Ganadora del Premio del Jurado de la sección Una Cierta Mirada del pasado Festival de Cannes, Harmonium se revela como una de las grandes sorpresas ocultas del cine producido en 2016. Una película hipnótica, inquietante y compleja como pocas que incomprensiblemente pasó desapercibida en la cosecha de estrenos del pasado año en nuestras salas. Pues nos encontramos ante una obra con todos los ingredientes precisos para triunfar y hacer carrera comercial reservando todo su aroma para los fanáticos del cine asiático más demoledor.
Partiendo de una premisa que pudiera parecer muy explotada próxima al telefilm vespertino, Kôji Fukada supo tejer una fábula familiar terriblemente oscura y perturbadora, sin emplear para ello ningún tipo de artificio impostado. Apoyándose únicamente en el silencio, en la contemplación sin ruido de la vida cotidiana entre las cuatro paredes del nicho residencial donde tendrá lugar la mayor parte de la acción así como en una frialdad seca y escalofriante que pone los pelos como escarpias merced a su esbozo realista. Todo este engranaje confiere a su envoltorio una mirada deprimente trazada con una prosa trágica y apaciguada cuya sustancia requiere el total compromiso de un público al que no le espante ese ritmo tedioso cocinado a fuego muy lento característico de la cultura oriental.
La película se estructura en dos capítulos claramente diferenciados. El primer vector narrará la llegada al seno de una acomodada familia japonesa del extraño y ascético Yasaka, un hombre de pocas palabras que arribará preguntando por el marido Toshio con quien parece le unió algún vínculo en el pasado. Éste acogerá al recién llegado como a un hermano ofreciéndole cobijo y trabajo en el taller del que es encargado. La irrupción de este personaje de costumbres rutinarias y temperamento distante alterará la quietud presente en la residencia que Toshio comparte con su bella mujer Akié y su pequeño vástago Hotaru, quien se encuentra ansiosa por la obligación de tener que preparar un concierto escolar donde deberá tocar una pieza con ese melodioso instrumento que es el armonio.
Poco a poco conoceremos quien se esconde detrás del disfraz de Yasaka, un antiguo yakuza que acaba de salir de la cárcel tras cumplir una condena por asesinato y en cuya fatalidad tuvo mucho que ver el aparentemente pacífico Toshio, viejo camarada de fechorías que abandonó a su suerte a su amigo huyendo del lugar para finalmente construir una idílica familia a la que Yasaka no pudo optar. Pero lejos de mostrar una actitud revanchista, el invitado se integrará en la convivencia formando a la pequeña Hotaru en el arte del armonio y desatando la tórrida atracción de Akié quien ante las múltiples ausencias de su marido comenzará a observar a Yasaka como a un cómplice con el que verter sus horas de aburrimiento y soledad.
Pero un desgraciado incidente, que Kôji Fukada se encargará hábilmente de ocultar dejando de esta manera que sea el espectador quien debe aventurar que pasó realmente, derivará en la huida de Yasaka tras producir accidentalmente, o no, una tetraplejia a la inocente Hotaru al coincidir con ella en un apartado parque cercano a su residencia.
Este hecho desencadenará una elipsis. Dándose inicio al segundo segmento de la historia ocho años después, mostrando a un matrimonio devastado por la culpa que a duras penas mantiene con vida a su dependiente hija, siendo el único propósito de éstos para continuar adelante encontrar a Yasaka y así averiguar que ocurrió el día de autos. Todo se complicará con la llegada al taller de un imberbe joven poseedor de un talento innato para el dibujo, que se presentará como el hijo secreto de Yasaka que fue abandonado por su padre dejándolo al cuidado de su madre. Un final escalofriante y a la vez consecuente con los actos no redimidos por Toshio será el desencadenante de esa justicia poética que caerá del cielo ajusticiando a esos inocentes con las manos sucias por sus actos cometidos en el pasado.
Con una cadencia serena que muestra una clara tendencia a encadenar las diversas escenas a través de planos fijos solo corrompido este punto gracias al empleo de unos hermosos travelling traseros filmados con steadicam, Harmonium hace gala de una textura intencionadamente monótona e impactante conservada a lo largo de todo el metraje por un Fukada que adoptará la figura de un fino artesano preocupado por el más mínimo detalle con el fin de estructurar un film capaz de dialogar por medio de sus imágenes así como por una puesta en escena minimalista recargada de simbolismo.
En este sentido la atmósfera de policíaco basado en la presencia de un huésped parasitario deseoso de chupar la sangre de sus víctimas expoliando lo más preciado por su enemigo tornará hacia un sendero propio del melodrama japonés tiznado de negrura con ciertos guiños a ese cine de terror donde lo implícito triunfa sobre los elementos más sensacionalistas. La turbiedad inyectada por Fukada irá empapando con mucha pericia el ambiente, estableciendo una especie de partida de ajedrez donde las piezas se agitarán en un sentido con el objetivo de mantener el interés del espectador sin lastrar por ello la trama con complejos giros que no llevan a ningún lado.
Como en los buenos thrillers la información no surtirá con toda la fluidez que cabría esperar, apareciendo por sorpresa y a cuentagotas merced a pequeñas cápsulas lanzadas por el narrador para evitar caer en incoherencias y fallos de continuidad. Cosechando de esta forma un dulce tan amargo como pleno de congoja. El film ostenta un montaje que no hace aguas adornado por una fotografía coloreada en tonos pálidos situando la cámara en la ubicación precisa para granjear una magnética profundidad proporcionando el marco escénico exacto para que los actores puedan desplegar su talento emocionando con sus miradas, gestos y padecimientos a ese público que asiste a los acontecimientos expuestos con la mirada de un voyeur. Y es que la cinta se eleva como uno de esos cuentos cargados de amoralidad que lanzan una afilada mirada en contra de la hipocresía presente en esos matrimonios ejemplares que acabarán convirtiéndose en un cementerio opresor devorando la felicidad de sus ingenuos integrantes.
Esto es Harmonium. Un apasionante trayecto a través de los enigmas del estamento familiar que expone ese vacío epidérmico que castiga a quienes corrompen las normas de convivencia. Una cinta que plantea muchas cuestiones para las que desgraciadamente no parecen existir respuestas que tranquilicen nuestro ánimo. Absolutamente recomendable.
Todo modo de amor al cine.