Sin decir una sola palabra, Flow da forma a las ideas más esperanzadoras de este nuevo año. Así devuelve al cine ese encanto primitivo de comunicar plenamente con lenguaje visual, mediante una historia con vocación de moraleja y humanismo. Los animales que protagonizan la película no necesitan de la voz para cargarse de sentidos; nosotros rápidamente los convertimos en imágenes de nuestras vidas. El animal es el animal; quien haya tenido cerca un gato identificará con ternura todos los gestos del protagonista. Pero ese animal tan común a lo doméstico es el vehículo de una aventura tan épica y antigua como el mito del diluvio universal. Especialmente, el gato es el vehículo elegido para nuestra identificación y forma de relacionarnos con otras especies de animales. Sobre esa diferencia entre especies vehicula la tesis de la película.
En realidad la palabra sí aparece. El título, Flow, hace referencia a la aventura de supervivencia que emprenden un gatito y otros animales que irán apareciendo. Evocando el arca de Noé y su “tripulación”, el planeta se inunda repentinamente y el único medio que promete prolongar la vida es una barca. La pregunta es, ¿pueden convivir un perro, un gato y un castor en una pequeña barca? Pero la película se inicia desde la catástrofe. Con inteligencia, plantea primero una vida en el bosque ordenada según la lógica de depredadores y presas: el perro persigue al gato, los ciervos persiguen a los perros y el tsunami arrasa con los ciervos. Llegada la catástrofe, entonces, la pregunta es más bien: ¿pueden estas especies adoptar otras costumbres para sobrevivir y convivir en un estado de emergencia? Entre la emoción cautivante de cada secuencia y la metáfora política hay apenas un mínimo paso.
Hablar de metáforas y símbolos parece inadecuado para entender una película. ¿No son el simbolismo y la interpretación demasiado caprichosas para sugerir algo en torno a las imágenes? Pero en Flow la vocación simbólica es evidente. Primero, porque su lenguaje no oral recurre a ciertos planos dando a entender que su razón de ser es consolidar una tesis. Quiero decir que esa imagen se presenta expresamente como símbolo de otra cosa. Los planos de reflejos en los que los personajes se miran a sí mismos en el agua son un claro ejemplo de esto. Segundo, porque los animales de Flow, en su diferencia, se parecen demasiado a nosotros, los que miramos. John Berger escribió una vez que los animales son el primer elemento del mundo con el que nos diferenciamos para reconocernos. Somos lo que somos porque somos iguales y diferentes a ellos. El animal como metáfora carga con una complejidad de sentidos, incluso la de encontrar en la diferencia entre especies un vehículo metafórico desde el que abordar la diferencia social. En Flow, esa diferencia entre las especies es exactamente donde se sitúa el espejo que logra cargar la figura animal de humanidad: la diferencia entre ellos es la diferencia social.
La manera en que la película trabaja la diferencia es evidentemente humanista. Pone en pantalla un ideal que parece cada vez más difícil de conseguir: encontrar en la pluralidad y la diferencia la posibilidad de enriquecer una comunidad. En contraposición con esa forma de vivir con el otro que irán descubriendo los protagonistas, Gints Zilbalodis propone entender en su película la figura de la especie como una tribu que, en su empeño por mantener la diferencia, entorpece la posibilidad de supervivencia y convivencia común. En una secuencia, un pájaro hace frente a su propia tribu en defensa de un compañero gatuno. En consecuencia, su comunidad lo castiga quitándole lo que es propio a su especie: su capacidad de volar. La crueldad manifestada en esa escena señala los límites entre una tribu y el otro. ¿Podrán también ellos alguna vez cambiar su mirada del otro? En cambio, en la barca se pone en escena el descubrimiento del otro: diferentes especies conviven cariñosamente en la pluralidad y esta les permite encontrar soluciones múltiples a la supervivencia. ¿Qué sucederá cuando pase el diluvio?