Antes de pasarse por Dinamarca para rodar Redención (la última película de la serie dedicada a los casos del Departamento Q), Hans Petter Moland ya había transitado los territorios del thriller escandinavo en su anterior trabajo, Uno tras otro (In Order of Disappearance). Dos obras que han servido, junto a otras anteriores como Un hombre bastante bueno, para convertirle en uno de los especialistas más fiables en el género de los últimos años. Destaca al mostrarse como un director experimentado y capaz de mezclar distintos géneros dentro de uno solo sin con ello dañar el resultado final de su obra, a veces centrando la mayoría de la trama en la comedia negra y otras en el thriller, y en otras ocasiones mezclando ambos géneros y creando obras atractivas e incómodas llenas de escenas que dejan ver no sólo a un realizador comprometido detrás de ellas, también un hombre capaz de dotar de mayor personalidad títulos que en manos de otros no ofrecerían la misma fuerza visual ni el mismo ritmo imperturbable y frío.
Zero Kelvin es su segunda película, la primera donde colaboraría con Stellan Skarsgård y la segunda con Gard B. Eidsvold (tras The Last Lieutenant), dos actores habituales dentro de una filmografía que se debate entre la autoría propia y el cine (un poco más) convencional. La mayor parte del metraje de Zero Kelvin ocurre sobre la nieve y el hielo de Groenlandia, el año que murió Lenin, y se centra en tres hombres que se dedican a cazar animales para vender todas las pieles recolectadas a una empresa noruega que les visita en barco una vez al año. Uno de esos hombres, Larsen (Eidsvold), acaba de llegar para formar parte de la remesa de hombres curtidos por el frío glacial, después de que su novia rechazara su propuesta de compromiso. Él es un poeta y toca el violín, sus dos nuevos compañeros llevan años viviendo solos en una cabaña donde cada uno sobrevive a su manera.
Un detalle que lo marca todo, al inicio de la cinta, y que sirve para desarrollar una relación a tres liderada por Randbæk (el personaje interpretado por Stellan Skarsgård), el gran hallazgo de Zero Kelvin, un tipo desagradable y miserable lleno de un mundo interior roto, con destellos que dejan atisbar una persona triste que se esconde y se protege detrás de sus propios escombros. Entre él y el joven escritor pronto se dará un roce complicado que variará entre la paz y la guerra en cuestión de minutos. Todo sobre una tierra adversa, un paisaje desolador y realizando una labor penosa que se lleva a cabo con precisión austera. Tanta que, como espectador, nunca sabes si sentir lástima por todos ellos o desprecio por la mayoría.
Como segunda película de Hans Petter Moland, el resultado global es ciertamente positivo, de una compleja y encarnizada crudeza. La violencia de las imágenes se da también y sobre todo en el interior de cada personaje, cuya búsqueda de la nada más gélida no evita nunca el sufrimiento al tener que enfrentarse a los fantasmas propios a diario, a los nuevos y a los viejos siempre. Una huida hacia adelante que termina por estancar e impedir la armonía o la concordia.
Randbæk: Las mujeres aprovechan la oportunidad cuando pasa. La tuya también. «Nuestro amor tiene que ser libre». Ese «libre» significa que puede haber alguien más. Si se pone cachonda contigo, se pondrá cachonda con otros también. Si te chupa la polla es porque le gusta. Así que también le gustará chupársela a otros. Así es la naturaleza femenina.
Larsen: Ella me ama.
Randbæk: ¿Amor? ¿Qué es eso? Ella te quiere porque «eres el hombre más comprensivo que he conocido». ¿No crees que quiere decir que eres el hombre más indulgente que conoce? Para perdonarle sus pecados. Y un día, mira… un día se cansará de esperar.