Una de las películas que mejores sensaciones dejó en mi memoria en la pasada edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla, fue la islandesa Heartstone. La cinta cuenta la transición de dos amigos al mundo adulto, en un difícil cambio, rodeados de un entorno hostil y rudo, en una pequeña comunidad donde todo se sabe y se susurra sobre el vecino de al lado. Un enclave impregnado de virilidad y donde no hay lugar para lo femenino.
En este lugar, también lleno de paisajes de ensueño, nuestros dos amigos pasan el día juntos, entre risas, juegos y visitas a la única tienda del pueblo donde tomar un refresco. Þór y Kristján disfrutan de un verano evadidos de sus respectivas casas, que no pueden ser más difíciles.
En el hogar de Þór viven su madre y sus dos hermanas mayores que le hacen la vida imposible. La ausencia de una figura paterna es visible, pero se crea un universo propio, bien diferenciado del resto del pueblo; una de las hermanas parece haber asumido un rol más masculino, mientras la otra hace gala de una exquisita sensiblería ante el mundo. La madre intenta sacar a la familia adelante con varios trabajos, mientras se niega a sentirse una mujer vieja y abandonada, para disgusto de sus hijos. Bien pensando, el hogar de Þór es un pequeño oasis en el lugar.
Él mismo debe hacer frente al contraste entre el hogar y el mundo que le rodea. Vemos a Þór frustrado por sus hermanas mayores. Al fin y al cabo, comparte habitación con ellas mientras inicia su despertar sexual, cosa harto difícil y confusa. Porque no parece fácil intentar tener un momento para uno mismo y su cuerpo cuando las hermanas entran y salen en sujetador para mayor confusión del chaval, vaya. Sí, desde luego, Þór se siente como el último mono en su casa. Siempre rabioso, parece no saber como contener su ira y suele tomarla, curiosamente, con las mujeres que viven con él. No encaja en ese mundo, se siente fuera de lugar. En el exterior, la cosa no es mejor. La tribu que son los chavales de su edad no ayudan, en un mundo donde la masculinidad es entendida sólo de una única forma posible.
Þór es un chico algo aturdido por esta situación en su crecimiento personal y su curiosidad sexual. Él es nuestro protagonista, quien lleva el peso de la historia. Pero también está Kristján, su fiel amigo.
Desde el principio observamos a Kristján de manera diferente. La situación en su casa es totalmente contraria a la de su amigo. Su padre acaba de pasar una noche en un calabozo acusado de darle la paliza a un viejo amigo que se sospecha que es maricón. Uso esa palabra porque está flotando en el aire durante toda la película. Como chiste, como insulto, como algo inofensivo. Como un mundo oculto al que no debe uno ni acercarse. Está ahí, señalando la delgada línea que no puede atravesarse. Es algo que se aprende de pequeño. Su casa es la casa del hombre de verdad, ese que se va de caza y nunca abraza al hijo, teniendo a una mujer totalmente anulada. Kristján sueña con vivir en una casa como la de su amigo, a donde va siempre que puede. De hecho, los amigos rara vez van a otra casa que no sea esa.
La historia nos lleva por caminos ya andados por otros cineastas, donde los lugares comunes suelen lastrar este tipo de relatos. Heartstone nos recuerda que todas las historias están contadas, pero siempre se puede contar lo mismo de manera diferente. La construcción de personajes, la dualidad entre el mundo femenino y masculino, el despertar sexual de la adolescencia, la profunda y sincera amistad y, sobre todo, el descubrimiento de la homosexualidad y la aceptación de la misma, son los temas principales de la película, sin olvidar la xenofobia, la ignorancia, los espacios pequeños que asfixian, el peso de la tradición, el contraste rural vs. urbano, o incluso la hipocresía, están presentes en el relato.
Y es que muchas de las escenas se sienten reales, ayudado por unos personajes llenos de grises y detalles que los enriquecen. La historia del chico y su primer amor va parejo a la historia de su mejor amigo que descubre su sexualidad y cómo este último intenta ocultarlo hasta anularse como persona.
Podría haber sido lo de siempre. Y en parte cuenta lo de siempre, pero su responsable se nutre primero de un guión bien armado, lleno de ideas y detalles que no necesita remarcar constantemente pero que están presentes en todo momento. Y desde la dirección juega a contar la historia desde los ojos de Þór, por mucho que el auténtico drama lo viva su amigo y en muchas escenas estemos más pendientes de él que del protagonista que cuenta la historia.
Hearstone se alza como un drama intimo, que toca el cielo en varias escenas, ayudado a un desarrollo de personajes completo y hasta complejo. Su parte final se nutre de un aire irrespirable hacia los dos amigos, acusados de aquella palabra que puede decirse siempre en cualquier momento, pero que nadie debe atravesarse a confesar.
Las reacciones en los dos hogares son bien diferentes. El mundo femenino de Þór parece comprender cosas que la ostentosa virilidad en la casa de Kristján no pueden siquiera concebir (de hecho, la hermana “sensible” de Þór es el único personaje que logra ver lo que ocurre realmente, y lo acepta con total naturalidad. Es la única que no dice “maricón” y por el contrario emplea la palabra “gay” sin connotaciones negativas), por mucho que nuestro protagonista no encaje ni se sienta comprendido en su casa. Sí, las chicas también pueden ser crueles. En el exterior el rechazo es general, aunque nuevamente parece que las chicas van dos pasos por encima de la tribu, que son los chicos de la edad de Þór.
La sensibilidad que transmite la cámara, el cariño con el que trata a sus personajes… todo ayuda a entrar en una película que, como decía, puede sentirse muy cercana, incluso demasiado. Al fin y al cabo uno puede verse reflejado en lo que sucede en pantalla, hasta en diferentes épocas de su vida.
Pero Heartstone está, ante todo, poblada de miradas. De deseo, de miedo, o de rabia. A veces todo mezclado. Todo es un baile de miradas que vienen y van, que se mezclan con los paisajes del exterior o con las tenues luces del interior. Todo está contado a fuego lento, poblado de escenas que funcionan a la perfección, como ese encuentro en una tienda de camping entre los dos amigos y otras dos chicas.
Sí, puede que dentro de un tiempo aún recuerde a la película islandesa por las miradas que habitan en ella. Se sienten sinceras.