Si hay un producto que, en tiempos de un individualismo extremo, puede poner de acuerdo a todo Cristo, ese es Hard Way: The Action Musical, mediometraje de Daniel Vogelmann. El carácter reconciliador de esta obra reside precisamente en la variedad loca de elementos que el director de Munich pone en juego, estableciendo un campo de batalla en el que una revolución, que impone un matriarcado tras derrotar a un empresario líder mundial, se ve amenazada por un equipo militar que canta y baila canciones que, apoyadas en ritmos que van del pop más casposo hasta improvisaciones-aborto de hip-hop, hacen olvidar el verdadero objetivo que motiva al jefe de la misión en la que se encuentran: rescatar a Zack, un compañero homosexual que se le declaró minutos antes de que comenzase la guerra.
Un ejercicio muy postmo este de Daniel Vogelmann, que recicla una gran cantidad de elementos y tópicos pasados y recientes que habitan en el imaginario colectivo para elaborar un pastiche que, en sus excesos voluntarios y muy medidos, consigue alcanzar un grado de ironía que, si no puede abrir ni horadar muros, ni molestar a nadie en definitiva, al menos sí logra que nos riamos de los discursos establecidos y sintamos el vértigo, aunque sea desde lo cómico y asomando tan solo las narices, que produce la conciencia del saltar entre fragmentos. Una chanza que, expandiéndose hasta el punto de atacar a los tópicos del género desde el propio «hablar del cine desde el cine» en una secuencia delirante, resulta atractiva y corrosiva a partes iguales. Una manera de descolocar y producir la risa que intenta cubrir los vacíos a los que da lugar la ausencia de respuesta, al fin y al cabo.