«Tenemos un misil.»
Los hermanos Tarzan Nasser y Arab Nasser sorprendieron en el circuito de festivales , tal vez el circuito menos importante de todos los circuitos del mundo, con su largometraje Dégradé (2015), donde detenía su mirada en una peluquería en algún lugar de Gaza y los personajes, femeninos, deambulaban delante de la cámara en un espacio descrito como refugio mientras afuera la degradación, como indica su título, lo envolvía todo.
Tras este primer trabajo de los hermanos Abou Nasser, donde se llevaron como premio cierta enemistad de Hamás, el grupo oficialmente reconocido como terrorista que controla la franja de Gaza, ahora regresan con Gaza mon amour (2020), para continuar con esa mirada sobre los habitantes anónimos de la prisión más grande del mundo, marchitados y resignados a un destino asfixiante, tanto por el bloqueo de cotas absurdas a los que son sometidos por Israel como a esos otros carceleros de Hamás, representados como corruptos, hipócritas y tiranos.
La idea es simple: en mitad de una gran historia, contar algo pequeño, minúsculo, casi anecdótico. Así pues, estamos en Gaza, una cárcel donde habitan unas 800.000 personas con las limitaciones habituales de una ciudad sitiada y sin posibilidad de escapatoria. De fondo, ya saben, el conflicto Israel ‹versus› lo que queda de Palestina, Hamás en el poder desde unos tiros por aquí y por allá con la moribunda Autoridad Nacional Palestina, y eso que se conoce como geopolítica que consiste en que pierden los de siempre, gana Arabia Saudí.
Pues como decía, en mitad de todo esto, una historia mínima, simple y sencilla, entre un pescador enamorado y una mujer, interpretada por Hiam Abbass (una fija en este tipo de producciones), con una hija divorciada, hasta naufragar todos entre el tedio y el sin sabor de la cotidianidad mientras devoran cigarros, escuchan cintas de Julio Iglesias y maldicen su suerte.
El detonante que hace avanzar la historia es el hallazgo de una estatua por parte del pescador que le hará vivir algunas desventuras sin comerlo ni beberlo, mientras su hermana intenta casarlo y su amada hace malabarismos para no llegar por poco a fin de mes; todo sirve a los responsables para tomar el pulso a la sociedad de la franja de Gaza, su conservadurismo, la falta de perspectivas de sus habitantes o sus anhelos y sueños.
Como decía, una cinta sencilla, que de tan pequeña intenta mostrar un mosaico de muchos perfiles de una sociedad que sobrevive como puede, con sus contradicciones, sus desgracias, sus penas y sus culpas.
Habría que comentar si la llegada a nuestras carteleras de la obra se debe al enésimo resurgir del conflicto en nuestros televisores (cosa que suele ocurrir cuando a Netanyahu “Bibi” le va mal en las elecciones de Israel), lo que situaría a la película en esa etiqueta del World Cinema, aquellas obras de países, o estados con menos metros cada hora como pasa en el caso de Palestina, con una cinematografía que resulta exótica a ojos de un ciudadano de Occidente y que se consume como quien va a Venecia a comprar un paraguas fabricado en China (que para eso te vas a Triana que está más cerca, la verdad, y saldrá más barato).
Ya saben, el World Cinema como idea de etiqueta y marketing de cualquier producto audiovisual. Pero de todas formas considero que la aceptación de la existencia de esta marca para vender películas es un callejón sin salida. ¿Hacen los responsables la obra conscientes de esto? Lo dudo. ¿Se aprovecha toda la maquinaria que hay detrás de una industria del World Cinema? Evidentemente. ¿Llegaría esta peli a España a más de uno si no hubiera cientos de muertos en Gaza por los bombardeos del ejército de Israel? Ni se cotiza. Entonces qué, ¿no la estrenamos para no ser mercantilistas? Jummm, bueno…. Y así un sinfín de preguntas sin final. Pues que se estrene, que se vea, que nos indignemos y todo lo de siempre.
Gaza mon amour es un filme de hora y media que cuando parece que la fórmula está agotándose acaba abruptamente. Una película a la que muchos espectadores pueden acusar de tener un ritmo a la velocidad de una resolución de la ONU y cuya peor baza es que puede borrarse de tu recuerdo sin pena ni gloria (en mi opinión, ni el mal llamado ritmo es lento ni es tan olvidable).
Dejemos la obra en una interesante radiografía de un lugar único en la tierra, con una mirada tierna en torno a unos personajes entrañables dentro de su patetismo, sobre todo el actor principal. Que sean esos los motivos que hayan llevado a estrenar la obra en nuestro país, que merezca la pena echar un vistazo.
Y en fin, que siempre he fantaseado con que la embajada de Israel en España emitiera un comunicado de repulsa sobre algo que hubiera escrito. Lástima que no me lea ni el tato.
15 anios recibiendo ayuda solidaria para fabricar mas armas de destrucción. Los tiranos de Hamas asesinan al sufrido pueblo arabe. Ya conocemos el argumento