Quizás por la necesidad de adaptarse a las demandas de las salas de cine o festivales, o quizás porque el público busca un tipo de historia más desarrollada, los mediometrajes no suelen tener mucha cabida en las pantallas contemporáneas, pese a que seguramente podrían encajar muy bien. Películas de una duración similar a la de un capítulo de TV, sin la presión de tener que desarrollar las historias en diferentes tramas y sin lo efímero que constituye un cortometraje, este tipo de formato podría ser muy interesante para muchos creadores que necesitan una vía que les sirva de camino al largometraje (o no). Muestras recientes, como La voz humana de Almodóvar, pueden ser un impulso en ese sentido.
Si bien hay una larga tradición de mediometraje en el cine francés, de Jean Renoir (Partie de campagne, 1936), Chris Marker (La jetée, 1962) o Éric Rohmer (La Carrière de Suzanne, 1963), pasando por Buñuel o Cocteau, en el periodo contemporáneo encontramos menos muestras relevantes. Quizás con la voluntad de recuperar ese espíritu, el realizador Guillaume Brac ha dirigido ya un mediometraje (Un monde sans femmes, 2011) y un díptico (Contes de juillet, 2017) compuesto a su vez por dos películas de media hora de duración.
Construida a través de un trabajo de improvisación y ensayo con un grupo de actores, Contes de juillet tiene, ya desde el título, una clara reminiscencia a Rohmer. Películas que pasan en poco tiempo (esta, en un día), corales aunque con pocos personajes, sentimientos a flor de piel, tríos o cuartetos amorosos y una cierta atmósfera de que todo es posible y nada es demasiado grave. En Brac, esa sensación de ligereza se acentúa, y como en À l’abordage!, estrenada esta semana, los personajes pasan de dejarse llevar por los instintos más primarios a la racionalidad más absoluta sin demasiado espacio intermedio.
El director francés parece haberse especializado en el verano y en los personajes adolescentes o jóvenes con ganas de mezclarse, de amarse y odiarse sin demasiado rencor. En la primera pieza de Contes de juillet, Miléna y Lucie se van de excursión a una piscina natural. Allí conocen a un empleado de la piscina que inicia un flirteo con una de ellas, mientras que la otra conoce a un tirador de esgrima. Hay celos, malos comportamientos, un poco de sororidad y, sobre todo, la sensación de que las amigas seguirán siendo amigas pase lo que pase.
En el segundo episodio hay quizás una protagonista, Hanne, una estudiante danesa de Erasmus durante las fiesta nacional francesa del 14 de julio. Andrea, un compañero italiano, intenta desesperadamente tener una relación con ella, pero ella parece menos interesada en él que en Roman, un chico que conoce por la calle. Hay algunas actitudes tóxicas, especialmente por parte de los chicos (Andrea se masturba mientras Hanne duerme, Roman la sigue por la calle), y también alguna por parte de ella misma. Todo ello mezclado con los atentados de julio de 2016 en Francia. Brac pone muchísimos sentimientos en una coctelera, agita bien, y sirve las bebidas bien refrescantes.
Guillaume Brac destaca sobre todo por su capacidad para extraer lo mejor de actores semiprofesionales, para hilar historias muy simples que al mismo tiempo resuenan como universales. Tanto À l’abordage como Contes de juillet sirven como retrato de un mundo que resuena en el pasado, pese a que todos lo recordemos perfectamente.