¿Sabes esa sensación de gloria cuando descubres un trailer de un nuevo film que ofrece un carrusel emocional hipnótico ‹in crescendo› que promete el impacto que ya creías perdido en el cine de terror? Girl on the Third Floor tiene uno de esos, y aunque con el paso de los años, tras visualizar centenares de trailers en busca de nuevos talentos de los que hablar en Cine maldito, ya sepamos que puede ser pura estratagema comercial que nada tenga que ver con el resultado final, nos dejamos llevar. Es magnífico, porque durante unos meses creas una ilusión artificial y estimulante sobre un futuro título que encontrarás en algún que otro festival a altas horas de la noche, te escondes tras un parapeto de inocencia que te asegura el estatus de ‹fangirl› y lo mantienes ahí, en todo lo alto, aunque te cruces con gente que haya visto la película y te avise de tu error.
Y sí, Girl on the Third Floor es uno de esos fatídicos casos en el que el montador del trailer lo ha dado todo de sí mismo, y el director, guionistas y actores… no tanto. La película nos traslada al costumbrismo telefilmero eliminando todas nuestras esperanzas de encontrar ‹Rock & Roll›, aunque la premisa es más que atractiva: un hombre, una caja de herramientas y una casa que está muy cachonda. Machirulismo ilustrado para nuestro deleite.
Ante la extraña elección del protagonista, diré que el hipsterismo actual donde barbas y/o tatuajes suelen ser la clave para la elección de anti-héroes en la nueva escuela de cine de terror parecía ser el motivo para este pedazo de pan sin sal que ilumina todas las salas de este futuro hogar familiar —ganaron aquí los tatuajes—, pero ha sido un plus saber que CM Punk surge de un catálogo de luchadores de la WWE multidisciplinares, y salirse del tiesto a veces es tremendamente divertido. No voy a ser yo quien ponga pegas a esto.
Pero volvamos sobre nuestros pasos y resucitemos lo de una casa eyaculadora. Quizá el inicio de la película sea lo más prometedor que vamos a encontrar, pues la premisa era buena, y desconocer las motivaciones para que una casa suspire ante la presencia de un hombre y empiece a chorrear por todos sus orificios es como mínimo un buen motivo para prestar atención.
Por lo demás, los biorritmos de Girl on the Third Floor se mantienen estables, es una película más de casas con motivaciones suficientes para molestar a sus nuevos inquilinos, donde se le intenta dar un empujón a personajes de personalidades fuertes y erráticas para diferenciarse. El problema es que no lo consigue del todo, se queda a medio camino al afrontar riesgos y termina por rematar el film para convertirlo en producto. Producto de entretenimiento, producto de consumo rápido, producto de estimulación correcta. Producto ideal para ver y olvidar.
Tal vez si examinara mejor su concepción de los límites del bien y el mal como equilibrio, o si diese menos explicaciones hacia el final, y por supuesto si limitara su intento de sacar alguna sublectura feminista en la que multiplicar la fantasía del «nosotras parimos, nosotras decidimos» dentro de su interés por dignificar a víctimas y verdugos, todo sería un poco más ameno. Porque en cierto modo, Girl on the Third Floor parece tener el punch, todas las imágenes del trailer salen en la película en algún momento, pero le falta ordenar las ideas para ser algo más que correcta. Le falta, simplemente, romper con la norma establecida sin miedo a mirar atrás. Chorrear sin control ya parecía un posible camino.