Johnnie To es sin duda un nombre sobre el que es necesario efectuar una enérgica y contundente reivindicación de su arte en unos tiempos en los que el cine asiático de acción parece haber entrado en un bache en cuanto a enaltecimiento crítico global (no al nivel de los auténticos fanáticos de este tipo de cine, para los que To es un ídolo sin parangón) se refiere. Atrás quedaron figuras como John Woo, ya un clásico que admite pocas dudas incluso entre aquellos que suelen verter pestes y mugre contra las bondades del cine de acción originario del lejano oriente, o incluso el notable Ringo Lam, autor de líneas muy clásicas y con un estimulante talante shakesperiano al que sus trabajos estadounidenses junto al belga Jean-Claude Van Damme no lograron erosionar la poesía que emanaba de sus mejores obras made in Hong Kong.
De una carrera ya muy asentada a la vez que prolífica, el autor de Election ostenta esa grafía que retrata a los cineastas malditos, siendo una auténtica quimera que sus obras obtengan distribución en nuestro país. Cierto es que para un distribuidor de cine, es decir, un empresario que como tal ostenta en su perfil esa etiqueta filosofal dirigida a la maximización del beneficio de la inversión, apostar por colocar su dinero en una película dirigida por To es un riesgo de difícil asunción. Y esto se debe a que a diferencia de las cintas de su compatriota y tocayo John Woo, las obras de To no son fáciles de digerir, dado que se revelan como unas piezas de rúbrica muy personal, a veces surrealistas, en las que resulta complicado inmiscuirse y por tanto, son películas que nada tienen que ver con eso que el gran público suele identificar como cine de entretenimiento. Esta valentía de To para pasar totalmente de gustos y modas quizás le haya condenado desde el punto de vista de la popularidad y aceptación sin censuras, pero igualmente es la que le ha erigido como un semidiós al que siguen infinidad de discípulos que observan en la figura de To ese espejo de genialidad al que extraer ese brillo repleto de talento e ingenio del que es poseedor el cineasta asiático.
Fulltime Killer se alza como una obra muy mayor del director de The Mission producida en unos años en los que el oriental ya había sobresalido del resto de sus compañeros de generación con un legado de obras de desiguales resultados pero de cualidades distinguidas. Para un servidor, esta es la mejor película de Johnnie To (junto con la anteriormente mencionada The Mission) y se destaca como una pieza resplandeciente que da fe del buen estado de salud del cine de acción oriental, pese a los infructuosos intentos de los pájaros de mal agüero por enterrar definitivamente este maravilloso género. ¿Qué es lo que me fascina, hechiza, sublima, impresiona, aturde… de esta espectacular cinta? No creo que sea el guión, puesto que el mismo es una reinterpretación más de la típica historia de Asesinos enfrentados por una afrenta del pasado que pelearán Cara a Cara por la ejecución de la misma misión, al igual que por el amor de una ingenua mujer que se verá involucrada en la afrenta declarada entre ambos killers, revelándose al final de la batalla quien se alzará con el título de mejor liquidador de oriente.
Así, la cinta narrará el enfrentamiento de O, un asesino legendario y disciplinado famoso por no errar jamás ningún golpe asignado gracias a su filosofía de liquidar a cualquier persona que pueda delatar su presencia a pesar de los vínculos afectivos que puedan haberse creado con su víctima, al que la pérdida de un antiguo amor por un accidente del que se siente culpable ha sumergido en una espiral de soledad y tristeza. Sin embargo, la buscada tranquilidad de O, se verá interrumpida en el momento en el que aparezca de la nada un excesivo e histriónico asesino llamado Tok (interpretado por el imprescindible Andy Lau), un hombre de pasado enigmático que parece marcado por un extraño lazo pasado con O. De este modo, Tok entablará relación con la joven Chin, una mujer que trabaja como asistenta limpiando el apartamento de O y sirviendo a su vez de enlace para comunicar al solitario asesino los mensajes que envían a su fax los diversos clientes que desean contratar sus servicios. Gracias a su desparpajo y simpatía, Tok enamorará a Chin, utilizándola para localizar a su rival, que igualmente está enamorado en secreto de su empleada, iniciándose de este modo un juego del ratón y el gato entre los dos profesionales que inexorablemente finalizará en un duelo a muerte que dirimirá el título de campeón del oficio de asesino.
Lo excesivamente trillado del argumento, no es por tanto lo que hace sobresalir el resultado del film. Este despunte de hechizo brotará gracias a una puesta en escena gamberra, divertida, desenfadada que a su vez no huye de tejer un bello homenaje de cinefilia, agasajando a modo de pequeñas reverencias insertas a lo largo del desarrollo del film a buena parte de las mejores películas de acción de la historia del cine (tanto clásico como reciente). En esta línea, la cinta incluye pequeñas perlas dedicadas a cintas como A Better Tomorrow, El mariachi, Leon El profesional, El silencio de un hombre, Le llaman Bodhi, La ventana indiscreta, Bullit o The Killer que suponen todo un regalo para los que hemos amado, y lo seguimos haciéndolo, el cine de género. Del mismo modo, To perfila a la perfección la conducta de los dos polos opuestos que protagonizan el film, de modo que la frialdad y la insensibilidad manifestada en los métodos laborales por O, chocará con el carácter exhibicionista, cínico y algo frívolo que pule el acerbo del cargante Tok. Este choque de pasiones antagonistas se cocina con un estilo ciertamente hipnótico por el autor de Blind Detective gracias al hecho de que ambos personajes despertarán en iguales proporciones simpatías y desafecciones en el espectador, siendo mucho más atrayente en el primer vector del film el personaje de Tok, para posteriormente conforme avanza la trama perder afinidades en favor del más pausado y reflexivo O, que emergerá en un principio como un asesino sin sentimientos que provoca un rechazo instintivo para poco a poco convertirse en una víctima atrapada por su pasado y por su falta de decisión para abandonar su oficio en favor del amor que siente hacia Chin, mientras que el inicialmente arrebatador Tok irá tornando su talante hacia un entorno más oscuro y temible movido por las fuerzas de la venganza. Así, este trayecto quebrado y variable que salpica la inclinación que el espectador siente hacia uno y otro personaje convertirá a Fulltime Killer en una montaña rusa de sentimientos que enardecerá la feroz puesta en escena de pura acción llevada a cabo por To.
Y es que la magnífica planificación de las secuencias de acción es otro de los puntos fuertes de la cinta. No puedo dejar de recordar la secuencia de presentación del film en la que Tok asalta una casa en Tailandia para liquidar a un objetivo a golpe de rifle escondido en un ramo de flores unido a lanzamiento de granadas, la del asalto de un objetivo ejecutado por un Tok disfrazado con una careta del presidente Bill Clinton a plena luz del día bajo los acordes del Fígaro de El barbero de Sevilla retando con su provocadora actitud al introspectivo O y, por poner otro ejemplo, el impresionante tiroteo y posterior persecución policial llevado a cabo en la estación de tren por el fiero Tok. Y es que To teje las diversas escenas de acción que salpican el metraje de la trama con una elegancia y belleza gigantesca, mezclando nerviosos primeros planos repletos de tensión hormonal con pausados ralentís al más puro estilo del maestro John Woo que engrandecen la magnificencia de estas portentosas escenas de pura adrenalina, todo ello acompañado de una banda sonora que aporta los ingredientes de tensión necesarios para brindar un plato de cinco tenedores.
La acción trepidante que caracteriza la película, se asocia de manera muy inteligente con una historia romántica de destinos cruzados y afrentas amorosas no exenta igualmente de esas gotas de refrescante humor tan típicas del cine de To que ayudarán a amplificar el resultado final de la cinta, introduciendo ese tono chistoso y desinhibido que resta trascendencia existencial al ropaje filosofal del film, favoreciendo de este modo que la película sea contemplada como un espectáculo de primer orden que no busca espectadores que se tomen demasiado en serio esto de ver cine, siendo pues el público objetivo de Fulltime Killer aquel que a la vez que una buena historia persiga pasar un rato la mar de entretenido cortesía del séptimo arte. Y este propósito lo obtiene sobradamente una cinta que a través del imparcial efecto del paso del tiempo se asoma como una pieza fundamental de la historia del cine de acción de ramificaciones cada vez más sobresalientes en el más que trillado cosmos del cine de género.
Todo modo de amor al cine.