El acto cotidiano de mirarse al espejo, ver reflejado el propio cuerpo, puede parecer algo nimio por habitual, pero ¿qué pasa cuando no te gusta lo que ves? Al final lo que el especulo nos retorna no es sino nuestra identidad, nuestra conciencia de ser, del envoltorio en el que habitamos, pero también la idea de que eso es exactamente lo que estará sujeto a miradas y opiniones que no siempre serán positivas.
El drama gana mayor calado cuando tu cuerpo no es normativo, cuando el standard aceptado te dice que aquello que ves (que ven) es feo, degradado e incluso peligroso en cuanto a salud pública. Louise Detlefsen y Louise Kjeldsen plasman todo ello en Fat Front, buscando no solo la vertiente íntima y dolorosa sino también la lucha y la cotidianidad de personas consideradas gordas.
Un término éste, gorda, que se dispara de forma peyorativa pero que, cómo algunas de sus protagonistas nos advierten, debería estar desprovisto de toda consideración. He aquí la terribilidad de la lucha expuesta en el film: ya no se trata tan solo de problemas cotidianos (ropa, prejuicios, relaciones afectivas) sino de luchar contra el verbo, contra una palabra que define todas las circunstancias vitales.
En este periplo, y quizás es lo más destacado del film, hay espacio para el drama sin caer la misericordia del patetismo. Se trata de no jugar en los extremos de la empatía para mostrar que una reivindicación no siempre es una fiesta ni tampoco un sumatorio de dramas personal sino u conjunto de pequeños actos diarios que sirve, al menos, para ganar autoestima.
Historia(s) que avanzan a través de un formato clásico de entrevistas punteadas aquí y allá con videoapuntes biográficos de sus protagonistas. Pequeñas narraciones dentro de la narración que tejen un relato oral y visual que, si bien resulta íntimo y revelador, a veces se sobreexplica. Momentos estos en donde se echa de menos algo más de pausa, algo más de silencio en la exposición.
Quizás es precisamente este el problema de Fat Front, el bombardear constantemente con información, con detalles que, si bien no se puede decir que no aporten información, reducen la capacidad de análisis a un simple acto de simpatía por acumulación de agravios que rompe en ciertos momentos la idea de calidez distanciada del film inclinándolo, peligrosamente, hacia el panfleto anti-gordofobia.
Es por ello que Fat Front, aun cumpliendo sus objetivos de denuncia, acaba por moverse en una peligrosa de tierra de nadie tonal y formal. Entre la distancia y el acercamiento misericordioso, entre el verbo y la imagen y, dónde quizás si sale victoriosa en su intención, en denunciar el acoso contra lo no normativo sin hacer un elogio al hecho de estar gorda. De hecho, lo mejor de este documental radica precisamente en ese canto a la necesidad de una normalidad donde los cuerpos no puedan ser juzgados por el ojo que los contempla. La asunción, en definitiva, de una diferencia que no solo es cotidiana, sino que ni tan siquiera debería ser contemplada en términos de humillación. ¿Utópico? Quizás, pero siempre reivindicable.