En el año 1956 la Universal vendió los derechos de su joya El Doctor Frankenstein (James Whale) a la productora británica Hammer, que sólo un año antes había obtenido su primer éxito gracias a El experimento del Dr. Quatermass (Val Guest), con la condición de que no utilizasen el maquillaje tan característico de la obra de Whale. La saga de películas sobre Frankenstein para la productora británica comienza con La maldición de Frankenstein en el año 1957, dirigida por Terence Fisher, quien se convirtió en su director estrella. Frankenstein y el Monstruo del Infierno fue uno de los últimos films de la Hammer y significó la última incursión en el personaje del Dr. Frankenstein, además de ser la última película que dirigió Terence Fisher. El director británico es el padre del terror gótico, sus filmes rompieron con el estilo de la Universal, que en sus momentos más decadentes habían sido reducidos a una mera acumulación de clichés. Su cine se caracteriza por un uso imaginativo de la puesta en escena y la representación de una sexualidad perversa, en el que también destaca el eterno enfrentamiento entre el Bien y el Mal, con sus personajes deambulando constantemente en el umbral que separa tan antagónicas opciones.
La obra se inicia con una escena clásica en los films de esta saga: el robo de cadáveres que son utilizados por el joven doctor Helder, obsesionado con los trabajos del Barón, que se dedica a experimentar con ellos hasta que es descubierto, detenido y encerrado en el Manicomio Estatal para delincuentes psicóticos, siendo declarado culpable de brujería. La suerte o el absurdo destino querrá que vaya a parar a una institución en la que el presuntamente fallecido Barón Frankenstein campa a sus anchas gracias a un chantaje al que somete a su director. Helder idolatra al Doctor, aunque se horroriza al ver que para este no hay límites morales para conseguir sus propósitos. Junto al Barón Victor Frankenstein, continuarán sus macabros experimentos, creando un monstruo a partir de partes humanas de varios internados fallecidos. El variopinto equipo se completa con la hermosa Sara, la hija del director del sanatorio mental, muda debido a un trauma sufrido tras el intento de violación por parte de su padre.
El organismo del monstruo creado esta vez por el Dr. Frankenstein tiene el cerebro de un brillante profesor de matemáticas que toca el violín de maravilla, el cuerpo de un asesino que ya era una especie de engendro en vida, y las manos de un artesano. La criatura tiene la particularidad de hablar, hecho que le hace perder cierto encanto y misterio, con un aspecto más próximo al de un gorila que al de un ser humano. Como no podía ser de otra forma algo saldrá mal, el monstruo sobrevive al trasplante de cerebro, pero no con los resultados esperados por el Barón. El nuevo hombre se verá abocado a vivir una dolorosa existencia a la que sólo puede hacer frente mediante los recuerdos, su nuevo cuerpo le impide volver a ser completamente el genio que era antes, provocando una melancolía que a la larga se transformará en ira.
El Dr. Frankenstein continúa en su cruzada científica habitual, sin cortarse ni un ápice en sus investigaciones. En un principio se muestra de manera autoritaria pero con cierto respeto a los pacientes que tiene a su cargo, defendiendo a los internos de los abusos del personal. Sin embargo, esta conducta contrasta seriamente con la amoralidad del uso de algunos enfermos mentales para sus experimentos, llegando incluso a instigar al suicidio a uno de los internos para usar con rapidez su cerebro en su descabellado proyecto. Se nos presenta a un Barón ya viejo y cansado, que va perdiendo los papeles paulatinamente. Hay que recordar que el personaje del Barón Frankenstein en la Hammer (salvo en una ocasión) es independiente del resto, y varía su carácter y personalidad de una obra a otra, a pesar de que en el testamento cinematográfico de Fisher haya varios guiños a otras películas de la saga.
La obra que nos ocupa es un filme oscuro y cargado de un notorio pesimismo, acompañado de un ligero humor negro, propiciado en parte por el acertado marco elegido para la historia. Visualmente es intachable, con la magnífica puesta en escena y el colorido habitual de los anteriores trabajos de Fisher, aunque con ciertos síntomas de agotamiento en las ideas. Su cine valoró siempre más la sugerencia que lo explícito, persiguiendo con insistencia la creación de una atmósfera adecuada a la perturbación común del cine de terror. Aquí, probablemente provocado por la crisis creativa de la Hammer, recurre a enfatizar la parte escabrosa, lo que provocó que algunas escenas del film fuesen censuradas. Curiosamente, la obra decae bastante a partir de su ecuador, coincidiendo con la aparición de la bestia, una de las más flojas caracterizaciones de las múltiples versiones que se han realizado de este personaje mítico.
La presencia de Peter Cushing, muy inspirado una vez más, eleva varios enteros el conjunto del film. La interpretación que hace del Doctor a lo largo de toda la saga es excelente, dándole diferentes matices dependiendo de la obra. Sin embargo, la interpretación del personaje que dirige la institución resulta excesiva, repleta de tics y muecas que contrastan con la exquisitez de Cushing.
Frankenstein y el monstruo del infierno no es la mejor obra de la serie de Frankenstein (probablemente sea la peor), pero mantiene el tipo decentemente y no se hace acreedor al fracaso estrepitoso que tuvo en taquilla en los lugares en los que se estrenó (en España permaneció inédita hasta hace muy poco tiempo).
Frankenstein es un personaje clásico de la literatura en el genero de terror pero esta película deja mucho que desear sobre el mismo. Una serie de terror en HBO de terror en la que sí me gusta cómo caracterizaron a Frankenstein, es Penny Dreadful, ya se encuentra en su recta final , pero todavía puedes ver algunos de sus capítulos. Si te gustan las historias de terror, esta serie es la indicada. La recomiendo mucho.