Una quedada después de otra, un grupo de amigos adolescentes en la isla de La Gomera pasan los días en un verano que despunta por el horizonte. Llegan los exámenes finales, por las calles suena la megafonía que anuncia la propaganda de un partido político local. Las noches de fiesta se acortan. Las jornadas diurnas se alargan. La vida en el paraíso se acaba.
Marvin Hesse se asoma al formato de largometraje con este primer trabajo. Fue colaborador en los departamentos de fotografía e iluminación de otros cineastas. Después de pasar por la Escuela de Bellas Artes en Hamburgo, asiste a clases de maestros documentalistas como Wim Wenders y Pepe Danquart. Everyone in Hawaii has a Sixpack Already es un trabajo final de un taller, que consigue una mayor difusión que otros de sus características. Desde el principio se nota el trabajo depurado en la edición, presentando a varios componentes de la pandilla mientras acuden a la pista de patinaje en la que se lanzan con sus monopatines. Unos quinceañeros que apuran con calma las jornadas del final de la ESO hasta las vacaciones, antes de trasladarse a otra de las islas, porque en La Gomera no es posible finalizar su formación de bachillerato por la imposibilidad de cursar allí los estudios. Por esa razón, qué importa lo siguiente. Si tiene que ser una universidad en la península. O si deben emigrar hasta Hawai, lugar idílico para Giada y Omar. Tal como dice el segundo durante una de las conversaciones de la pandilla sobre los surfistas hawaianos: «todo el mundo tiene ya media docena en Hawai». Puede que sea una exageración, pero la incertidumbre de futuro en un lugar maravilloso —del que ninguno de ellos quiere partir— les lleva a considerar la panacea en aquellas islas del Pacífico.
El film es tan apasionante por su resultado final, como por su construcción. Marvin Hesse consigue una inversión económica mayoritaria de nacionalidad germana, ayudado en la coproducción por España. El planteamiento de trabajo en su aproximación al grupo de jóvenes, parte de hijos con padres que pudieran comunicarse mediante el idioma inglés y alemán, ya que Hesse desconocía el español. Parece un modus operandi caprichoso, pero con este método de trabajo el realizador focaliza con la cámara los momentos que graba como si fuera un observador ajeno, extraterrestre, aunque admitido por la pandilla. Esta forma de registrar las acciones, diálogos y encuentros de los protagonistas resulta fluida, fresca, transcurre con una naturalidad que incorpora al espectador sin la sensación de ser inoportuno. Consigue momentos únicos como esa disputa entre Omar y Giada por celos, debidos a unos chats. La fiesta nocturna a la que acuden, el baile y los baños furtivos en la playa. También las entradas y salidas de amigos o conocidos, fuera del trío que centra más el desarrollo del documental, de la misma forma que, siendo adolescentes los espectadores, podíamos pertenecer a unos grupos o a otros al mismo tiempo. Incluso aparece y desaparece un veinteañero, amigo de los chicos, que resiste con trabajos precarios en la isla.
En colaboración con Salka Tiziana como montadora y codirectora. Además de Mario Schöning para registrar el sonido, añadiendo una composición musical de sintetizador que canaliza la energía juvenil en pantalla. Junto a ellos, Marvin Hesse orquesta un retrato de grupo que no pretende ser generacional aunque todos ellos sean de la misma edad y pertenecientes a la clase media. A pesar de tener mucho material grabado, deciden ir a lo esencial, ese triángulo amistoso compuesto por Omar, que parece el líder en principio, pero que deriva con suavidad su importancia y la reparte con la vitalidad de la única chica, Giada. Acompañados por Jorge, el amigo evocador que mejor manifiesta una evolución personal plena ante nuestros ojos. Esa generosidad al reducir en su brevedad de metraje, el milagro de veracidad que supone la cinta, capaz de trasladarnos a la misma edad de sus protagonistas, siempre a la altura de sus ojos, siguiendo sus pasos. Una reflexión crítica, sin necesidad de señalar a instituciones o gobiernos, sobre una sociedad que no sabe cómo flexibilizar una economía precaria que obliga a huir a su población más joven a otros lugares, para que puedan terminar sus estudios o buscar un empleo. Everyone in Hawaii has a Sixpack Already es una cinta que consigue captar el placer al borde del abismo. El mismo al que se asoma Giada, Jorge, Omar y todos los amigos, para observar el mar desde un acantilado.