El animador letón Gints Zilbalodis, quien hoy disfruta de un éxito sin precedentes y de su consagración definitiva en el escenario internacional gracias a Flow, un mundo que salvar, se puso en el mapa cuando estrenó Away, una película realizada en su integridad en solitario, y que supuso el primer largometraje de un creador que llevaba creando y experimentando con la animación de manera independiente y autónoma desde su infancia. Fue, de hecho, a sus diecisiete años cuando realizó el cortometraje que sería el germen de Flow.
Aqua, que narra la experiencia de un gato en un barco que navega a la deriva, es una pieza muy curiosa en la filmografía de Zilbalodis, por lo que expone de su visión creativa. No se puede hablar, desde luego, de un cortometraje pulido a nivel visual ni con una dirección del todo clara, defectos que se pueden achacar a la edad que tenía en ese momento su director, su escasa experiencia y nula preparación técnica. Es, en este sentido, una obra limitada, y no solo en su factura sino también en el alcance conceptual de una historia en la que, por otro lado, hay un potencial expresivo y metafórico muy llamativo. En sus siete minutos de metraje, se nota que la premisa que tiene entre manos es muy prometedora, pero todavía no tiene el tiempo ni la capacidad para ordenar sus ideas y sacarle todo el jugo.
Sin embargo, solamente por la audacia a nivel narrativo que supone, por el nivel de abstracción creativa y simbólica que se atreve a representar, ya bastaría para elogiar el cortometraje y tenerlo muy en cuenta. Que alguien a su edad pudiese, en solitario, concebir una obra así, destinada a configurar un estado de ánimo abstracto y duradero, es muy meritorio; y creo que esta intención se ha visto en sus obras posteriores sin que el resultado fuera necesariamente mejor o más evocador que el que logra aquí, aún con más experiencia, un estilo más definido y un dominio de las herramientas mucho más establecido.
Aqua, en ese sentido, es un cortometraje hermoso y emotivo que raya a un nivel muy alto, teniendo en cuenta todas las limitaciones y la constatación de que su autor está en una fase todavía temprana; pero me atrevería a decir, incluso, que es su cortometraje que más me gusta y con una cierta diferencia que parece contraproducente dada la curva marcada de aprendizaje que se puede observar a través de los mismos. Tal vez el motivo principal es que su mayor competencia técnica va de la mano de un estilo y una presentación que no terminan de fascinarme estéticamente como sí lo hacen los trazos más simples e inseguros que muestra Zilbalodis aquí, y que evocan de maravilla, aunque sea por accidente, el ensueño y la abstracción inherentes a esta premisa. Es algo muy distinto a sus otras obras, algo que claramente él no quiso establecer como su estilo, y que a mí personalmente me llega más a nivel visual; y, además, realiza unas exploraciones muy interesantes con la textura y la iluminación que tampoco se van a reproducir con esta claridad en sus animaciones posteriores, y que encajan como un guante en esta historia.
De algún modo, veo Aqua como una cima creativa temprana y accidental en un autor que, lejos de haber evolucionado en direcciones más o menos atractivas para mi gusto personal, es un ejemplo casi inhumano de superación y autodidactismo en un medio artístico y representativo muy complejo. Todas sus obras, gusten más o menos, son logros en sí mismos, pero de entre sus cortometrajes es uno que no debería siquiera gustarme tanto, uno realizado antes siquiera de cumplir su mayoría de edad y que no dice demasiado de lo que estructuraría posteriormente como su estilo visual definido, el que logra en mi opinión una mejor conjunción estética y narrativa, con un potencial que el propio Zilbalodis ha reconocido al plantear extender su idea al largometraje, pero que está además lleno de logros inesperados y un ánimo experimental en sus recursos que resulta mucho más eficaz de lo que se podría prever en este punto inusualmente temprano de su carrera.
