Ahora que llega a nuestras pantallas el documental Red Army avalada por buena parte de la crítica, echamos la vista atrás para analizar The Motel Life, la primera obra de su director, Gabe Polsky, en esta ocasión junto a su hermano en la dirección, normalmente en puestos de producción.
The Motel Life es una cinta llena de altibajos, con momentos verdaderamente inspirados y otros que rayan los lugares comunes del peor cine indie americano enamorado de si mismo y vacío. Sin embargo el buen hacer de sus responsables, los hermanos Polsky, y unas solventes actuaciones consiguen salvar la situación con mucha soltura.
Dos hermanos que malviven en Las Vegas emprenden una huida cuando uno de ellos atropella a un niño y se da a la fuga. Para ello necesitan reunir el dinero y largarse lejos ante la investigación policial que empieza a acecharlos. Todo esto con flashbacks para explicarnos de dónde vienen los dos hermanos y con momentos de animación para explicar las historias que uno de ellos le cuenta al otro. Vamos, sus directores cogen multitud de ideas y formas y las meten en una batidora. Y sale una cosa dispersa, extraña, imperfecta pero interesante. La peli va a tramos, enlazando secuencias de interés con grandes ideas entre manos con otras que no nos dicen nada o que directamente entran en la categoría del escena ya vista.
De hecho, el viaje que emprenden ellos tras reunir el dinero suficiente no ocurre hasta casi una hora después de empezar la película. Puede que sean los mejores momentos, aquellos en los que los hermanos y la pandilla de amigos van a un casino de una casa de apuestas. Vemos una ciudad de Las Vegas desconocida hasta entonces; siempre la hemos observado desde la fascinación consumista del viajero, del tipo que antes de entrar en la ciudad autodenominada del pecado como reclamo publicitario (el pecado vende, amigos) dice aquello de «lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas». Pero no, los hermanos Frank y Jerry son habitantes de la ciudad y su punto de vista es diferente; el supuesto lujo hasta decir basta y las luces de la ciudad no los sorprende lo más mínimo, para ellos es lo normal. Las Vegas es presentada como cualquier ciudad cuyo reclamo publicitario y casco «antiguo» es sólo para los guiris o las personas del turismo y la hostelería que viven de ello. En vez de tener una torre Eiffel tienen…otra torre Eiffel, pero con más luz.
Esto se consigue con un tono maravilloso y una atmósfera que huele a derrota desde el primer minuto. Puede que el guión no sea una maravilla, pero los autores sacan petroleo de la adaptación de Willy Vlautin con todas las herramientas cinematográficas a su alcance. No todas funcionan, como esos flashbacks o los momentos de animación, que un servidor encontró en ocasiones soberbios (sobre todo el último, claro) y otros llenos de pretenciosidad. Pero vuelvo a remarcar, a pesar de todos los pesares, la cinta sale a flote. Y sale flote por lo que decía anteriormente, ese tono lleno de amargura y sencillez a partes iguales, con algunos de los personajes más perdidos que se recuerdan en pantalla desde los tiempos de Hal Hartley. Es ahí donde acierta la cinta y gana el cielo.
Luego tiene un final de lo más simplón y peor, totalmente previsible desde el minuto uno. Y como decíamos, no todas las escenas están tan bien hiladas. Hay mucho que reprochar a algunas de sus ideas. La verdad, por momento The Motel Life parece una cinta bipolar, con varias almas encarnadas en la propia obra y no todas funcionan igual de bien.
Los actores principales cumplen perfectamente, acompañados de caras famosas como Dakota Fanning y Kris Kristofferson, que aunque tienen papeles pequeños que mueven la historia en una dirección, no pasan por ser por estereotipos ya vistos mil veces en cualquier otra peli indie americana.
En resumen, The Motel Life es una interesante primera película, llena de aciertos y errores pero con un aroma a tristeza que consigue hacer pasar una historia simplona en un acontecimiento de sensaciones, usando de manera desigual todas las herramientas a su alcance, pero finalmente recordaremos esos silencios y esas miradas por encima de otra cosa.
Le deseamos lo mejor a Gabe Polsky y su prometedora carrera.