La sombra del padre
Cuando pensamos acerca del cine turco es muy posible que el primer nombre que nos venga a la cabeza sea el de Nuri Bilge Ceylan, un autor prolífico con una Palma de Oro en su haber que se adueñó de cierta estética del cine moderno para reescribirla a través de diálogos brillantes y una concepción paisajística adaptada a la de su país. Por otro lado, podemos considerar la trilogía de Yusuf, de Semih Kaplanoğlu, como otro de los logros a contemplar y que aborda las relaciones paternofiliales y el desarrollo personal a la manera de la trilogía de Apu de Satyajit Ray.
La cinta Forgiveness viene a remolque de estas temáticas, pues nos traslada a una aldea de montaña en la que un padre autoritario intenta tirar adelante a su familia por medio del comercio de madera. Sin embargo, las tensiones entre los integrantes de la familia se convertirán en una de las razones de las crisis de las que serán partícipes.
Es tentador coaligar esta película con otro drama rural estrenado recientemente en el Festival de Cannes, As bestas, de Rodrigo Sorogoyen. Si esta centraba su atención en las dinámicas del forastero respecto a los autóctonos, Forgiveness apela al retrato costumbrista, casi como un reflejo del ‹modus vivendi› de algunas regiones de la nación otomana. A su modo, es una película que versa sobre la incomunicación familiar y el desgaste que causan los trabajos forzados, así como la excesiva presión que supone mantener a los hijos en el seno de una sociedad enraizada en el patriarcado. Hay un aliento pesimista muy palpable que recorre los resquicios de Forgiveness, pues desde los minutos iniciales parece que nos estemos inmiscuyendo en un clima en el que la esperanza y las posibilidades de mejora se han reducido a la nada. Por ese motivo, el compromiso social que demuestra el film es digno de mérito. En un primer visionado no se aprecian estigmas, edulcoramiento ni autocomplacencia, que son algunas de las deficiencias de esta vertiente cinematográfica.
Como en muchas óperas primas, no obstante, esta es una que adolece de falta de concisión y fuerza dramática, cuestiones que pueden limarse y perfeccionarse con el paso del tiempo. Si bien todas las escenas no son indispensables para el progreso de la trama, la habilidad de su director, Cem Özay, de equiparar el conflicto particular con la pasividad del entorno natural a través de la cámara es más que prometedora. Las composiciones visuales son de un virtuosismo entusiasta, se aprecia que Özay ha aprendido de los grandes maestros de la fotografía. Un entorno natural que termina engullendo psicológicamente a los personajes, como también los interiores, que parecen ajenos a las vidas que cobijan.
Forgiveness se transforma en una película parca pero armoniosa, de una dureza mineral pero también de una humanidad muy palpable. Ayuda mucho la fotogenia de los intérpretes, así como la cadencia lenta de muchas escenas, que permiten que, pese a sus considerables defectos, el espectador se apiade de las personas que ve en pantalla. Las escenas en la mesa, por ejemplo, son capaces de transmitir una tensión muy parecida a la que lograba Sorogoyen en su último largometraje, empleando el plano fijo como si fuera un caldero en ebullición. Los finales discurren por la pantalla en un silencio muy incómodo, dejándonos un pequeño nudo en la garganta ante lo que en esencia es un conflicto difícilmente irresoluble.