Que nadie nombre a Mario Soldati en los tiempos que corren no me sorprende pero a la vez me preocupa, el director italiano, con 34 películas en su haber, tiene films con un halo misterioso como Malombra en 1942 y algún producto más convencional como La donna del fiume (La chica del río, 1954) y sale muy bien parado. Para mí este director es un referente en el cine italiano de segunda línea que posee una cinta que es de primera y que supera con creces a films de directores italianos más reconocidos de su misma época. Estoy hablando de Fuga in Francia (1948).
Justo después de acabar la Segunda Guerra Mundial, el criminal fascista Riccardo Torre intenta escapar a Francia ya que es perseguido y hay una recompensa de 10.000 liras por su cabeza. En el trayecto hacia la frontera francesa ocurrirán varios hechos que confirmarán la decadencia del personaje, su maldad y la capacidad de convencer a la gente que poseen estos líderes de la ultraderecha. Su hijo pequeño, por un azar, le acompañará en el viaje. Este trayecto emprendido por padre, hijo y varios hombres más que encuentran en una cantina será un viaje hacia la verdad, una odisea en la que Fabrizio descubrirá la auténtica naturaleza de su padre, un asesino que en palabras de Tembién, interpretado por Pietro Germi (uno de los hombres con los que intentan alcanzar la soñada Francia), mandó asesinar multitud de personas inocentes sin despeinarse, entre ellas su hijo. El personaje de Riccardo Torre cae mal desde el comienzo de la película, la fisionomía del actor, Folco Lulli, ayuda a odiar a ese personaje que tiene un hijo y reniega de su compañía, un hombre que busca el interés propio por encima de cualquier cosa, un hombre que es capaz de hacer lo que sea por salvar su cuello, de matar sin inmutarse.
Mario Soldati no nos manda mensaje en su cinta, tan solo evidencia cómo actúan esta clase de líderes fascistas tipo Hitler o Mussolini, gente que es capaz de convencer a la masa también en situaciones límite: varias veces Torre se sale con la suya incluso con una pistola en la cabeza, y por supuesto teniendo que sacrificar lo que sea, la vida de su hijo inclusive. Por otra parte tenemos la antítesis en el personaje de Pietro Germi (director de grandes obras como El ferroviario o Un maldito embrollo). A Germi se le da bien ponerse delante de la cámara y Soldati le da uno de los mejores personajes que yo haya visto en pantalla, un sujeto bueno, honrado y sencillo que en el cine actual no abunda, de hecho estamos viviendo una época de personajes canallas tipo Lorne Malvo o Rust Cohle en series actuales y que gustan mucho. Germi también tiene escenas que dan un respiro al film, momentos musicales parecidos a los de John Ford, que cuando quería paraba la película y nos deleitaba. Este recurso Germi lo utilizará en El ferroviario.
Quizás esta película de Soldati no sea la mejor técnicamente hablando, de hecho hay varias escenas en las que el montaje se precipita y no vemos bien lo que ocurre, la fotografía puede que no sea una maravilla (tampoco lo necesita), pero sabe llegar dentro, sabe emocionar y compite en mi opinión con las dos películas italianas de ese año 48, Alemania, año cero y Ladrón de bicicletas. Mención aparte merece la música del maestro Nino Rota, posiblemente entre los 3 o 4 mejores compositores de la historia del celuloide y que en los momentos clave da ese toque épico y sensible al film. Que el guión sea excepcional tampoco es casualidad y se lo debemos a la inestimable ayuda de Ennio Flaiano, guionista de Las noches de Cabiria, 8 y medio, La dolce vita y co-escritor en El verdugo y Calabuch, lo que denota que no estamos hablando de una simple película, hay mucho hombre talentoso dentro y por supuesto se hace notar.
Esta cinta de aventuras, como también podría denominársele, sabe mantener la tensión desde el minuto uno. Los lugares elegidos por Soldati para que el film avance son perfectos: el tren (con el usual revisor pidiendo billetes), la cantina (con las miradas de extraños que creen conocer al criminal y donde es reconocido por la camarera), la habitación de la misma (con una prodigiosa escena), las montañas, la cabaña de la montaña y por fin la ansiada frontera francesa. No quiero desvelar ningún acontecimiento porque un spoiler en esta película reduciría considerablemente el clímax, pero no puedo dejar de nombrar dos escenas que son importantes para la cinta. La primera es al comienzo cuando llevamos unos 10-15 minutos y que hará que Fabrizio en lugar de perder un padre gane otro. Riccardo Torre coge el autobús que le llevará a la estación para tomar el tren y posteriormente llegar a Francia, su hijo se sube al autobús y su padre prevé que no es una buena idea cuando decide echarlo del mismo, pero en ese instante aparece por la parte izquierda de la pantalla de Soldati una pareja de policías y vuelve a readmitirlo. Este hecho que puede parecer simple, o que no entrañe más que miedo a que lo atrapen hará que Fabrizio tenga un futuro mejor, fuera de los muros del orfanato donde estaba y que este film trascienda en su final. La otra escena a resaltar es en la cabaña de la montaña en la que el director con un acordeón, un periódico y una canción nos enseña cómo se puede ser capaz mediante la puesta en escena y los objetos (tan importantes en el cine clásico) de saber una verdad, la verdad de Riccardo Torre.
No quiero alargarme más, si bien he intentado no desvelar casi nada de la historia, tan solo he procurado comentar con humildad las claves de esta gran película para un servidor, consciente que me he dejado por comentar varias ideas de guión que me parecen magníficas y solo me queda añadir que disfruten de esta sencilla historia que no se les borrará de la memoria y que hará mejores personas a quienes se atrevan a disfrutarla.