cualquier peligro (anunciado en el título, al menos para dos personas religiosas) que esté por llegar. Ya imbuidos en eso de la ambientación, el cálido día se va maleando hasta tomar el aspecto de tormenta furiosa para compensar el desvío dialéctico presentado.

En modo novela de Agatha Christie, y no porque exista un asesinato que se deba esclarecer, la tensión se adapta precisamente a todo lo que se comenta. La cámara nos va incitando a quedarnos con ciertos detalles de lo que en esa casa, tras esa puerta a la que llaman con cita previa, va a suceder. Lo que empieza con un intercambio relajado de comentarios sobre lo que es la fe para unos y para otros, se vuelve en una especie de juego del ratón y el gato sin intención alguna de ocultar las dobleces de este enfrentamiento. Somos conocedores, por necesidad, de lo oscuro que es todo lo que rodea a ese dinámico y entregado interlocutor que es el Señor Reed —el personaje al que da vida Hugh Grant— y, aún así, solo queremos saber un poco más del lugar hacia donde nos quiere llevar.

Hay una parte central ajena al terror hacia el que se dirige que es muy interesante, ya no por la charlatanería en la que se intentan cuestionar todas y cada una de los modos en los que diferentes culturas y religiones han entendido la palabra Dios (el tipo que cambia de forma y de estímulos pero que siempre repite las mismas constantes) sino por la manera de introducir dicha tesis. Grant desborda su propio personaje con su firmeza, y las dos jóvenes que le acompañan (Sophie Thatcher y Chloe East) saben mantener el tipo en sus cambiantes papeles —una vez una es fuerte, otra vez una duda, pero retozan con soltura en esta especie de partida de ajedrez—. Le sigue entonces una parte más afín a la locura que ya presentaron en Haunt, realmente madurada para la ocasión, donde la negrura comparte espacio con esta intención de poner en duda cualquier ápice de rigor en el mundo de las religiones y las sectas. Los directores se dejan llevar y el ‹tour de force› se les va de las manos al querer comprimir en un último sprint demasiados temas y posibilidades dentro de esta misma historia, donde lo mismo vale jugar a ser Dios terrenal que ser fanático de los rompecabezas de M.C. Escher, dejando que el tipo intrigante sea de repente un demente y las muchachas resabidillas deriven en superheroínas dentro de sus posibilidades. Aún así, es plenamente disfrutable, una de esas oportunidades de ver a gente fuera de lugar donde a unos les impactará el modo en que juzga los pilares de algunas de las religiones más potentes, y donde otros verán en esto simple palabrería previa al festival desatado que promete por momentos. Todos van a tener algo que decir al terminar de verla, porque en algún momento de Heretic, está claro que dejarás de sentirte indiferente. Es lo que tiene la fe.

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