Partícipe en la Sección Oficinal del Festival de Locarno, Freedom se revelaba como una de las posibles aspirantes a premio. Cinta de un director cuya primera obra recorrió varios festivales de prestigio. Perteneciente a una cinematografía relevante como es la alemana. Y articulada en torno a un argumento que evoca a las piezas de arte y ensayo realizadas en los años cincuenta y sesenta por Michelangelo Antonioni. Todo un conglomerado de ingredientes a priori rotundamente atractivos. Sin embargo contar con estupendos condimentos no es suficiente para lograr un plato de alta cocina si el responsable de llevar a cabo le ejecución del mismo yerra con su planteamiento una tras otra vez. Y este es el caso del film que nos disponemos a reseñar.
El argumento no plantea ninguna novedad. Suponiendo una especie de reformulación de Casa de muñecas de Ibsen. Centrándose en los pasos de una mujer aparentemente solitaria y presa de un terrible tormento que castiga su mente, absolutamente desequilibrada. Ocultándose del resto de los mortales sentada en un autobús vacío de pasajeros. Follando con el primer pretendiente que guiña el ojo ante su presencia. Huyendo hacia ninguna parte. Con destino finalmente a Bratislava, merced a la asistencia de una pareja que decidirá recoger a la vagabunda mientras hacía autoestop. De repente la cámara se situará en la habitación de un hospital donde un hombre algo regordete ornamentado con una cuidada barba contempla a un paciente africano que padece un coma profundo. Poco a poco las piezas irán encajando. Merced a un montaje en paralelo que viajará sin mucho orden a través de dos lugares distantes pero unidos por el contexto familiar. Sabremos que Nora (que así se hace llamar el personaje interpretado por Johanna Wokalek) adopta la figura de una mujer que ha decidido abandonar a su marido y sus dos hijos debido a un arrebato que en principio desconocemos. Asimismo nos integraremos en el heterodoxo hogar que su esposo Philip intenta que no se desintegre. Él es un abogado que se encuentra inmerso en un caso de defensa de un chaval acusado de propinar una cruel paliza a un refugiado africano, el mismo que Philip visitó en el hospital en la escena que sirve para presentar a su personaje. Éste acudirá a un programa de la televisión germana tipo ¿Quién sabe dónde? con el propósito de descubrir el paradero de su esposa. Los hijos pre-adolescentes que conviven con el letrado mostrarán su descontento con la situación, no haciendo demasiado caso a su progenitor. Mientras tanto, su anhelada madre hará migas en Eslovaquia con una joven pareja que labora en la noche, logrando colocarse como asistente en un hotel. Se cortará el pelo para evitar ser reconocida. Danzará sin parar en discotecas. Alternará en cuchitriles. Y finalmente acabará presa de un terrible sentimiento de culpa al observar la apacible convivencia familiar de sus nuevos amigos, a raíz de contemplar una escena casera que la traerá recuerdos de su pasado. Una evocación que servirá para trasladarnos a la vida conyugal de Nora con el fin de responder a las preguntas que el espectador seguramente se había planteado en el transcurso del relato.
Y se acabó. Estas son las breves pinceladas argumentales y filosofales de este film. Una película que arranca despertando cierto interés. Con brío y fuerza. Con algo de sensacionalismo, explotando la seducción que acompaña a las escenas de sexo explícito y desnudos frontales. Apoyándose en una fotografía muy académica y preciosista. Sin duda el buen empleo de la música como medio de expresión narrativa y la foto son los dos principales exponentes que elevan el tono del producto. También unos actores que se dejan el alma en la representación de unos personajes poco creíbles y algo huecos. La opción de separar la columna vertebral de la obra en dos partes con sus trayectos claramente delimitados y acotados, de modo que ninguno de los dos segmentos llegará a tocar con el otro, confiere un aspecto terriblemente desordenado y achacoso a la narración. En este sentido la cinta naufraga en un mar de secuencias sin sentido y pretenciosas, cabalgando de un desatino a otro sin nada que lo remedie. Desde el punto de vista narrativo seremos testigos de un desastre de proporciones ecuménicas. Capítulos que se cerrarán de forma abrupta. Escenas delirantes y disparatadas que no se sostienen por ningún lado. Elipsis que más parecen desprender la desorientación del director que recursos poderosos con los que llamar nuestra atención. Giros que únicamente intentan escandalizar (como la inserción de un par de escenas de sexo bastante explícito en medio de la quietud que empapa casi todo el espíritu del film) o sorprender cortando súbitamente la línea temporal principal para hacer viajar el guión al pasado sin previo aviso y para mayor gloria de su autor. Un cineasta que no dudará en incendiar su ego inyectando en el guión un chascarrillo haciendo mención al carácter aburrido y tedioso de su ópera prima titulada Reported Missing con una clara ambición de escupir a la cara a aquellos que criticaron este aspecto de su primera invención. Fracasando en su tentativa de criticar el racismo inherente a la clase media y acomodada alemana así como el vacío existencial que atenaza a ciertos miembros de este estrato presas del miedo al paso del tiempo y la consiguiente pérdida de oportunidades. Denuncias que quedarán en terreno de nadie, sin duda la peor ubicación en la que puede acabar este tipo de empeño.
En fin, Freedom se eleva como una de esas películas de cine social europeo de puro autor. Por tanto seguro disfrutable por quienes gocen con un cine seco, austero, técnicamente impecable, bien interpretado y que se dejen guiar por el sendero trazado por Jan Speckenbach. Por desgracia no ha sido mi caso. No obstante, lo mejor siempre es probar por uno mismo.
Todo modo de amor al cine.