Todos sabemos que existe algo especial en la relación entre abuelos y nietos. Posiblemente los lazos de cariño familiar alcanzan aquí su máximo punto, libres ambas partes de las obligaciones que siempre conlleva ser padre (y que se resumen en dar broncas) y también ser hijo (recibirlas), amén de que el choque generacional es aún más profundo que en el aspecto paternofilial, por lo que uno acaba aprendiendo muchas cosas del otro. No es extraño, por tanto, que cuando la joven Sage se queda embarazada y necesita practicarse un aborto, prefiera no contárselo a su madre y acudir directamente a la abuela. Pero ésta no es la típica abuelita que cocina muy bien, nos da dinero a escondidas y se alarma con cada taco que sale de nuestra boca. No, Elle es homosexual, de espíritu rebelde, viste ropas juveniles y está muy orgullosa de su femineidad. Un personaje tan sorprendente como magnético.
Esto es lo que vemos en Grandma, nueva película de un Paul Weitz que siempre se ha movido por el terreno de la comedia desde que debutara en la dirección con el éxito de masas American Pie. Pero si su antepenúltima cinta, La vida de Flynn, ya exploraba otros terrenos más autorales, con esta nueva obra sabe juntar lo mejor de sus dos vertientes. Porque Grandma, desde un principio, deja claro que vamos a mostrar unas cuantas sonrisas mientras exista actividad en la pantalla.
En cualquier caso, la figura del director no es tan importante en esta película como la de su protagonista, una Lily Tomlin que parece tomarse Grandma como la obra que resume su vida. Esto tiene su lógica incidencia en la faceta cualitativa, ya que Tomlin se come la pantalla en los 79 minutos de metraje. Es casi imposible no sentir hacia ella la típica atracción que se suele tener hacia los personajes gruñones cuyo corazón sabemos bondadoso, pero aquí intervienen otros factores que hacen de su papel de Elle algo aún más compacto, como bien refleja esa conversación en la que se funden personajes de cómic con importantes teóricas feministas.
Grandma discurre con tanta gracia como personalidad, al estilo de lo que debe hacer una buena comedia dramática. Elle acude a diversos conocidos para intentar reunir el dinero para el aborto en lo que, en el fondo, es un recorrido sobre su propia vida. De esta manera, cercana a la road movie, vamos conociendo curiosos personajes, cada uno con su particular historia que, en conjunto, hacen florecer un punto íntimo en la película muy acorde a esa especie de docudrama que es la vida de Tomlin.
Conforme avanza la segunda mitad de la película, sin embargo, el desarrollo de los personajes deja ciertas dudas. Ni Elle termina de convertirse en la mujer tan simbólica que parecía destinada a representar tras los primeros minutos de la cinta ni, sobre todo, la introducción del desdibujado personaje que interpreta Marcia Gay Harden ayuda a terminar de perfilar el argumento. Sí es más perdonable la falta de profundidad en Sage, ya que en ningún momento Weitz pretende llevar su evolución a un segundo nivel. Toda esta colisión de circunstancias culmina en un desenlace aceptable, pero muy poco arriesgado.
Sea como fuere, Grandma es un trabajo notable, quizá más entretenido en su inmediatez que tras su visionado, pero que funciona como comedia pura y no decepciona al presentar una especie de catálogo sobre la vida de Lily Tomlin. Las buenas interpretaciones, los hilarantes gags y la grata relación entre ambas protagonistas compensan el decaimiento de la lectura en clave feminista que se produce con el comentado ocaso en la profundización de los personajes. Lo importante aquí es que Weitz logra hacer reír contando algo verdaderamente trascendente.