Sin margen todavía para recuperarnos de la triste pérdida hace un par de días del genio del cine magiar Miklós Jancsó, ayer el cine de autor puro perdió a otro de sus grandes estandartes en la figura del mítico documentalista brasileño Eduardo Coutinho. Sin profundizar en los desgraciados acontecimientos que han rodeado la muerte del genio, hecho este que no es objeto de análisis en una web como la nuestra centrada exclusivamente en el cine y las circunstancias que le rodean, vamos a repasar la carrera del maestro para rendir el homenaje que merece una figura tan relevante para la historia del cine latinoamericano.
Coutinho nació en la ciudad de Sao Paulo desarrollando toda su etapa formativa en su ciudad natal. Hombre multidisciplinar sus inicios profesionales estuvieron ligados al mundo del periodismo, trabajando en diversas facetas que abarcaron desde la crítica cinematográfica hasta el reporterismo televisivo, como articulista social en el convulso Brasil de los años 50 e igualmente hizo sus pinitos en el teatro. Los trabajos de Coutinho en televisión ya dejaban claro su espíritu combativo siendo la voz de las injusticias sociales presentes en el país iberoamericano que le vio nacer. Un punto de inflexión en la carrera de Coutinho fue su integración en el equipo de periodistas del programa de reportajes Globo Repórter, el cual fue la principal trinchera de combate del incisivo autor brasileño pues le dio la oportunidad de conocer de primera mano tanto a personajes relevantes de la crónica social y política brasileña como los deprimentes ambientes rurales del Brasil más profundo y las injusticias imperantes en los mismos. Del mismo modo Coutinho cultivó una estimulante labor como escritor, profesión ésta que no abandonaría a lo largo de su enriquecedora vida.
Sin embargo, el maestro latinoamericano siempre será recordado por sus impresionantes documentales, sin duda unas maravillosas piezas de arte que han servido para dejar para la historia de la humanidad un testimonio fiel de la realidad social del Brasil que abarca desde la última mitad de siglo XX hasta los primeros años del siglo XXI. Y es que Coutinho no solo es un nombre imprescindible para comprender la evolución del cine documental sudamericano, sino que su maestría ha sido objeto de veneración por parte de los nuevos cineastas especializados en el documental más allá de las fronteras brasileñas. Sus documentales reflejan a la perfección la idiosincrasia del autor. Son obras de un claro posicionamiento político que otorgaban voz a los oprimidos silenciados por los estamentos políticos dominantes, si bien éstas poseían un cierto distanciamiento sensacionalista con objeto de que fuese el propio espectador el que se hiciese una idea propia no contaminada por la mirada del director de los acontecimientos retratados por el maestro. Gracias al legado de Coutinho podemos comprobar la evolución y los cambios sociales acontecidos en Brasil a lo largo de más de medio siglo.
Coutinho inició sus pasos en plena época del Cinema Novo. Su primera película en solitario fue O Homem Que Comprou o Mundo una sátira costumbrista en la que lanzaba una crítica en contra de los poderes políticos vigentes en la época. Su segundo trabajo fue también un largo de ficción titulado Faustao. Tras estas dos experiencias alejadas del mundo documental, Coutinho iniciaría a lo largo de los setenta y ochenta una carrera como documentalista de fábrica con títulos tan emblemáticos como Teodorico o Imperador do Sertao y sin duda su primer gran éxito internacional Cabra marcado para morrer mítico documental sobre el movimiento campesino y las circunstancias que rodearon la muerte del líder campesino Joao Pedro Teixeira inicialmente censurado en los años sesenta y que tras más de veinte años de trabajo pudo salir a la luz a principios de los ochenta.
Otros dos grandes éxitos fueron Santa Marta Duas semanas no Morro y Boca de Lixio dos obras con claros vasos comunicantes en las que Coutinho fija su cámara en las deplorables e inhumanas condiciones en las que sobreviven los habitantes de los barrios marginales de Río de Janeiro. Su siguiente trabajo fue Santo Forte documental en el que el maestro aprovechó la mítica visita de Juan Pablo II a Río de Janeiro para entrevistar a los moradores de las deprimidas fabelas brasileñas para analizar desde un punto de vista crítico la disyuntiva fe y realidad. Con Babilonia Coutinho volvía a las fabelas para fotografiar las peripecias de sus pobladores justo el día antes de la celebración de la llegada del año 2000. Dos años después el maestro cosecharía una de sus más aplaudidas obras con Edificio master un magistral collage de vida en el que Coutinho filmaba en primer plano y sin artificios durante siete días las demoledoras vivencias de los vecinos residentes en el edificio que daba título a la obra sito en la playa de Copacabana mostrando sin tapujos ni censura las condiciones de hacinamiento y opresión que dominaba su día a día.
El cineasta paulista cerró su filmografía con dos trabajos excepcionales: Juego de escena un innovador documental en el que se mezclaba la realidad vital cotidiana a través de la vivencias de 83 personas que respondieron a un anuncio de prensa con la experimentación escénica por medio de la representación de estas experiencias interpretadas por 23 actrices profesionales. Finalmente con As cançoes Coutinho alcanzó la maestría absoluta a través de un bello documental de una expresividad sublime en el que se mezclaba el cine de historias cruzadas con el costumbrismo gracias a las canciones populares que marcaron la existencia de una serie de personas entrevistadas por Coutinho y su equipo. Con la muerte de Coutinho el cine pierde a uno de los más grandes referentes de la historia del cine documental. No cabe duda que un pilar que aportó una visión innovadora nunca antes vista en este género cinematográfico. El mundo del cine está de luto.
Todo modo de amor al cine.