Presentada en el Festival de Sundance de enero (donde se llevó el premio del público en la categoría World Cinema Dramatic), Girls Will Be Girls es el primer largometraje de la directora y guionista india Shuchi Talati, quien concibió la historia basándose en sus propias experiencias como adolescente y tomando a su vez como referencia la saga de libros juveniles Torres de Malory escrita por la autora británica Enid Blyton. ¿Cuánto hay de cada en esta ópera prima? No lo sé porque no estuve en la adolescencia de la directora ni he leído esos libros, pero me da la sensación de que bastante más de lo primero que de lo segundo. Más que nada porque en Girls Will Be Girls, Mira (interpretada impecablemente por la actriz Preeti Panigrahi) es una adolescente de 16 años que saca las mejores notas de su clase en un elitista y estricto internado de la India donde las travesuras no están muy bien vistas, y menos si vienen del lado de las chicas. En este lugar es donde conocerá a un chico encantador con el que empezará a pelar la pava y dar los primeros pasos en eso del amor y la práctica sexual, algo que no sentará muy bien a sus exigentes profesores y que se verá a su vez ligeramente truncado cada dos por tres por una madre protectora (también impecable Kani Kusruti) que no parece llevarse especialmente bien con ella. Así, lo que inicialmente apunta a ser una historia de transición a la edad adulta con el añadido de ocurrir en un país más exótico de lo que estamos acostumbrados en nuestras pantallas, termina siendo en realidad una historia íntima que abraza a todo el mundo por igual gracias a su buen ojo para el detalle y porque en esos detalles se esconden bastantes reflexiones que van más allá de las relaciones humanas, dando un contexto social que se tuvo en cuenta incluso a la hora de rodar, pues la película, según contaba la propia directora en Sundance, fue producida por un equipo mayoritariamente femenino con el fin de crear un espacio seguro donde «las niñas pudieran ser niñas», más relevante si cabe teniendo en cuenta además que la sexualidad adolescente es uno de los temas principales, aunque no el único.
Me estoy enrollando, así que voy al grano (que era una frase que se me decía mucho cuando era adolescente):
En el costumbrismo de Girls Will Be Girls hay mucho más de lo que parece. No es solo el despertar sexual o amoroso de una estudiante inmaculada que está entrando en la vida adulta, ni específicamente un drama sobre la relación entre una madre y una hija, pero sí que construye sobre esos dos pilares una narración repleta de espontaneidad y sinceridad que a veces roza el thriller —por las dudas y miedos que provoca en el espectador que observa la evolución en el trato del trío protagonista y de otros secundarios masculinos—, y que en su mayoría es sobre todo una aproximación a la adolescencia que se siente veraz, cercana y honesta —evitando giros previsibles de guion y siendo bastante valiente al evitar las concesiones a un espectador que está esperando todo el rato que otras cosas pasen—, porque los adolescentes son adolescentes en todas partes. El final es, en la lógica de la propia película, el más satisfactorio posible, y sirve para culminar un discurso perfecto con el que es imposible no sentirse conectado. Porque, a lo largo de las dos horas que dura la película, esta te está invitando a juzgar en cada detalle mínimo a cada uno de los personajes, al mismo tiempo que ellos se juzgan entre sí también. Es una lucha constante, que viene tanto de la represión cotidiana o de la educación y de la cultura, pero que también tiene en cuenta las ambiciones vitales, la importancia de la reputación de uno mismo y de los otros en el día a día, los referentes personales y hasta las propias circunstancias que se nos van relatando. Además, da la sensación de que la historia tiene tantas capas que la percepción de esta puede cambiar según los ojos del espectador, dependiendo de si observa las situaciones que viven los personajes desde la perspectiva de la madre o desde la hija, lo que hace todavía más sutil el resultado final.