El ‹mumblecore› sería, ‹grosso modo›, al cine americano lo que el cine guerrilla es a España. Ninguna industria se salva de tener jóvenes creadores obstinados y talentosos que no reciben un duro en subvenciones, ayudas o apoyos a grandes escalas. Lejos de quedarse a esperar de brazos cruzados la llegada de un futuro utópico e incierto, en que existirá el reparto equitativo de bienes y todos cantaremos y danzaremos felices, los miembros de estas corrientes asumen el valor del presente y la capacidad de crear grandes obras sin estar mermados o condicionados por el grifo económico cerrado. Una crisis financiera no tiene que llevar necesariamente implícita una crisis creativa, y este movimiento pregona con dicha afirmación. Si bien podría decirse, de forma instantánea, que Frances Ha es una de las películas cumbre que mejor definen el espíritu de la susodicha categoría.
Precisamente, de cantar y danzar sabe mucho Greta Gerwig, que se ha coronado, o que han coronado, como la reina del ‹mumblecore›, la quintaesencia de un nuevo cine indie que cabalga entre lo filosófico, lo naturalista y lo ‹hipster›. Frances Ha es una extensión de la propia actriz, dotada de una frescura, espontaneidad y encanto que abraza el romanticismo. Un prodigio libérrimo de evidente paralelismo con personajes de ficción acaramelada como Amelie, que se mueven entre la travesura, la ternura y el optimismo por la vida. Es un cine cuyo motor y engranaje se fundamenta en la atracción carismática de sus protagonistas, pues el alma de estas películas reside en el relato multiforme y casi monopolístico de las andanzas y aventuras del carácter principal. En este caso, al alegre idealismo innato de Gerwig se une su relación con Noah Baumbach, no solo como actriz-director sino como pareja sentimental. Esta química extra incide positivamente en la agradable transgresión de la bohemia expuesta.
Mágica y risueña, la creación de Greta Gerwig es, a su vez, un paradigma muy de moda en el cine de autor de construcción de personajes y arquetipos, que a su vez se entronca en la obstinación de cierta tendencia a retratar el estilo de mujer de hoy en día, o que viene asomando durante los últimos años: llena de ingenio verbal y esperpéntica pero también preocupada y confusa, que esconde con optimismo su evidente contradicción para no dejar que le afecten las dudas y el anhelo. Un personaje muy de actualidad que, a veces, resulta gratificante por su ambición y, en otras, irritante por su estupidez. Pese a ello, la pareja de guionistas se anotan un tanto a su favor al ofrecer esta radiografía de la confusión sin una voluntad crítica explícita, sin emitir juicios de valor hacia el personaje. Transmiten la libertad de decisión al observador, implicado e identificado parcial o totalmente con la joven.
Destacado resulta, por extensión, lo que a su vez categoriza el movimiento en general: su evidente economicidad de medios y logística, con situaciones repetitivas en entornos interiores y pequeños que facilitan la dialéctica y el fluir de las situaciones, con diálogos cargados de ingenio y de reflexión a la hora de ser escritos con mucho mimo. Su exquisitez musical y su gusto por las materias artísticas como el baile actúan como el contrapunto armonioso a una cinta que, inevitablemente, deja poso en el espectador más nostálgico y soñador. Baumbach y Gerwig ya trabajan en su nueva creación, que seguramente irá encaminada por el mismo ejercicio de estilo, o similar al menos, que Frances Ha. Todo aquel o aquella que desconociera qué es eso que se conoce como ‹mumblecore›, es muy posible que, tras ver este título, tenga ganas de ver más. Mucho más.