A priori parece realmente curioso y admirable el experimento que propone el realizador Charlie Lyne en su documental acerca del cine de terror; y es que el film se compone enteramente de fragmentos de películas ancladas de manera directa o indirectamente con el horror, mientras una voz en off nos explica ese compromiso implícito del mensaje con las propias películas a las que se repasa. Cabe decir de antemano que la selección de films es totalmente heterogénea, divulgativa y variada: desde una de las madres del género como Psicosis de Alfred Hitchcock hasta ‹cinemabis› italiano como el desconocido ‹giallo› Siete notas en negro de Lucio Fulci, pasando por grandes momentos de elementales cintas como el Tiburón de Steven Spielberg o la pesadilla alucinógena de David Lynch Mullholland Drive. El énfasis del proyecto ya es de por sí atrevido, sobre todo por no quedarse únicamente en mostrar en pantalla los logros escénicos y conceptuales de las películas en las que se detiene, si no de componer globalmente una sensación conjunta del terror como género, al mismo tiempo que parece fracturar esos preceptos del miedo de las cintas de origen; a estas se las llega a sacar totalmente del contexto en el que fueron realizadas a favor del precepto del documental, en unas curiosas intenciones las del cineasta, que sin embargo consigue un impacto visual con cierta unidad en su discurso a pesar de la variada imaginería de todas las escenas que circulan por la pantalla.
Lyne establece rápidamente una conexión con el espectador para que este no acabe saliéndose de lo curioso de su propuesta; la narración en off que imparablemente nos sumergirá en las sensaciones creadas por lo visto en pantalla corresponde a una joven que disfruta viendo películas de terror noche tras noche, y a través de sus disertaciones observaremos como su compromiso con el terror como precepto va más allá del simple divertimento; ella asume, siente y diserta, algo que hará que Fear Itself enlace directamente con los más fetichistas del horror no sólo como género, sino como epicentro de sensaciones, temores, emotividades y aflicciones. Un dibujo global del terror como fenómeno, que trasciende mucho más allá de la simple imaginería, en un género que nacido desde las aristas más artesanas de la Serie B hoy es entendido casi con una vena intelectual que hace sea asimilado en unos límites de calidad quizá ignorados en décadas anteriores. Mucho se podría pensar sobre el aprovechamiento que el realizador podría hacer de los momentos cumbre o de impacto de aquellas películas a las que recurre; para sorpresa, y engrandeciendo aún más el mensaje del documental, Lyne prefiere usurpar, mayoritariamente, esos momentos de transición a una escena de mayor grado, ampliando aún más el interesante precepto que rodea los casi 90 minutos de Fear Itself: el horror como detonador de las más primitivas sensaciones de angustia y desasosiego, donde todos esos directores recurridos aquí parecieron llegar con una sabia e imaginativa labor de la imagen. También es de enorme mérito que no se haya tirado de los clásicos únicamente, sino que para ello aquí tendrán cabida cintas de circuitos comerciales totalmente secundarios, o films que sin estar encuadrados directamente en el género (ya hemos mencionado a Lynch, a modo de ejemplo), el cúmulo de sensaciones pretendidas llegan a arraigar en gran medida la comodidad del espectador en su butaca.
Pero analizando profundamente el documental como obra dentro de su propio género, sus mayores habilidades recaen lógicamente en la colocación de esas escenas; parece como si el realizador utilizase el propio orden intrínseco de las secuencias para componer un ritmo personal para su producto (la voz apagada y lacónica de la protagonista off también ayuda), pero lo que quedará a fuego es la capacidad de hacer que el espectador observe con todo lujo de detalle esos logros narrativos que, en primera instancia, seguramente pasasen desapercibidos cuando uno se dispone a ver cada una de las películas en su conjunto. Fear Itself será un producto que a pesar de su marginal vida comercial perdurará no sólo como experimento visual, sino como un ensayo de la imagen narrando las naturalidades más primitivas del horror, que hace de ella un producto que encandilará especialmente a los amantes de este género.