El cine mexicano sigue creciendo con la llegada de Heli, que apadrinada por Carlos Reygadas y ganadora del premio a Mejor director en Cannes, vira entorno a una corriente más europeísta que incluso toma fijaciones muy presentes en el ideario de algunos cineastas del viejo continente. No obstante, Escalante es capaz de imprimir un sello bastante personal que se podría decir queda cuasi marcado por los atributos e interpretaciones de su elenco central. En ellos, el mexicano no parece buscar una enorme dosis de empatía para con el espectador, sino más bien un cierto carácter identificativo a través de sus rasgos.
Para ello, Amat Escalante abre en Heli diversos frentes que nos llevan a relatos casi enfrentados: el del protagonista del film y la cada vez más apagada relación con su mujer, con quien ha tenido un hijo recientemente que, entre otras cosas, ha enfriado ese vínculo, y la de su hermana, Estela, que ha iniciado una relación con un soldado cadete mayor que ella con el que sueña poder estar mucho tiempo, incluso cuando él le proponga huir (algo que ella no concibe) tras vender un material incautado. Ambas situaciones no perturban, en un principio, el seno familiar, que mantiene esa cotidianidad, sumida en la rutina y lo mundano, y sólo resquebrajada por los ligeros deslices cometidos por Estela ante una relación absorbente y, en especial, con el estallido inicial de una violencia que romperá esa (falsa) armonía retratada de un modo cuasi inconsciente.
Con una violencia cruda e intensa como puntual, e incluso desnaturalizadora del relato, no es de sorprender que Heli haya generado debate, pero lo cierto es que las intenciones del director son claras con respecto a una secuencia central que se puede escindir del resto de escenas violentas del film, que huyen de esa perspectiva más invasiva en la que incluso el seno familiar observa y participa en ese acto. La función de esa escena es, de hecho, evidente: claro punto de ruptura del film que marca las pautas de un último tramo en el que las consecuencias de esa agresión brotan de un modo psicológico y definitorio para sus protagonistas, e incluso redefinen los límites de una violencia que ya no se volverá a mostrar del mismo modo.
En base a ello, es interesante como Escalante juega con los roles de los distintos personajes, tornando al supuesto defensor de la ley y el orden en brazo ejecutor, y a la víctima irreflexivo atacante tras las secuelas de una situación asfixiante que el autor de Los bastardos define mediante un tono áspero y una realización en cierto modo orgánica.
Pero, lejos de lo que podría parecer, Heli no solo se mueve únicamente entorno a ese acto violento, y en lo que parece ser un giro perverso, el sexo también forma parte como elemento reestablecedor de una relación de la que se nutre el film, no en vano el cineasta en ningún momento la deja de lado, e incluso cuando está inmerso en temáticas que difieren de ese punto, vuelve al mismo para establecer una conexión inevitable en la que también toma partido esa situación vivida por Heli, el protagonista, y a través de la cual cierra el círculo del modo más comprensible: devolviendo a sus protagonistas esa humanidad y entusiasmo perdidos durante un trayecto donde la violencia aparece en todas sus formas y parece estar siempre presente: ya sea por medio del propio acto en sí o mediante un simple televisor presente en el comedor de un salón cualquiera.
Larga vida a la nueva carne.