La dificultad cada vez más creciente de hacer cine y, en concreto, cine de género en un país como España induce a muchos autores o pequeñas productoras a ver en el formato del cortometraje una oportunidad cuyas probabilidades logran algo más que multiplicarse, tanto por la importancia cada vez más creciente de lo que viene siendo una plataforma de crecimiento, como por las opciones en los no pocos certámenes dentro del marco nacional. Bien podría ser el caso de Noctambule Cinema y Xavi Rull, que unieron fuerzas en 2011 en el rodaje de Daniel, primer cortometraje profesional del cineasta, y repiten apenas un año después con Grieta en la oscuridad, que el pasado mes de junio estuvo por Nocturna.
Ante todo, sorprende (en especial sabiendo la libertad —para bien y para mal— que permite el formato) el acabado formal de un cortometraje que sabe conjugar con pericia sus referencias (hay desde ecos del posterior cine de género patrio hasta una devoción por anidar en los espacios que siempre han bordeado las cintas de cauce más psicológico), construyendo una base sobre la que sustentar un discurso que se articula mediante una sutil atmósfera, donde el tono cobra más importancia que la imagen en sí (aunque todas esas referencias entorno al arte en general sirvan de apoyo) y complementa su interesantísimo fondo.
Grieta en la oscuridad nos introduce en el universo de un escritor que ha ido obteniendo reconocimiento internacional; en ese marco aparece la importante figura de un mentor (que se nos descubrirá con un único y medido flashback) que parece haber perdido el norte y atravesado barreras en el campo de la literatura que algunos consideran cuestionables. Ese hecho llevará al protagonista, Carlos, a visitar a ese antiguo instructor a un hogar en el que no parecen quedar restos de humanidad y donde solo será recibido por un extraño personaje que no hará más que acrecentar sus dudas y continuar indagando en una realidad que jamás habría podido imaginar como tal.
Esa premisa sirve a Xavi Rull tanto para cimentar un efectivo thriller de tintes psicológicos, como para enarbolar un discurso que entronca con un tema de actualidad tan sugestivo como apto para la reflexión: ¿cuales son los límites del arte? De hecho, casos recientes y desgraciadamente vigentes (ese batallón de censura contra el A Serbian Film proyectado en Sitges, por exponer un caso cercano) dotan de mayor interés a una disertación acerca de si el fin justifica los medios. Disertación que, dicho sea de paso, su guionista Maria Costa Rocher consigue sortear dejando que sea el espectador quien dirima acerca de un asunto en el cual todos tenemos mucho que decir, incluso las reacciones (lógicas por otro lado) del protagonista de Grieta en la oscuridad.
Quizá si hubiese que buscar un pero entre las decisiones de un cortometraje solventado por lo general con pulso y tenacidad, sería la añadidura de un prólogo que evidencia en cierto modo las intenciones de Xavi Rull, pero aun así no entorpece e incluso se recibe con cierta simpatía a modo de guiño (dentro de lo que al cine de género se refiere) hacía el espectador más avezado.
En definitiva: es Grieta en la oscuridad uno de esos trabajos que le hacen conservar la esperanza a uno sobre que cierto tipo de cine, del cual los realizadores españoles se han (mal)acostumbrado a tomar esquemas ajenos, comerciales y, lo peor de todo, que no invitan a reflexionar, siga prosperando y obtenga en propuestas como esta y cineastas como Xavi Rull un nuevo y sano camino que nos invite, más que a los cinéfilos a disfrutar con ellos, al espectador medio a volver a ir a las salas sin complejos ni prejuicios.
Larga vida a la nueva carne.