María Cañas es una de esas personas que se ha dado cuenta de que vivir consiste en tocar las pelotas a todo y a todos, de que ser una chapona-lectora-videadora-recopila datos, tener una gracia amarga y ponerse a la contra de la masa para decir «no soy profeta, pero vosotros sois estúpidos, mirad hacia estos otros lados», son condiciones necesarias si no para quebrar los torrentes de conducta prestablecida y las líneas de pensamiento hegemónicas, al menos sí para dar lugar a alternativas viables. Esta labor de partera que consiste en dar a luz mediante el humor y la rabia esa capacidad de abrir caminos y dirigir miradas nuevas que tenemos dentro es aplicada por la andaluza, si bien en toda su filmografía y demás trabajos, en esta última obra con especial chispa y viveza. Y es que Expo Lio 92’ busca desde el contraste ingenioso y desde la reunión de elementos aparentemente antagónicos que caracteriza a la agudeza provocar para despertar, para perseguir ese estado de conciencia sereno donde germina el sentido crítico para punzar y emitir juicios que perduren más allá de la reacción en caliente, para ya no solo reír a lo que se consume. Es en este sentido que María Cañas, autodenominada La Archivera de Sevilla, aprovecha la “sobredosis de imágenes”, que diría Burroughs, para meterse por la tocha, ojo, paredes vaginales y encías toda imagen y rescatar así todo excedente. Es desde la tolerancia hacia la Imagen-Droga y desde la distancia del yonki que ya puede hablar con autoridad sobre tiempos y pautas de consumo que María Cañas elabora un discurso alternativo y presentado en base a un caos más elegante que la grumosidad en la que se nos da la imagen en el día a día. Siguiendo con el símil de la droga, podría decirse que la autora de Sé villana (La Sevilla del diablo) es a la imagen lo que Timothy Leary, Aldous Huxley o Ken Kesey fueron a las sustancias psicodélicas, es decir, partidaria de un uso constructivo, que escarbe en la realidad, que vaya más allá en nombre del conocimiento y la crítica de lo establecido, oponiéndose con ello al abuso recreativo y pasivo.
Es en esta recopilación de vídeos que componen Expo Lio 92’ María Cañas orienta en un mismo sentido fragmentos de toda índole que van, por ejemplo, de la secuencia mítica de las ranas de La montaña sagrada (Alejandro Jodorowsky, Méjico, 1973) hasta la televisión o vídeos virales extraídos de plataformas como Youtube y demás, generando entre ellos un discurso crítico -que no solo cuestiona todo lo que rodea la Exposición Universal de Sevilla ni todo presumir sobre un supuesto amor idílico entre naciones que no lo es tanto, sino todo exceso o comportamiento patético humano en general-, que desborda a esa especie de maraña marciana y loca a la que se atiende de primeras hasta que todo se vuelve un poco más nítido. Y es precisamente en este recurrir a todo tipo de registro, a todo ese “nuestro detritus audiovisual”, donde María Cañas adquiere un papel importante en tanto que impulsora de ese conglomerado de gestos y de pequeñas acciones que nos definen, amparando esa intrahistoria de los pueblos de Unamuno que escribe el hombre de la periferia de manera inconsciente y que se opone a la historia oficial y mitificadora narrada por la prensa y demás medios aunque, viendo el ritmo de los tiempos que corren y la consecuente y posible distorsión del concepto del vasco si la aplicamos a ellos, quizá sea mejor decir que la cineasta que aquí nos ocupa saca a la superficie, con sus luces y sus sombras, todos aquellos gestos y pequeñas acciones que, realizados en cualquier parte del mundo, constituyen una especie de historia implícita que no es narrada ni está realizada por héroes; fomentando a su vez con esta defensa a desconfiar de esa historia explícita expuesta, contada y detallada a voluntad, dotada por convención de una dignidad y una seriedad que la erigen como única voz del presente que ha de ser leída y reconocida. Y así, luchando contra esta última, esta mujer con apariencia de bruja interesante y que irradia sabiduría por todos sus poros embiste la Cultura en positivo con su cine sin cámara y su montaje de choque, reciclando imágenes que estaban ahí, consumidas como imagen pero no reconocidas como documento de importancia y lleno de significado, para dotarlas de sentido e intención y reelaborar un discurso nuevo que, lleno de odio y de una rabia con regusto apocalíptico, sirve como ejemplo de una escasa pero necesaria Contracultura española que busca destruir ahora valores obsoletos y principios de competitividad que nos llevan a la caída de manera ineludible para crear otros nuevos después.