«Al repasar la historia de los superhéroes, encontramos que muchos de ellos, como Peter Parker, mantienen una doble vida, la profesional, la que les da dinero, que es aburrida y no demasiado talentosa, y la del disfraz y los poderes. Peter Parker es repartidor de pizzas y no sabe ir en bici, pero después es Spiderman y se dedica a salvar personas.
Me pasa lo mismo, por la mañana analizo documentos, para así en mis horas libres intentar revolucionar el mundo del fútbol.»
Estas palabras del protagonista del documental de Corneliu Porumboiu reflejan ambición, pero son tan naifes, bonitas y puras como las de los niños al empezar a construir o descubrir cualquier cosa.
El director de The Treasure vuelve al cine documental con Football infinit, una inspiradora pieza que sigue el camino durante unos días de un aficionado al fútbol que quiere o cambiar las normas del mismo deporte, llegando a contactar con la FIFA, o crear un deporte paralelo, cosa que sólo le permite Estados Unidos.
A partir de un inicio donde se entrelazan diálogos sobre esa táctica original de plantear el balompié, nos comprometemos y empatizamos con sus ideas, reflejadas con ilusión y vivacidad, para exponer, a medida que avanza la hora de película, temas como la vida, el pasado y las personas que rodean la mera idea de crear un deporte nuevo. Las conversaciones entre el director, implícitas en la imagen de la película, y el soñador cogen un tono fresco, divertido y centrado en la familia y su trabajo de oficina.
Corneliu Proumboiu escoge la mejor opción para narrar: dejar que las cosas pasen. En la oficina, en medio de un diálogo entre fútbol aparece una madre y su hijo ya mayor para discutir unos papeles burocráticos. Esto nos lleva a medida que avanza la secuencia, grabada por dos cámaras y un sonidista, a una conversación sobre el sistema de la Unión Europea, y los problemas que rodean a las personas en relación a la actualidad.
En el montaje, el director no corta todas las escenas, las permite respirar, y el documental que nunca había sido sobre fútbol, ahora es sobre tradición, recuerdos y presente político. En rodaje, no intenta provocar estos temas, sino que permite que surjan, que se introduzcan historias de su familia y sus conflictos de forma natural, a partir de irrupciones en escena, para generar así una apreciada y extraña frescura, probablemente observada en el cine de Frederick Wiseman.
El cierre, diferente a todo el material visto del documental, nos lo introduce un majestuoso travelling lento hacia delante por una carretera, simbolizando el camino que recorrió el protagonista, con una lesión en una de las piernas, el 31 de diciembre durante 6 horas. Superpuesta a la imagen, su voz en off nos discute un fragmento de la biblia traducida, que eleva la aceptación al desastre y lo compara con la biblia en griego, donde esta aceptación es anulada por la superación.
Así, un film que se nos planteaba sobre técnica futbolística, se convierte gracias a un protagonista tenaz y humilde, en un obra sorpresa de esta edición de la Berlinale. Una pequeña joya, tan real, que debo admitir me ha afectado positivamente.